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Espectáculos y cultura al ralentí en el Madrid que quiere pasar página a la COVID

Sala de conciertos

Víctor Honorato

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Las ansias de ocio al aire libre han supuesto para los teatros de Madrid un verano casi yermo, tanto de espectáculos como de público. “Peor que en 2020 […] Hacía veintitantos años que no estaba tan vacío”, señala Jesús Cimarro, presidente de la Asociación de Productores y Teatros de Madrid (APTEM). Entre el tradicional éxodo de agosto y el afán por el terraceo de este segundo año COVID, las artes escénicas han pasado una temporada baja especialmente frugal que no deja mucho margen de maniobra: si con el otoño no se vuelven a permitir los aforos completos, será complicado mantenerse, avisa.    

 También las salas de música lo han pasado mal. “El público ha huido de Madrid”, lamenta Javier Olmedo, gerente de La Noche en Vivo, que reúne a las más de 50 salas de conciertos de la capital. “Casi el 40% no habían vuelto a abrir desde marzo del año pasado”. Ahora “no han sido solo los destinos vacacionales, sino las terrazas. Nos hemos encontrados un verano cultural y de música en directo casi a cero”, añade.

Si Madrid tiene 60 teatros, en los dos meses de estío no han estado abiertos nunca más de seis u ocho, indica Cimarro. “Antes de la pandemia, prácticamente todos permanecían abiertos, desde el pequeño al gran formato”, recuerda el productor, responsable de los teatros Bellas Artes y La Latina.  Así que, este año más que nunca, toca compensar las flaquísimas vacas con los nuevos estrenos. A la espera de las plateas a rebosar. “Trabajamos para llegar al 100% del aforo, con todos los protocolos: mascarilla, entrada escalonada, gel hidroalcohólico; pero con el aforo completo. No tiene sentido que trenes autobuses, metro y aviones vayan al 100% y en el teatro o en el cine, donde no hay contagios, no se esté”, anuncia. 

El regreso de producciones que se dejaron de representar a mitad de campaña y, sobre todo, el retorno de los musicales, es la principal baza. “El rey León es el buque insignia”, apunta Cimarro, que señala que entre este mes y el que viene se estrenarán hasta ocho montajes de este tipo. El resto de espacios empieza a funcionar desde esta semana. “El 70% de la población está vacunada, así que hay más seguridad y tranquilidad […] ”Si [la Comunidad de Madrid] no nos permite el 100% de aforo, tendrá que explicarnos por qué“, insiste. 

Generación (musical) perdida 

Uno de los efectos secundarios del año y medio de pandemia es que los músicos jóvenes no han tenido dónde ensayar ni bregarse en el directo, apunta Javier Olmedo. “Las nuevas bandas que no han podido tocar lo van a tener muy difícil, se van a programar cosas más seguras y conocidas”. Echa cuentas: si la programación anual normal era de unos 17.000 conciertos, ahora se quedan en “6.000 o 7.000”, que quedan reservados a bandas contrastadas. “Tener dos o tres años a tíos así, es que lo dejan”, prevé. Además, tampoco las audiencias noveles han empezado a ir a conciertos. “Me dan miedo los nuevos públicos, los que no empezaron por edad. Podemos perder una generación, entre los botellones y Netflix”, se teme. 

Si los teatros lo han pasado mal, las salas de música están en la UCI. “Necesitamos sí o sí ampliar aforos e intentar que la gente pueda estar de pie”, urge Olmedo, que señala que las condiciones actuales, de limitar la entrada a la mitad, supone en la práctica no pasar del 30%, porque separar a los clientes por mesas implica renunciar a más espacio aún. “Lo que están haciendo hasta ahora las salas, las que han podido, es para hacer un guiño y sacar del ERTE a trabajadores y artistas”, prosigue, y pone cifras: “De los 34.000 a 36.000 que actúan en salas, [la mayoría] no van a festivales ni sitios grandes. Están totalmente a cero de ingresos. Así que estamos preocupadísimos, no sabemos cuándo van a cambiar las condiciones ni cuándo vamos a poder aguantar”, avanza.

Los problemas se acrecientan por la propia naturaleza del negocio. Programar actuaciones es “dificilísimo”, cuando se desconocen “las medidas que va a haber en cada momento”. “Lo más normal es que no le salgan los números ni a la sala ni al promotor ni al artista ni a nadie”, lamenta. La evolución del coronavirus en las próximas semanas y el posible aligeramiento de las medidas restrictivas son, así, fundamentales, opina: “Ya no se puede hacer mucho más. Ya se ha tirado de ahorros, ya se han pedido créditos y las ayudas fortísimas que se prometían no han llegado. Este par de meses van a ser vitales para el tejido cultural”.

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