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The Guardian en español

ANÁLISIS

Los talibanes no hacen frente común con el ISIS y eso puede debilitar la ofensiva extremista

Combatientes talibanes patrullando en Jalalabad, Afganistán.
25 de agosto de 2021 21:58 h

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Pocos dudan de que el triunfo de los talibanes en Afganistán dará un impulso histórico a los extremistas islámicos violentos de todo el mundo. La victoria alentará sus campañas para derrocar y reemplazar regímenes locales, aunque también revela diferencias profundas que han debilitado al movimiento yihadista durante la última década.

Los militantes suníes de Oriente Medio y otras partes ya han dejado claro que creen que la toma de poder en Afganistán reivindica sus propias estrategias e ideología. A pocas semanas del 20º aniversario de los atentados del 11-S, los acontecimientos en Kabul tienen una fuerte resonancia. Muchas declaraciones han sido de júbilo.

La excepción: el ISIS

Pero hay una excepción notable entre los grupos yihadistas: el ISIS, que considera a los talibanes “apóstatas” debido a su disposición a negociar con Estados Unidos, su aparente pragmatismo y su fracaso a la hora de aplicar la ley islámica con suficiente rigor.

Estas críticas no son nuevas. Los talibanes también tuvieron ataques similares en la década de 1990, cuando el movimiento estaba en contacto con la ONU y los gobiernos occidentales.

Sin embargo, las críticas llegan ahora después de los feroces enfrentamientos entre los seguidores locales del ISIS y las fuerzas talibanes en Afganistán. El pasado jueves, después de que sus seguidores difundieran críticas en las redes sociales, ISIS publicó su primera declaración oficial sobre la vuelta de los talibanes y en ella los acusa de ser malos musulmanes y agentes de Estados Unidos.

Qué dicen otros grupos

El contraste con los puntos de vista de casi todos los otros grupos extremistas es notable. El miércoles, combatientes de la filial de Al-Qaeda en Yemen en la gobernación de Al Bayda y en la provincia sureña de Shabwa celebraron el regreso de los talibanes al poder con fuegos artificiales y disparos. En un comunicado, el grupo, conocido como Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), felicitó a los talibanes a la vez que reafirmaba su propio compromiso con derrocar a los gobernantes locales mediante la violencia.

“Este triunfo y empoderamiento nos revelan que la yihad y la lucha son la única manera realista que cumple con la ley islámica para restaurar derechos y expulsar a los invasores y ocupantes”, dijo el grupo en una declaración traducida y publicada por SITE Intelligence Group.

Decenas de otras declaraciones publicadas en los medios de comunicación vinculados con la dirección de Al-Qaeda, al igual que los partidarios individuales, transmiten el mismo mensaje: la victoria de los talibanes, dicen, es un gran logro y un ejemplo para los yihadistas de todo el mundo.

Los líderes y cargos religiosos de alto nivel de Hayat Tahrir al-Sham, un grupo con base en Siria que se separó formalmente de Al-Qaeda en 2016 y hoy controla la provincia noroccidental de Idlib, expresaron sentimientos similares. Un miembro destacado del grupo describe a la toma de poder de los talibanes como “una victoria para los musulmanes, una victoria para los suníes, una victoria para todos los oprimidos”.

Los talibanes pakistaníes –del grupo conocido como Tehrik-e-Talibán Pakistán (TTP)–, que cuentan con bases en regiones fronterizas del vecino Pakistán y mantienen vínculos estrechos con al menos una facción de sus homónimos afganos, han descrito los acontecimientos recientes como una “victoria para todo el mundo islámico”.

Osama bin Laden atacó a Estados Unidos de forma directa en parte porque estaba convencido de que la superpotencia se derrumbaría al ser atacada, al igual que los soviéticos en Afganistán. Es probable que cualquier nueva percepción de debilidad fomente nuevos ataques.

Diferencias estratégicas

Muchos yihadistas han visto una oportunidad para debilitar a los grupos islámicos rivales que han buscado el poder mediante elecciones, aunque muchos de estos también recibieron con beneplácito la toma de poder de los talibanes. “En cuento al juego de la democracia y el compromiso con el pacifismo son un espejismo engañoso, una sombra efímera y un círculo vicioso que comienza en cero y termina en cero”, dice AQAP.

Las divisiones entre los grupos extremistas respecto al éxito de los talibanes revelan importantes diferencias estratégicas. Aquellos que creen en la violencia sin paliativos, en el compromiso extremo con la pureza doctrinaria y en las predicciones apocalípticas se enfrentan con aquellos que han mostrado un mayor pragmatismo durante los últimos años.

Bin Laden dijo a sus seguidores que evitaran muertes innecesarias entre los musulmanes y que fueran más cuidadosos con su imagen pública. El fundador de Al-Qaeda incluso consideró cambiar el nombre del grupo como parte de una renovación general, debido a lo que lo preocupaba que su reputación se hubiera visto empañada por el asesinato de correligionarios musulmanes.

Desde su muerte el 2011, su sucesor Aymán az Zawahirí ha evitado los ataques de largo alcance contra Occidente. En su lugar, ha optado por una estrategia de expansión a través de la creación de vínculos con comunidades locales en lugares como Yemen y Malí. Sin embargo, Az Zawahirí permanece comprometido con la guerra interminable contra los apóstatas y los no creyentes, liderada por una vanguardia radical, hasta lograr establecer un califato.

El apoyo de Al-Qaeda

Que Al-Qaeda apoye a los talibanes no es sorprendente. Mantener su alianza con el grupo ha sido clave para sobrevivir durante 25 años y ahora será aún más importante.

Hayat Tahrir al-Sham, grupo que ha luchado contra el ISIS en Siria, se ha vuelto recientemente más pragmático. Su líder, Mohammed al-Jawlani, ha intentado pasar del extremismo violento a una forma híbrida de gobierno civil e insurgencia, aunque marcada por la violencia constante. El grupo controla de forma efectiva el último reducto de la oposición en Siria y parece haber relegado el objetivo de construir un estado religioso radical en el país. Asimismo, ha buscado el acercamiento a los actores internacionales. Una vez más, esto alinea al grupo con los talibanes.

El ISIS sigue representando la tendencia más extrema y sigue totalmente comprometido con su propia y brutal ideología. Aunque algunos afiliados individuales y “provincias” han moderado sus tácticas, no hay indicios de que esto vaya a cambiar pronto, como demuestra su reacción de esta semana.

Puede que estas profundas divisiones internas contrarresten parte del impulso propagandístico que el triunfo de los talibanes ha otorgado a los militantes islamistas en todo el mundo. También pueden significar que la toma de poder de los talibanes no se traduzca de inmediato en una nueva ola de nuevos reclutamientos y ataques. Sin embargo, esto sirve de poco consuelo.

Traducción de Julián Cnochaert.

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