De mayor quiero ser Felipe Fresón
No cantaban bien. Tampoco eran los que mejor tocaban. Pero hace casi veinte años revolucionaron la escena independiente española con una canción que se hizo viral en un tiempo sin redes sociales y corrió como la pólvora en bares y en radiofórmulas. Eran Los Fresones Rebeldes.
Anoche, en Malasaña (Ochoymedio), el público acudió para ver qué quedaba de aquello. El grupo era cabeza de cartel del Stereoparty 2016, se volvía a reunir después de pasar en 2014 por Madrid para una corta actuación en el Matadero y había ganas de verlos. Entre el público, bastantes canas y hasta padres con niños, que desde hace unas semanas pueden volver a entrar en las salas de conciertos de Madrid (aleluyah!). También había veinteañeros, que estaban en la sala But por los otros dos grupos -White Bats y Los Wallas, malasañeros- y que les picaba la curiosidad de ver al grupo que triunfó cuando iban a la ESO.
Lo que vieron jóvenes y talluditos fue, al principio, una imagen que daba bajona: los cinco fresones con 15 años más encima, mejor o peor llevados según los casos. Los que superaron este duro impacto inicial -alguno de los no fans salió corriendo- obtuvieron rápidamente recompensa gracias a su paciencia: un concierto bien llevado, de menos a más, emotivo y con momentos para el recuerdo como la interpretación de Bola de Cristal o, por supuesto, Al Amanecer en versión acelerada.
La figura que llevó la batuta de la actuación fue la de Felipe Fresón, un popero que conoció el éxito con treintaymuchos y que a sus 53 años fue capaz de comandar con éxito este come back, después de sacar hace unas semanas nuevo disco con otro de sus muchos grupos, Cola Jet Set. Inconfundible con su camiseta de rayas blancas y negras -entre el público había varias seguidoras con el mismo atuendo- y armado de su guitarra, hizo comentarios, chistes y presentó una a una las canciones que les hicieron vender más de 20.000 copias por disco en su momento. Una figura clave del pop patrio, Felipe, con tal vez menos reconocimiento del que se hubiera merecido.
Desafinos y desacordes aparte, lo mejor de la actuación fue la parte final y el bis, que tuvo que ser acortado por problemas de tiempo -sacrificaron La Inocente pero a cambio sonó el Calabazas previas en distorsión pura-. Ahí se pudo ver la fuerza y el alma de un grupo que parecía de tontipop pero que era capaz de versionear a la vez a los Undertones con su vena más punk. La escena final para el recuerdo la dejó Cristina, la bajista, diciendo al público “me voy a guardar esta imagen” mientras era aplaudida y despedida con los brazos en alto por los cientos de presentes. Los Fresones ya se van.
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