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The Guardian en español

ANÁLISIS

El peligro de que la aspirante a dirigir la Sanidad británica diga que no quiere depender de sanitarios “extranjeros”

Dido Harding, durante una conferencia de prensa sobre el coronavirus en junio de 2020.

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Cuando Boris Johnson peleaba por respirar en cuidados intensivos, dos enfermeros en particular se ganaron su agradecimiento, supuestamente, eterno.

Jenny McGee viene de Nueva Zelanda y Luis Pitarma de Portugal. Ambos arriesgaron sus vidas para trabajar en la primera línea de defensa británica contra la COVID, y el primer ministro les reconoció la dedicación con la cual lo atendieron durante “cada segundo de la noche”. Pero las palabras son baratas, las acciones son lo que cuentan.

Lo que nos lleva a su compañera en el partido tory, Dido Harding, responsable de la gestión caótica en el testeo y rastreo de casos, y su presentación para encargarse del servicio público de salud (NHS, en sus siglas en inglés) en Inglaterra. Su carta de presentación incluye la promesa de dejar de contar con doctores y enfermeros nacidos en el extranjero y formar a otros para que los sustituyan que hayan nacido en el país.

No son pancartas que rezan “¡Marchaos, extranjeros!” colgando fuera de cada hospital, pero es difícil imaginarse un despecho mayor para el 14% del personal del NHS que no ha nacido en Reino Unido y que habrá llegado al trabajo esta mañana, y seguramente se habrá preguntado qué pacientes cuyas vidas salvarán hoy preferirían que ellos no estuvieran ahí.

Tras un año traumático de lucha contra la COVID, son recompensados con ser los peones de un juego que solo puede envalentonar a los pacientes racistas. Es difícil saber con certeza si todo esto es parte de una campaña pública radicalmente politizada para conseguir el puesto, o una supuesta filtración diseñada para dañar la imagen pública de Harding y unir al personal del NHS en su contra. De cualquier modo, están jugando con fuego.

Dirigir el NHS no es un trabajo a tiempo parcial cómodo para entregar como insignia por los servicios brindados durante las guerras de Brexit, sino que millones de vidas dependen de él. Su director saliente, Simon Stevens, llegó al cargo con una vida de experiencia de trabajo, que se ganó primero en empresas de salud y luego como responsable por políticas de salud durante el Gobierno laborista. También es uno de los estrategas políticos más inteligentes. Mientras tanto, Harding es una antigua ejecutiva de telecomunicaciones convertida en presidenta del organismo semipúblico NHS Improvement, elegida a dedo por su amigo Matt Hancock, el ministro de Sanidad, para dirigir el sistema de testeo y rastreo que no logró hacer diferencias considerables en el transcurso de la pandemia o prevenir confinamientos, según el comité de cuentas públicas del Parlamento.

170.000 sanitarios nacidos fuera de Reino Unido

Ella está lejos de ser la única autora de ese fracaso. Pero es fácil reconocer por qué le interesa destacar su proximidad ideológica al primer ministro –cada vez más irritado por la independencia de Stevens– antes que su trayectoria. Para cualquiera que trabaje en un servicio sobrecargado que colapsaría sin sus 170.000 empleados nacidos en el extranjero, sin embargo, todo esto es increíble.

La expansión de la mano de obra local ya está de hecho en camino, siguiendo planes de Jeremy Hunt, ex ministro de Sanidad, por los que los tories prometían el reclutamiento de 50.000 enfermeras y enfermeros y 6.000 médicos generalistas nuevos. Pero, si el sistema de salud no puede conservar al personal que ya tiene, es como usar un colador para recoger agua.

Antes del impacto de la COVID, a los jefes del NHS les preocupaba el éxodo de trabajadores europeos después del Brexit. Ahora también le temen al agotamiento por la pandemia y a la desilusión. Jenny McGee, la enfermera de Boris Johnson, renunció en mayo, aduciendo que estaba cansada de que los enfermeros “no reciban el respeto que se merecen”, y una encuesta reciente del Colegio Real de Enfermería reveló que uno de cada tres encuestados estaba considerando abandonar la enfermería.

Los farmacéuticos, los directores de salud pública y los asistentes de enfermería están tan demandados que ya están en la lista de sectores con escasez de personal. Entretanto, alrededor de 24.000 sanitarios extranjeros cuyos visados habrían expirado durante el año pasado han recibido una extensión de su estatus en reconocimiento a su trabajo en la pandemia. Un nuevo sistema de visados rápidos para el NHS ha atraído a miles de postulantes ya, ¿pero cuántos querrán venir a un país que anuncia públicamente sus intenciones de deshacerse de ellos tan pronto como sea posible?

Ya sea un resumen justo de la propuesta de Harding para dirigir el NHS o un intento de atacarla, el primer ministro debe dejar clara su posición. Si a alguien en el Gobierno todavía le preocupa la realidad, en vez de complacer una fantasía populista, deberían responder a mensajes nacionalistas como este con el rechazo público que se merecen.

Traducción de Ignacio Rial-Schies

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