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Todo sigue igual en el centro de salud de Puente de Vallecas: ni un médico a jornada completa para 12.500 personas

La doctora Beatriz Arribas y el doctor Daniel García, frente al centro de salud Vicente Soldevilla de Puente de Vallecas.

David Noriega

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“¡Estoy de acuerdo! ¿Tengo que firmar?”. Marisa se acerca decidida a una pequeña mesa instalada frente al centro de salud Vicente Soldevilla, en Puente de Vallecas. Bajo una gran pancarta en defensa de la sanidad pública, Fede lleva media mañana recogiendo los apoyos de decenas de vecinos que dan fe de la situación insostenible en la que se encuentra su ambulatorio. “Está todo fatal y no me da la gana de irme a la privada, que para algo llevo toda la vida trabajando”, continúa la mujer, de 59 años.

Siete meses después del acuerdo alcanzado entre los sindicatos y la Consejería de Sanidad para poner fin a 123 días de huelga indefinida, los problemas continúan en centros como el de Puente de Vallecas. Principalmente, en el turno de tarde, donde se focalizan los puestos de difícil cobertura. Este miércoles, en ese turno, en el Vicente Soldevilla solo han pasado consulta el doctor Daniel García y la doctora Beatriz Arribas. Ella tiene una reducción de jornada al 50% para cuidar de su hija y su hora de salida son las 17.30h. Él, al 80%: los jueves y los viernes está por la tarde, los lunes por la mañana y los miércoles de 11 a 18h. A partir de esa hora, no hay médicos en el centro.

En concreto, este centro de salud atiende a una población de unas 25.000 personas, algo más de la mitad con turno de tarde, cuando debería haber ocho médicos de forma estructural. Solo hay dos, no a turno completo. Y bajando. Hace unas semanas eran cuatro. Este martes, quedaban tres. El miércoles, una trabajadora se había dado de baja. “En ambos casos se fueron tras quedarse solas”, asegura García, que lamenta la “sensación de impotencia, la sobrecarga y el no poder más”.

Este doctor tiene un cupo de 1.840 tarjetas asignadas. Son 1.840 potenciales pacientes. Pero no son los únicos que atiende, porque a ellos se suman los de sus compañeras de baja y los cerca de 5.000 vecinos sin médico asignado en esa zona. El cupo de Arribas es de 1.600. En ambos casos revientan cualquier recomendación, que sitúa el tope para prestar una asistencia de calidad en los 1.500 pacientes para una jornada completa que ellos no tienen.

No es fácil decir que no les vas a atender, porque no hay otro compañero que pueda hacerlo. Se nos pone entre la responsabilidad y la culpa: tenemos que hacernos cargo de la salud de la población pero en esta situación no podemos asumirla con garantías

Daniel García Médico de familia

Y esos cupos no paran de aumentar, a cuenta de la buena voluntad de los profesionales, que tratan de paliar a base de horas extra las carencias del sistema. “Cada semana hay cinco o seis personas que entran nuevas, porque están sin médico y te lo piden. Podría decir que no, rechazarlos, pero no es fácil decirles que no les vas a atender, porque sabes que no hay otro compañero que pueda hacerlo. Se nos pone entre la responsabilidad y la culpabilidad, porque tenemos que hacernos cargo de la salud de la población pero, si somos sinceros, en esta situación no podemos asumirla con garantías”, explica García.

En mitad de la conversación con los doctores, a la puerta del centro de salud, una mujer se acerca con los ojos llorosos. “Gracias a usted”, le dice al médico. Su hija, de 21 años, lleva ingresada desde el viernes con una neumonía y problemas en el colon. “Cada vez que venía la veía un médico distinto y le decían que era un resfriado, hasta que usted la mandó al hospital”, continúa Nancy Martínez. “Esta vez lo descubrí yo, pero otra vez será otro, porque esto nos puede pasar a todos”, admite el médico. Arribas, que atiende a la conversación, pone palabras a la advertencia que los profesionales llevan haciendo durante años: “Si esta paciente tiene un médico asignado que la conoce y sabe que no suele venir nunca, que viene dos veces seguidas, que no le funciona lo que le das, te saltan las alarmas, aunque los síntomas no sean claros, pero con esta sobrecarga no podemos dar una asistencia continuada”.

Nancy tiene ahora que comprobar que ella no está enferma. En la mano tiene una papeleta con un turno para este miércoles. “Me ha dicho que no está la cita”, protesta. Cuando los médicos ven la hora que marca el ticket, a las 19.55h, descubren el motivo: “Claro, es paciente de la compañera que se ha dado de baja hoy”. O la atienden ellos, o no la atenderá nadie en ese centro.

