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ANÁLISIS

La violencia y el caos en Israel dan un respiro a Netanyahu

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

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La escalada del conflicto entre Israel y Gaza ha dejado en un segundo plano los esfuerzos por formar un gobierno de coalición en el que no participe Benjamin Netanyahu, el primer ministro más longevo de Israel. Después de 12 años dirigiendo el país, Netanyahu parecía estar a un paso de perder su posición al frente de la política israelí, hasta que esta semana ha estallado la violencia.

Tras las cuartas elecciones sin un resultado claro en dos años, le habían encomendado al líder opositor Yair Lapid que intentara formar un gobierno de coalición. Pero, el cruce de cohetes y misiles entre Israel y Gaza, además de la violencia dentro de las comunidades de Israel, lo han complicado todo.

El próximo 2 de junio es la fecha límite para que Lapid forme una coalición de gobierno viable pero, si continúan las hostilidades, es probable que no se cumpla con el plazo. Mientras tanto, Netanyahu trata de reforzar su imagen de líder fuerte dispuesto a enfrentarse a los milicianos palestinos con su inflexible retórica de “puños de hierro” y golpes mortales contra Hamás.

“Estamos trabajando con todas nuestras fuerzas para proteger a Israel de los enemigos de fuera y de los alborotadores de dentro”, dijo el miércoles Netanyahu, aludiendo a su propio “liderazgo unido, fuerte y contundente”.

Vuelta de la cuestión palestina

Aunque Netanyahu ya estuvo al frente de dos operaciones militares en Gaza en 2012 y en 2014, esta vez hay una diferencia significativa.

Uno de los éxitos del primer ministro en los últimos 12 años ha sido desvincular todo lo posible la cuestión palestina de la vida cotidiana para la mayoría de los israelíes. En las últimas elecciones, la ocupación de Cisjordania, de Jerusalén Este y de Gaza no fue un factor relevante. Salvo los enfrentamientos en la frontera de Gaza, la violencia se ha limitado en gran medida a los focos de tensión en la Cisjordania ocupada.

Pero, los disturbios y ataques violentos que han estallado esta semana entre ciudadanos judíos y árabes de Israel en ciudades donde había cierto grado de coexistencia han traído de nuevo el tema a la actualidad.

Lapid ha dicho que se ha “perdido completamente el control” y ha acusado a Netanyahu de “llevarnos a la anarquía”. “Los alborotadores judíos y árabes han declarado la guerra a Israel, y no hay respuesta, ni gobierno, ni policía, ni liderazgo”.

“Estamos viendo desintegración, estamos viendo la fractura de nuestro contrato social”, ha escrito Nadav Eyal en el Yedioth Ahronoth, el periódico con más tirada de Israel.

La supervivencia de Netanyahu

Según una columna del profesor asociado del Brooklyn College Louis Fishman, publicada en el periódico Haaretz, el “mayor truco de magia” de Netanyahu ha sido cegar a los judíos israelíes para que no vieran la opresión de su Estado sobre los palestinos. “Pero hasta el castillo de naipes más cuidadosamente construido acaba por derrumbarse, y eso es exactamente lo que está ocurriendo ahora... El Netanyahuismo impenetrable, la obra de un maestro del ilusionismo, se está haciendo añicos”.

Lapid ha dicho que los acontecimientos de la semana pasada no pueden servir de “excusa” para mantener a Netanyahu en el cargo. “Todo lo contrario. Son precisamente la razón por la que debe ser sustituido cuanto antes”.

Pero no será una tarea fácil. Los pequeños partidos que tendrían que aliarse con Lapid vienen de todo el espectro político y parece probable que les resulte difícil dejar de lado sus diferencias. Por otro lado, Lapid es un experiodista de televisión que carece de experiencia política y militar relevante en un contexto de un mayor conflicto.

Además de la amenaza que se cierne sobre su cargo de primer ministro, y de las críticas por el caos que reina en las ciudades israelíes con poblaciones árabes y judías, Netanyahu es también el primer ministro israelí en activo siendo juzgado por cargos penales, como fraude y soborno. Él niega los cargos y habla de una caza de brujas por razones políticas.

Los engranajes de la justicia israelí giran despacio pero la posibilidad de una condena con pena de cárcel en algún momento del futuro debe formar parte de los complejos cálculos sobre su supervivencia.

Por el momento, sin embargo, el conflicto actual le está dando un respiro. Como dijo al periódico The New York Times Mitchell Barak, un analista político que vive en Jerusalén, “Netanyahu está exactamente donde quiere estar, en medio de una gran crisis, en la que no se quiere cambiar al primer ministro”: “Todas las posibilidades están abiertas”.

Harriet Sherwood escribe sobre religión y temas sociales para The Guardian y The Observer. Anteriormente, fue corresponsal en Jerusalén.

Traductor Francisco de Zárate.

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