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La antigua residencia de ancianos de Malasaña, al mercado del alquiler en un barrio tomado por los pisos turísticos

La antigua residencia de mayores ocupa un edificio de cinco plantas en la céntrica Malasaña. / Fernando Sánchez

Patricia Rafael

La Santa Pontificia y Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid destinará la antigua residencia de ancianos de Malasaña, de su propiedad, al alquiler, según han informado fuentes de la asociación a eldiario.es. El inmueble es un céntrico edificio de cinco plantas situado en pleno barrio de Universidad.

La entidad católica, que cada día ofrece cenas gratuitas a personas sin recursos y dirige un colegio concertado, gestionaba hasta hace año y medio la única residencia de ancianos de la zona, que ocupaba al completo el edificio situado en la calle del Pez. En febrero de 2016 la asociación informó a los residentes de que, por falta de fondos, el centro debía cerrar y antes de que acabara el verano de ese mismo año el último anciano abandonó las instalaciones.

Debido a la precipitación del cierre, entre familiares de residentes y vecinos del barrio comenzó a correr el rumor de que la Hermandad del Refugio quería vender el inmueble para que una empresa lo convirtiera en pisos destinados a turistas, algo habitual en una zona donde los vecinos llevan movilizándose desde hace tiempo contra la proliferación de viviendas para quienes están de visita unos días en la ciudad.

Edificio vacío desde hace año y medio

Pero en el último año y medio no se ha vendido y desde el cierre de la residencia el edificio permanece vacío a excepción de un vigilante que se encarga de que nadie lo ocupe. Desde la Administración de la Hermandad confirman que la entidad ha decidido “formalmente” no poner a la venta el inmueble e informan de que la Asamblea General aprobó el pasado 21 de diciembre autorizar a la Junta de Gobierno “negociaciones con el fin de arrendar el edificio de Pez 1 y así consolidar una importante renta anual durante un periodo de tiempo”.

La propiedad no especifica, sin embargo, si esas negociaciones irán encaminadas a alquilar todo el edificio para que pueda reabrirse la residencia o si también se baraja la posibilidad de que las instalaciones se transformen en pisos que podrían acabar destinados a turistas. “Hay una enorme preocupación porque el barrio está en el centro de la especulación desde hace tiempo”, señala Jordi Gordon, portavoz de la Asamblea Ciudadana Barrio de Universidad (ACIBU), quien subraya la falta de dotaciones sociales de la zona y apunta a edificios vacíos muy cercanos entre sí, algunos destinados a dotaciones que nunca llegaron, que se han convertido en objeto de deseo de los especuladores.

“El edificio de Corredera Baja de San Pablo, 20 [que solía albergar el bar La Pepita] fue comprado por el Ayuntamiento para construir servicios sociales en el barrio y luego lo vendieron”, explica el portavoz vecinal. En 2009, cuando el popular Alberto Ruiz-Gallardón estaba al frente del Consistorio, se inició un proceso de venta que terminó con la adquisición del inmueble en 2014 por una sociedad privada a pesar de la oposición vecinal, que se movilizó para que el edificio quedara en manos públicas.

Tras varios años de obras el edificio está prácticamente remodelado y los vecinos temen que las viviendas se destinen solo a uso turístico. El inmueble está a menos de cien metros del que ocupaba la residencia, que a su vez, colinda con otro de cinco plantas donde desde hace años solo vive una inquilina. “En apenas unos metros hay tres edificios, cuatro, si sumamos el que ocupaba el Patio Maravillas [también en la calle del Pez], que pueden acabar convertidos en plazas para turistas”, afirma Gordon, quien subraya que la “nueva burbuja es la burbuja turística y, como ya ocurriera con la inmobiliaria, el pato lo acabaremos pagando los ciudadanos si las administraciones no toman cartas en el asunto”.

El edificio que ocupaba la residencia de ancianos tiene cinco plantas cuyas superficies, según sea la escalera derecha o izquierda, oscilan entre los 73 y 253 m², según los datos que constan en el Registro de la Propiedad. Además, hay una sexta planta, destinada a trasteros con superficies de entre 33 y 41 m² y tres locales comerciales en la planta que da a la calle que suman más de 400 m². Cuando la residencia estuvo abierta, estos espacios eran la cafetería del centro y era habitual ver a a algunos de sus residentes jugando a las cartas o el dominó.

María Ángeles Rodríguez, cuya madre estuvo casi 12 años en el centro, explica que en el primer piso estaban los despachos de la dirección y una gran sala con libros y salón de uso común. En las tres plantas siguientes, se repartían las habitaciones y en cada piso había además un salón y un comedor. La cocina estaba en la última planta, además de una capilla. En el sótano se encontraban las calderas y una sala de rehabilitación para los residentes.

Cada usuario pagaba entre 1.480 y 2.000 euros, dependiendo de si la habitación era compartida o individual. Además, al entrar al centro los mayores debían abonar la mitad de una mensualidad en concepto de fianza, según recogen los contratos que firmaban al convertirse en residentes. Abierta en 2001, 15 años después la propiedad anunció su cierre, prácticamente de un día para otro. “Ni los residentes ni los trabajadores se lo esperaban”, explica Rodríguez, cuya madre había fallecido dos años antes pero, como vecina del barrio, seguía teniendo mucha relación con el centro.

Falta de fondos para mantener la residencia

Según recogió en su día el periódico Somos Malasaña, en febrero de 2016 el Hermano Mayor-Presidente de la entidad, Luis Eugenio Redonet de la Vega, envió una carta a los residentes informando de que el déficit de la residencia les obligaba a cerrarla para poder seguir manteniendo el servicio de las cenas gratuitas y el colegio, donde estudian más de un centenar de niños y niñas.

De hecho, la entidad explica ahora que ha decidido alquilar el inmueble de Pez para mantener el centro escolar y el comedor social. La Hermandad el Refugio es una asociación privada de beneficiencia que hace cuatro siglos fundaron miembros de la nobleza madrileña para ayudar a los más desfavorecidos. Así sigue siendo desde entonces. Formada por 430 miembros, en la Junta de Directiva, donde solo hay hombres, está integrada por marqueses y condes, entre ellos Fernando Ramírez de Haro y Valdés, Conde de Bornos y marido de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.

Según explicaba el presidente la Hermandad hace dos años con motivo de la incorporación a la entidad del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, “todas las actividades de la asociación son sin ánimo de lucro y lo que hemos conseguido ha sido gracias a herencias, legados y donaciones”. En esas mismas declaraciones, realizadas a la agencia Europa Press y recogidas por 20 Minutos, se explicaba que el edificio donde estaba la residencia fue comprado con un legado de 900 millones de pesetas –casi cinco millones y medio de euros– de los dueños de las cafeterías California.

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