“Me planté en la consulta y abordé al médico”

El día 4 de octubre, Loli Muñoz pidió una cita para su madre. Este viernes cumple 91 años y tiene problemas con la medicación y un deterioro cognitivo. “Me dieron cita para el 23 de octubre. Ni siquiera con un catarro puedes esperar 19 días, pero es que con 91 años puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte”, afirma indignada. Le recomendaron ir por urgencias, pero su madre, con poca movilidad, no puede salir de casa. “Me planté en la consulta y abordé al médico. Di con Dani, que como otros compañeros es muy humano, pero el problema lo tienen ellos, que están desbordados. En otra ocasión dejé un aviso y la doctora me llamó a las 20 horas. Luego me enteré que tiene reducción de jornada y debería salir a las 17.30h. La deficiencia por parte de los médicos no es”, defiende convencida. ¿Por qué no tienen médico asignado? “Las dos doctoras que mis padres han tenido durante años se han ido, porque el trabajo era insostenible”.

Pese al compromiso de la Consejería de garantizar un máximo de 30 pacientes más otros cuatro de urgencias, tanto García como Arribas ven incumplida esta cuenta. Ella, con su media jornada, suele alcanzar ese número, que en su caso debería ser la mitad. García lo supera con creces. “El problema de los acuerdos de salida de huelga es que si no se acompañan de una verdadera reposición de recursos humanos es muy difícil que se puedan llevar a cabo de manera fluida”, explica la presidenta de Atención Primaria del sindicato Amyts, Isabel Vázquez.

El problema de los acuerdos de salida de huelga es que si no se acompañan de una verdadera reposición de recursos humanos es muy difícil que se puedan llevar a cabo de manera fluida

Isabel Vázquez Amyts

Profesionales y sindicatos admiten que la parte económica de aquel pacto sí se está cumpliendo, pero como venían advirtiendo en sus reivindicaciones, no todo es una cuestión de dinero. La Consejería puso sobre la mesa las conocidas como agendas de absorción, a cargo de médicos voluntarios, que han aliviado algunos centros, pero no a todos. “Los centros que estaban bien antes, con menor presión asistencial y pocas bajas, ahora están bien, pero aquellos en los que ha habido bajas, jubilaciones, mayor presión, más pacientes sin tarjeta, etc. no tienen quien les haga la absorción y los que están tienen que asumir lo que les llega, lo que produce sobrecarga, síndrome de burnout, agotamiento, estrés y, posiblemente, termine en una nueva baja. Es la pescadilla que se muerde la cola”, señala Vázquez.

Desde el sindicato señalan que hay centros, como el propio Vicente Soldevilla o Abrantes, Carabanchel O Frontera, donde la situación sigue siendo complicado, mientras otros como Los Ángeles o Buenos Aires, también en Vallecas, han podido organizarse. Fuentes de la Consejería indican que las agendas de absorción se han puesto en marcha desde junio en más de 150 centros de salud, entre ellos el de Puente de Vallecas, pero aún es pronto para disponer de “datos concluyentes sobre su repercusión”.

La Consejería señala a los médicos: “Se distribuyen acorde a sus propias necesidades”

En el caso concreto del Vicente Soldevilla, estas mismas fuentes apuntan directamente a los profesionales. “No es una cuestión de falta de médicos, sino que los existentes se están distribuyendo acorde a sus propias necesidades, bien sea por cuestiones de conciliación o por las retribuciones”. Pero esos médicos que eligen el turno de mañana lo hacen o porque en esos horarios hay plazas vacantes o porque es la que han sacado por oposición. Y aquí solo tienen garantizado una agenda de absorción por la tarde, los jueves, cuando un compañero va cuatro horas.

María José García también es sanitaria, aunque ella se jubiló hace seis años. Fue enfermera en ese mismo centro y ahora está volcada en la plataforma de defensa de la sanidad pública de Vallecas, que este jueves organiza una protesta frente a este centro, a las 19h, para reclamar mejoras. “La situación general en Madrid, y en particular en este barrio, es un auténtico desastre”, lamenta. “¿Puede pedir una cita?”, le propone quien escribe estas líneas. Saca su teléfono, entra en la app y la solicita a la vista de varias vecinas: “En estos momentos no es posible gestionar su cita. Contacte con su centro de salud”, se lee en la pantalla.

Y ese “contacte con su centro de salud” aboca a la sobrecargar también al personal administrativo, el primer dique de contención frente a las quejas, muchas veces justificadas, de los pacientes. Incluso al de enfermería. “Esta tarde, a partir de las 18h se queda solo enfermería. No van a poder vacunar, porque siempre tiene que haber un médico por si hay una reacción adversa, se van a quedar para los citados y para lo que puedan resolver de la gente que llegue, pero no pueden recetar, no pueden dar una baja...”, lamenta Arribas.

Los vecinos y los sanitarios esperan que la situación mejore, aunque las esperanzas empiezan a flaquear. Entre los pacientes que se acercan a firmar se percibe el interés y las ganas de reivindicar una sanidad pública de calidad, pero también cierto hartazgo por meses, incluso años, de peticiones desatendidas. Los doctores, mientras tanto, se mueven entre la resignación y el miedo por lo que será de ellos y de su propia salud en el futuro, no tan lejano por las experiencias de las compañeras que han terminado con una baja. “Ayer le di a un tratamiento a una paciente y le dije que tendría que volver en tres semanas, pero no sé dónde voy a estar ni en qué situación estará esto para entonces...”, ejemplifica García.

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