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Mi coherencia y yo nos hemos dado un tiempo

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Siguiendo la tendencia imperante, mi coherencia y yo nos hemos dado un tiempo. No hemos roto definitivamente, pero hemos acordado que podemos conocer a otras personas y valores, ya sean positivos o no. Las personas y los valores. Es lo que tiene la libertad.

Ahora puedo dejar a un lado mi preocupación por el cambio climático y contratar un viaje en avión a Bali o a una cumbre climática para aprender de los líderes mundiales al respecto. Al respecto de la incoherencia, digo. Ella y yo nos estamos conociendo. Es curioso, no hace tanto que mi coherencia y yo lo dejamos y ya siento que siempre fui así, incoherente, menos cuando no lo fui. Lo cierto es que no sé si esta situación la estoy llevando bien.

Lo que toca -son los tiempos en que vivimos y hay que estar a la última- es proclamar que la coherencia está sobrevalorada. Lo coherente es aburrido y reiterativo; la incoherencia es humana, sorprendente, asombrosa, turbadora e inaudita, incluso, inverosímil, y, además, nos salva de vivir en un Power Point vital. Lo primero que he hecho es comprarme una camiseta de un grupo de música que no he escuchado en mi vida y tampoco pienso hacerlo. Creo que la incoherencia estética es esencial para dar el pego.

Practico frente al espejo mi nuevo e incoherente discurso ideológico. Ensayo porque he comprobado que delante de la gente aún salto cuando no estoy de acuerdo con algo. Me pregunto cómo harán presidentes, alcaldes, consejeros, concejales e incluso directores generales para que la incoherencia les salga tan fluida y real. He comprado un manual que creo que me puede ayudar: ‘Aprenda a Ser Incoherente en Diez Lecciones’ y, al parecer, la clave está en ser flexible con uno mismo y exigente y estricto con los demás. Esa actitud la he visto en una alguna parte recientemente y por partida doble, aunque ahora no caigo.

El manual también advierte -en sus conclusiones- que esta sociedad del siglo XXI mantiene valores absolutamente arcaicos y aún valora la incoherencia como un delito de alta traición. Empiezo a sospechar quienes son los autores. En la portada no aparecen. De manual.

Tras unas semanas tonteando con incoherencia, inconsistencia, e inanidad no termino de encontrarme a gusto. Hemos probado a ver pelis de superhéroes y comedias de Santiago Segura, a escuchar reggaetón y a tratar de engancharnos al programa ‘Aló presidente’ de Maduro’ y a las firmas de decretos de Trump, en vez de al ‘Todopoderosos’ de Rodrigo Cortes, Juan Gómez Jurado, Javier Cansado y Arturo González Campos, pero nada. No ha funcionado. No le pillo el gusto. Quizá sea por lo de la paloma aquella que transportada el espíritu de Chávez o por el niño del exorcista que acompañaba al presidente americano y a Elon Musk en el despacho Oval. Sea por lo que sea no ha funcionado.

Creo que echo de menos a mi coherencia. Le he escrito un mensaje para vernos y hablar. Las modas no deben afectar a nuestra relación. Ser coherente es esencial y además es elegante. Suficiente argumento. Mientras espero la respuesta escucho a Calamaro: “No se puede cambiar de corazón como de sombrero sin haber sufrido primero; no se puede cambiar de corazón como de camisa, sin perder la sonrisa”.

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