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El mercado más grande de Europa, el paso de las Termópilas y su futuro en Tetuán: “Tenemos que atraer a más público”

Rótulo de la entrada trasera al Mercado de Maravillas

Diego Casado

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“Cuando me hice cargo del mercado sabía que era muy grande, pero no me imaginaba semejante monstruo”. Lo confiesa José Miguel García Viejo (Chamberí, 1984), el nuevo responsable del mercado público de abastos cubierto más grande de Europa, el de Maravillas, en Tetuán. Lo hace mientras camina por sus largos pasillos, aparcamientos y galerías, en las que es fácil perderse. García Viejo lleva seis meses trabajando como director gerente del Maravillas, toda una institución para los tetuaneros y madrileños, a los que lleva alimentando durante los últimos ochenta años. En sus 8.700 metros cuadrados de superficie caben más de 125 operadores, centrados sobre todo en la alimentación y el producto.

“Somos un referente. El mercado ha resistido hasta ahora muy bien a los cambios en los hábitos de consumo, porque hay clientes muy fieles, pero el público tradicional se nos está haciendo muy mayor”, reconoce de forma cruda García Viejo al inicio de la conversación como Somos Tetuán. “Por eso es importante que hagamos un esfuero para atraer público joven, y que ese público de menos edad, que se ha ido a la mediana distribución -supermercados-, haga el esfuerzo de venir al mercado”.

El nuevo gerente cree que el mercado ha conseguido retener a la clientela, incluso en momentos tan duros como la pandemia, por la “cabezonería” de los comerciantes de mantener su forma de hacer negocio “en los años noventa, para bien y para mal”. Pero ahora quiere impulsar un cambio: “Necesitamos dos o tres años para acelerar la modernización del mercado para compensar el par de décadas durante las que el lugar no se ha movido al mismo ritmo que el resto de Madrid”, detalla. Eso incluye “entender los nuevos hábitos de consumo, entender al público y aportar cosas nuevas. Tenemos que liderar, en lugar de ir a rebufo”, dice.

Una de las primeras cosas que ha hecho es preguntarse cuánta gente entra en el mercado cada día, un dato que se presume elevado pero que hasta ahora no se había investigado. Una empresa contratada se encargará del conteo: “Estoy seguro de que no hay en toda España un punto de comercio tradicional con tanta afluencia de público”, afirma García Viejo, que aspira a atraer a los muchísimos transeúntes que caminan cada día por la populosa Bravo Murillo.

Otra de las primeras decisiones que tomó a su llegada al mercado fue la de asegurarse que las cuentas estarían saneadas y encaminar la salud financiera del mercado: “Cuando entré, la financiación me preocupaba pero con los cambios valientes que hemos hecho y las herramientas que hemos adoptado, las cuentas están saneadas. Ahora mismo no debemos dinero”, dice satisfecho después de acabar varias obras para la reforma del mercado, mientras evita hablar mucho del pasado y de la gestión anterior y se extiende sobre sus planes para el futuro: “En este lugar hay mucha posibilidad de desarrollo de negocio, quedan muchas áreas por explotar y mucho público al que atraer”, explica antes de reconocer que “es un proyecto difícil pero que tiene un potencial de la hostia, yo estoy encantado”.

El doble filo de la libertad de horarios

Uno de los melones que están por abrir en el mercado es el de la ampliación de las horas de apertura. García Viejo conoce de primera mano el efecto de los horarios sobre el comercio. Lo pudo comprobar hace unos cuantos años, cuando trabajaba de cajero en el Supercor de Clara del Rey durante los fines de semana, mientras estudiaba en la Universidad: “Había gente que hacía allí la compra de la semana, porque el domingo por la tarde era lo único que estaba abierto”, recuerda. De aquella experiencia se le quedó grabado a fuego que había un perfil de cliente que necesita comprar fuera de los horarios tradicionales, algo que intenta transmitir a los operadores de su nuevo mercado, con muchas reservas.

