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The Guardian en español

Matteo Salvini lleva el mensaje ultra de la Liga Norte hacia el sur de Italia

Salvini en una visita a un campamento gitano en Castel Romano, cerca de Roma.

Stephanie Kirchgaessner / Lorenzo Tondo

Roma / Catania —

Han pasado ya tres años desde que Matteo Salvini se desplazó hasta Sicilia para disculparse en nombre de La Liga Norte por el maltrato al que su partido separatista había sometido durante años a los italianos del sur a los que despreciaba como si fueran parásitos que no dejaban avanzar al país.

En aquella visita de 2015, la policía antidisturbios tuvo que proteger a Salvini de la multitud que en Palermo lo recibió lanzándole huevos y tomates. Pero cuando los italianos acudan a las urnas en las elecciones nacionales del domingo, es probable que los esfuerzos de Salvini por enmendar la imagen del partido en el sur den sus frutos.

Con La Liga como nuevo nombre de campaña, se espera que el partido gane en torno al 7% del voto en la región. Un resultado impensable en la década de los noventa, cuando su líder de entonces reclamaba la creación de Padania, un estado mítico en el norte de Italia.

Si el estigma de vagos saqueadores de las riquezas del norte italiano caía antes sobre los sureños, Salvini señala ahora a los inmigrantes, solicitantes de asilo y gitanos como los enemigos en su ideología “primero, los italianos”. En Sicilia, donde reina el resentimiento por las directrices de la Unión Europa, Salvini se ha centrado en dos industrias cercanas al corazón de la gente: la agricultura y la pesca.

Su mensaje está empezando a resonar

“He adoptado las ideas de Salvini, se disculpó por las ofensas de la Liga contra nosotros, los sicilianos, y ahora se ha convertido en el portavoz de nuestros intereses y nuestros problemas”, dice Angelo Attaguile, candidato de la Liga a senador por Catania.

“Nos atacaban por apoyar a un partido que había ofendido a los sicilianos, pero ahora la gente está de acuerdo con nosotros y hasta conseguimos que saliera elegido un diputado en las últimas elecciones regionales”.

Según Rocco Zapparrata, empresario y simpatizante de La Liga en Catania, es el único partido que defiende los productos hechos en Italia. “En comparación con el resto de líderes políticos, Salvini se ha metido entre la gente, hablando con la gente, otros no lo hacen”.

A pesar de la histórica animosidad personal entre Salvini y Silvio Berlusconi, La Liga se presenta a las elecciones como parte de una coalición derechista. Liderada por el ex primer ministro, la coalición está primera en las encuestas pero no llega a la mayoría absoluta.

Según el “pacto de caballeros” acordado entre Salvini y Berlusconi, en una victoria electoral de la coalición el partido con más votos será el que nombre al primer ministro. Berlusconi no puede ser elegido debido a una condena por fraude fiscal.

En una carrera de pronóstico imposible, Salvini es el único contendiente que se jacta de que será el próximo ocupante del Palazzo Chigi, la residencia del primer ministro italiano. Algunos analistas creen que La Liga nunca será una fuerza con posibilidades en el sur de Italia, donde Berlusconi y el Movimiento 5 Estrellas compiten por el primer puesto. Pero la actuación de Salvini en el sur es uno de los imponderables de esta elección.

Cualquiera sea el resultado de la votación el domingo, a Salvini, de 44 años, le espera uno de los futuros más prometedores de la política italiana. Más moderado en política exterior y en inmigración, Berlusconi, de 81 años, lleva décadas dominando la derecha pero su ausencia dejaría un vacío que Salvini está listo para cubrir.

En el último tramo de la campaña, Salvini ha intentado quitar importancia a su xenofobia. “El problema de Italia no es el fascismo, el racismo o el comunismo”, dijo. “Es el hambre de empleos”. Ha prometido defender a Italia en Bruselas y no arrastrarse ante la Unión Europea “servilmente”.

Segregación racial en los trenes

En una de sus últimas apariciones en televisión se comparó con Emmanuel Macron, el presidente francés que recientemente anunció unas duras medidas contra inmigrantes y solicitantes de asilo.

Pero por mucho que subraye las similitudes entre las nuevas propuestas de Macron y su llamamiento a la deportación masiva de inmigrantes, la retórica de Salvini a lo largo de los años deja clara la enorme brecha entre los dos en cuanto al fondo.

Salvini se ha colocado en el centro de la atención pública al defender extravagantes y racistas opiniones, entre las que se incluye el apoyo a una propuesta de segregación racial para que en los trenes de Milán se reservaran asientos y vagones para milaneses.

Los defensores de los derechos humanos dicen que Salvini ha dañado el debate del país. Como dijo el senador y defensor de los derechos de los gitanos Francesco Palermo, “los derechos humanos no viven en el vacío”: “El clima cultural, político y social es clave para el disfrute de los derechos en la práctica- La retórica de Salvini y de otros está perjudicando los derechos fundamentales mucho más de lo que ciertas leyes pueden hacerlos avanzar”.

El populismo indignado y furioso de Salvini podría haber atraído aún a más votantes de no ser por la rivalidad de La Liga con el otro partido populista más importante de Italia, el antiestablishment Movimiento 5 Estrellas. Por otro lado, Salvini también ha tenido que lidiar con intensos desacuerdos dentro de su propio partido, donde voces más moderadas como la de Luca Zaia, presidente de la región del Véneto, compiten por el poder.

Pero es a Salvini a quien se le atribuye la expansión de la base votante de La Liga: de aproximadamente un 4% en 2012 al 13% de hoy.

Davide Cicero, un director deportivo de Catania de 26 años, dice que históricamente los sicilianos han ocupado importantes cargos en la política italiana, entre ellos el actual presidente de la república, Sergio Mattarella, nacido en Palermo.

“Ninguno de ellos hizo cosas importantes para Sicilia”, dice. “Así que no me importa si Salvini es del norte o del sur. Está mucho más cerca de los problemas de los sicilianos que otros políticos de Sicilia”.

Traducido por Francisco de Zárate

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