Visitando a ciegas la exposición Matter, de Aleix Plademunt
Actualmente, y hasta el próximo 24 de julio, podemos visitar en la Sala del Canal de Isabel II (en el antiguo depósito elevado de agua, en Santa Engracia) la exposición Matter, de Aleix Plademunt, que mezcla fotografía (sobre todo) y videoarte.
Si, como es mi caso, no conoces la obra del autor ni estás informado de la naturaleza conceptual de la exposición, es recomendable entrar en ella a ver qué pasa. O al menos así lo hice yo de forma algo casual y la experiencia resultó enriquecedora.
Nada más entrar en el viejo depósito de ladrillo, sorprende la completa oscuridad de la planta baja. Al frente, una gran instalación con una pantalla que emite algo así como la niebla de un televisor de los antiguos, con un zumbido que te acompaña durante parte de la visita creando cierta sensación de desasosiego (al menos, a mí).
Con alguna dificultad visual, cogí uno de los folletos de la exposición. Me sorprendió que eran particularmente voluminosos. Tras dar una vuelta a la instalación de la planta baja subí a la primera y me percaté de que las fotografías expuestas en las paredes no tienen título, cartela ni explicación alguna.
Abrí el cuadernillo que había recogido junto a la puerta. Un croquis en la parte de arriba de cada página dibuja la situación de cada obra. Debajo, aparece la explicación de las mismas. La letra es poco apta para mi presbicia y he cogido el folleto en inglés. Decido ver la muestra cojeando, descubriendo, sin la muleta textual.
Las fotografías son diversas, algunas están colocadas de manera que quieren subrayar los contrastes, o eso me parece. Lo antiguo / lo nuevo; la naturaleza /la naturaleza muerta; / la vida humana –un primer plano de un parto, unas flores / lo sintético, a veces hasta gente real con gesto inerte.
Hay algo sobre el origen de las cosas, el tiempo y el devenir, creo captar. Una mirada trascendente sobre todas las cosas que se encuentra el artista; miradas desde diferentes distancias. También, sobre la materia. Esto es fácil: ahí está el nombre de la exposición. Las fotografías están tomadas en distintas partes del mundo.
En las tres plantas superiores se encuentran las series fotográficas y en la cúpula del depósito, habitualmente reservadas para los vídeos de las muestras, un ejercicio de videocreación proyectado sobre la bóveda metálica del depósito. La instalación está acompañada por un sonido de fondo constante que recuerda al zumbido perceptible en la planta baja y acompaña dos enormes pantallas pareadas que, de nuevo, juegan con los contrastes en imágenes muy dispares entre sí, que riman con las fotografías vistas con anterioridad.
De nuevo, la casualidad quiso que los auriculares disponibles estuvieran ocupados, así que, suponiendo que den más información sobre lo que está viendo el espectador, otra vez me enfrenté a la imagen sin guías. Alrededor del depósito de sección circular, hay dispuestos unos sillones que invitan a tumbarse. Un señor, estaba dormido, un gran grande miraba impactado las imágenes (que van de lo poético a lo incómodo y de lo paisajístico a la fotografía médica), y un par de chicos, solos, parecían querer desentrañar lo más profundo de la propuesta.
La película es larga y uno no tiene asideros para saber cuánto tiempo lleva allí ni cuánto debe permanecer. Yo me quedé, calculo, un cuarto de hora. Cuando salí me percaté de que una cuenta atrás marcaba que aún quedaban 16 minutos y 40 segundos de cinta.
Tengo junto a mí el folleto de la exposición, pero he decidido escribir sobre ella tal y como la he visto. Quizá vuelva otro día y la revisite con los textos de apoyo. Ya no escribiré una nota pero, si lo hiciera, es muy posible que fuera otra distinta.
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