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The Guardian en español

ANÁLISIS

Por qué Putin no logra vender la “victoria” del Kremlin sobre Prigozhin

El presidente ruso, Vladímir Putin.

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Después del caos, los mensajes. Tras el motín frustrado del grupo Wagner el pasado fin de semana, Vladímir Putin y sus obedientes medios de comunicación están tratando de darle forma a una versión del motín que deje lo mejor posible al presidente de Rusia y al sistema sobre el que preside.

“Como ha dicho hace unos minutos Vladímir Putin... se ha evitado una guerra civil en Rusia”, dijo con tono serio un presentador de noticias al comenzar el telediario en la tarde del martes.

Poco antes, Putin se había dirigido a más de 2.000 militares y miembros de las fuerzas del orden para agradecerles su servicio en una plaza dentro de los muros del Kremlin. “Habéis defendido el orden constitucional, la vida, la seguridad y la libertad de nuestros ciudadanos”, les dijo. “Habéis salvado a nuestra Madre Patria de los desórdenes. De hecho, habéis evitado una guerra civil”, sostuvo.

Hacer que los impactantes acontecimientos del fin de semana parezcan una victoria del Kremlin está resultando difícil hasta para los hábiles propagandistas de Putin. Al mismo tiempo que aseguran que el país ha estado al borde de la guerra civil, el presidente y las cadenas de televisión del Estado repiten una y otra vez que el levantamiento no contaba con ningún apoyo real y que siempre estuvo condenado al fracaso.

Propagandistas perdidos

En uno de los principales programas de entrevistas de la televisión, los invitados coincidieron con Putin en que el motín fracasó por “la tremenda unidad del pueblo ruso” contra el intento de golpe, una reescritura notable de una reacción pública en la que no hubo grandes muestras de apoyo espontáneo al Gobierno y que fue, en el mejor de los casos, de preocupación moderada ante la posibilidad de un conflicto.

Todavía es más difícil de explicar cómo ha podido permitir que ocurriera algo así un régimen que hace gala de su previsibilidad. La televisión estatal lleva dos décadas pregonando que la estabilidad política ha sido uno de los logros fundamentales del sistema de Putin.

Esa estabilidad se ha visto gravemente erosionada desde la decisión, en febrero de 2022, de lanzar un asalto a gran escala contra Ucrania. Pero la facilidad con la que un antiguo compinche ha podido rebelarse contra Putin y ordenar a sus soldados que marcharan hacia Moscú es un hecho extremadamente incómodo.

El martes, en tertulias políticas que se caracterizan por su estridencia, los invitados parecían no estar seguros de qué argumentos eran lícitos y cuáles sobrepasaban los límites. Siguiendo el ejemplo del presidente, algunos se negaron a mencionar a Prigozhin por su nombre. Otros lo llamaron terrorista y dijeron que afrontaría un grave castigo. Casi ni mencionaron que los servicios de seguridad habían retirado discretamente la causa penal contra el hombre que había amenazado con una insurrección armada ni que Prigozhin se había podido simplemente retirar a Bielorrusia.

Las revelaciones de Lukashenko

Desde Minsk, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, dio su versión de los hechos del fin de semana durante un largo y farragoso discurso en el que habló de las llamadas telefónicas que había tenido con Putin entre bastidores. Es poco probable que el Kremlin le agradezca que haya hecho pública esa información.

Lukashenko se atribuyó el mérito de la resolución de la crisis y dijo que, en su primera conversación con Putin, el presidente ruso le había dicho que no tenía sentido mediar, argumentando que Prigozhin no hablaba con nadie. “Mira, no tiene sentido”, dijo Putin, de acuerdo con el relato de Lukashenko. “No contesta, no quiere hablar con nadie”, sostuvo.

Según la versión de Lukashenko, el líder bielorruso consiguió hablar con Prigozhin después y, tras escuchar “media hora de palabrotas”, logró convencer al líder de Wagner para llegar a un acuerdo que evitara el derramamiento de sangre. También dijo que había convencido a Putin de que no matara a Prigozhin.

“Le dije a Putin: 'Sí, podríamos eliminarle, no habría ningún problema, si no es posible la primera vez, será en la segunda'. Le dije: 'No lo hagas, porque después no habrá negociaciones y estos tipos estarán dispuestos a todo'”, aseguró Lukashenko.

Desde hace mucho tiempo, Lukashenko ha sido más un amigo a regañadientes que un amigo de Putin y al presidente de Rusia no le habrá gustado nada eso de tener que agradecer públicamente la “ayuda” del dictador vecino para resolver una crisis interna. Por no hablar de la “franqueza” posterior de Lukashenko al hablar del papel jugado en toda esta historia.

En la televisión rusa, los programas de noticias pasaron por alto las muchas partes embarazosas que contiene el discurso de Lukashenko para centrarse, en vez de eso, en la cuestionable afirmación de Putin de que la lección del fin de semana ha sido que el pueblo ruso está unido frente a cualquier amenaza.

El objetivo de esta retórica es “reescribir lo que pasó durante el golpe de Prigozhin y convertirlo en una [historia] de consolidación y consenso”, escribió en Twitter Sam Greene, director del Russia Institute en el King's College de Londres. “La retórica de Putin se dirige tanto a la élite como a las masas. Todo el mundo está conmigo, así que no abandonéis el barco. La cuestión es si la élite se lo creerá”, dijo.

Traducción de Francisco de Zárate.

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