Pepe Viyuela y su faceta como poeta
El acto, que dará comienzo a las 19:30 horas contará con la presencia del propio Pepe acompañado de Bernardo Sánchez.
En algún momento de su vida el actor empezó a garabatear poemas en un papel y fruto de esa locura transitoria le nacieron tres hijos, hasta la fecha “Bestiario de Circo” (Páginas libros de magia, 2006), “Amarte sin saber”
(Premio Internacional Margarita Hierro 2007) y “Las letras de tu nombre” que ahora publica Ediciones Amargord en su colección Helado de Mamey.
El poeta cordobés Manolo Romero, prologuista del poemario, dice de Las letras de tu nombre que es un poemario analítico, cadenciosamente estructurado, con buen oficio, tanto en la versificación, como en los recursos.
El río del amor heraclitiano fluye por la memoria del poeta: El río del amor fluye, heraclitiano, en silvas blancas por la memoria del poeta. Brota en Logroño, el lugar remoto de la infancia. Cruza la adolescencia, y de su aljibe manan los recuerdos idealizados del amor platónico y el despertar de la pasión. El cauce se va ensanchando y las aguas se van haciendo salitrosas con el tiempo y la experiencia; la sensualidad invade la fantasía y anega la expresión poética con imaginativas metáforas y sinestesias, con sustanciosos hallazgos líricos y brillantes juegos de espejos.
Aparecen en muchos poemas secuencias de reflejos neorrománticos, exacerbados, que cambian de temperatura y el color del ánimo súbitamente, de lo fogoso, al frío; del cromatismo variado, al gris o al negro. El mal de ausencia provoca tormentas de espíritu. El erotismo derramado en metáforas audaces ilustra con frecuencia los pasajes del libro. En el último tramo, cuando el tema va agotándose de maduro, aparecen nuevas facetas, como el manifiesto de su poesía amorosa. Emerge al fondo el poeta pintándose a sí mismo.
Sostiene Manolo Romero que hay cambios constantes en el poemario y las variaciones sobre el tema están sabiamente articuladas, por lo que desde el comienzo, este libro confesional, con tonos de conversación, de soliloquio, persuade, y tanto la gracia verbal, como la imaginación y la variedad de planos, exultantes o contenidos, tan bien resueltos por la melodía de los endecasílabos, heptasílabos y octosílabos descalzos, delicados, estimulan la lectura hasta el final y hacen gozar de las brisas que provoca el alma buena de su autor. Al fin de la batalla vence la esperanza.
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