Lluvia fina es un blog del equipo de política de eldiario.es con análisis y opinión de lo que sucede en el día a día en los partidos políticos
Las elecciones europeas engañan
Gran parte de las expectativas políticas que tienen los partidos para 2014 pasan por lo que ocurra en las elecciones europeas, que en España se celebrarán el 25 de mayo y cuyos resultados se leerán, inevitablemente, en clave nacional.
Es seguro que al Partido Popular de Mariano Rajoy le faltaría tiempo para sacar pecho si vuelve a ser el partido más votado en estos comicios, después de la política de recortes que lleva aplicando toda la legislatura, y daría por cierta una próxima victoria electoral. El PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba, de llegar a ser primera fuerza política, no pestañearía en colocar el mensaje de que “pueden volver a gobernar” y quién sabe si hasta llevaría a su actual líder a plantearse presentarse a las primarias. Y, de no serlo, a buen seguro que volvería la depresión colectiva en las filas socialistas.
A Izquierda Unida una importante subida en eurodiputados le haría confiarse en estar en una situación inmejorable para las municipales, autonómicas y generales de 2015. Y, si lo mismo sucede con UPyD –como apuntan las encuestas–, el partido de Rosa Díez lo vendería como la consolidación de una importante nueva fuerza política en España a tener muy en cuenta en la formación de futuros gobiernos de todo tipo.
Sin embargo, el partido que haga estas interpretaciones con los resultados que apuntan los sondeos corre un grave riesgo de equivocarse, y en las últimas dos décadas nunca los comicios europeos han sido referente de lo que pasa después en unas generales. Es más, han generado falsas expectativas en todos los casos y, además, clamorosos errores de estrategia política.
La primera vez que ocurrió fue en las elecciones europeas de 1994 cuando el Partido Popular, por primera vez en el periodo democrático, ganó unas elecciones de ámbito nacional. Nada más y nada menos que diez puntos de diferencia le sacó Abel Matutes (candidato del PP) a Fernando Morán (candidato del PSOE). Entonces, tanto el PP como las encuestas de sondeos se aferraron a estos datos para estar vaticinando durante dos años una amplísima mayoría de los populares en las elecciones generales, que rozaría la mayoría absoluta. Pero éstas llegaron, y José María Aznar llegó a ser presidente del Gobierno ganando las elecciones por apenas un punto de diferencia con Felipe González y menos de 300.000 votos de diferencia.
Algo parecido sucedió en 1999, donde el PSOE de Joaquín Almunia –con Rosa Díez como candidata– quedó a poco más de tres puntos de distancia con Loyola de Palacio (la candidata del PP). En aquel PSOE se abrieron unas expectativas desmesuradas de que ganarían en el año 2000, llevando incluso a los socialistas a ir en coalición con Izquierda Unida en algunas circunscripciones al Senado, para garantizarse la mayoría de las dos Cámaras. Otro error de apreciación. Aznar, sólo un año después, arrasó a los socialistas y consiguió la primera mayoría absolutísima del Partido Popular.
Aunque de menor relieve, situaciones similares ocurrieron con la interpretación de los resultados en los comicios europeos de 2004 y 2009, pero éstos tuvieron la peculiaridad de celebrarse después de las generales y no antes. Así, en el 2004, tras la victoria pocos meses antes de José Luis Rodríguez Zapatero y su alta valoración entre los ciudadanos tras la retirada de las tropas de la guerra de Irak, los socialistas esperaban pasar como una apisonadora por encima del PP, consolidar su victoria y quitar los fantasmas del 11M. Pero apenas en dos puntos superó Josep Borrel a Jaime Mayor Oreja. Y representó todo un bálsamo para el “tocado” PP de Rajoy, que le hizo reafirmarse en su teoría de que sólo los atentados de Atocha llevaron al entonces líder del PSOE a La Moncloa.
Y en las últimas de 2009, el PP volvió a ser el partido más votado, logrando el 42,2% de los votos frente al 39,3% que alcanzó el candidato socialista, Juan Fernando López Aguilar. El PSOE de entonces, aún no desgastado por la crisis, restó importancia al resultado y lo daba “por remontable” en unas elecciones generales y si los populares seguían presentando a Mariano Rajoy como candidato. El PP volvió a sacar mayoría absolutísima dos años después y con Mariano Rajoy a la cabeza.
Por todo ello, lo que está claro es que los comicios al Parlamento Europeo son peculiares, que los ciudadanos saben distinguir en cada elección y, además, cada vez tienen un menor nivel de participación. Pero mucho me temo que las lecturas de ámbito nacional serán inevitables, que los partidos intentarán sacar la mayor rentabilidad política a lo que suceda y que marcarán sus estrategias en función de los resultados. Volverán a equivocarse. Las elecciones europeas engañan (por avisar).
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