En el Mercado de Maravillas se cierra a la hora de comer desde hace décadas. “Es una costumbre que muchos comerciantes no quieren abandonar, aunque otros muchos sí”, apunta García Viejo, que se confiesa defensor de la libertad de horarios aunque a la vez reconoce que se trata de un arma de doble filo: “Permite a los comerciantes adaptarse a los hábitos de consumo, pero por otro lado presenta una vía libre para esto”, reconoce mientras lo ejemplifica recordando los tiempos en los que las panaderías no abrían los domingos y todo el mundo que quería comer el pan del fin de semana lo compraba el sábado. “Si tú te adaptas continuamente a los hábitos de consumo, estos nunca encuentran una fuerza en su contra, hay que encontrar ese equilibrio”.

En la búsqueda de este punto medio se encuentra ahora el mercado, para hacer compatible el descanso de los fines de semana y atraer a más público: “No podemos negar la realidad de que los clientes de ahora trabajan mucho de nueve de la mañana a seis de la tarde, sobre todo los jóvenes. La figura del amo o ama de casa de antes ya no existe”, sentencia su gerente, que entiende perfectamente las reticencias a cambios radicales que le transmiten algunos operadores.

José Miguel cuenta con la experiencia previa del Mercado de Vallehermoso, en Chamberí, del que también fue gerente. Su paso por allí sirvió para revitalizar este edificio municipal: cuando asumió el cargo en 2015 el 66% de los puestos cerrados y actualmente apenas queda sitio libre para nuevos operadores. El punto de inflexión allí fue la apertura de una galería de degustación centrada en los productores de la Comunidad de Madrid. También llegó la hostelería a puestos que habían quedado libres, donde conviven con carnicerías o fruterías de toda la vida. “Allí los comerciantes cerraban a las 13.45 los sábados, ahora lo hacen a las 15.30 porque la gente se levanta de tomar la cerveza y compra el pescado”, resume.

Un Plan Especial para ganar una planta

García Viejo explica que la solución de la hostelería funcionó en Vallehermoso, pero no tiene por qué ser la que se aplique en el Mercado de Maravillas. En el de Tetuán se apuesta desde hace varios años por un plan especial para añadir a su enorme superficie otros 3.000 metros cuadrados en una segunda planta. Los detalles, que contamos en Somos Tetuán, acaban de hacerse públicos e incluyen la posibilidad de que el espacio ganado se convierta en un supermercado. “Lo que no crece, decrece, el cambio es absolutamente inevitable y lo importante es cambiar a mejor”, asegura José Miguel García Viejo refiriéndose a este plan, que se encontró muy avanzado cuando llegó a la gerencia.

El plan había sido solicitado por los propios comerciantes, lo que el gerente considera muy positivo “porque significa que tienen ganas de mejorar, de crecer y que, después de tantos años de trabajo no se dan por vencidos”. También reconoce que el plan es “muy ambicioso, difícil y arriesgado”, pero que supone “un reto” para todo el mundo, con el objetivo de convertir este espacio en una “referencia internacional”.

Lo que va a ir en este nuevo espacio es todavía una incógnita incluso para el propio gerente: “Hemos iniciado negociaciones con algunos operadores, pero no hay nada acordado”, asegura a la vez que advierte que estas conversaciones se pueden complicar por el momento de inestabilidad que vive el sector de los materiales de construcción, capaz de dar al traste con cualquier maniobra que implique muchos meses de obras. “Está todo lejos de estar cerrado”, repite mientras se abre a otro tipo de iniciativas y colaboraciones sociales en el barrio. “Espacios interesantes y bonitos hay para desarrollarlas”, apunta.

Llegados a este punto de la conversación y a falta de que el plan especial se termine de aprobar y definir, José Miguel García Viejo se lanza a describir el futuro que ha pensado para el mercado. Inmediatamente nombra la plaza de la Condesa de Gavia, un espacio en desuso en esta zona de Tetuán y donde el gerente ve un potencial enorme: “El mercado tiene dos fachadas, aunque parece que solo cuente con una”. La de Condesa de Gavia tiene que ser una entrada casi tan importante como la de Bravo Murillo“, asegura.

Esta gigantesca fachada está llamada a convertirse, según él, en el puente entre los dos tetuanes. Que enlace la zona que está junto a la Castellana y la del otro lado de Bravo Murillo. “El mercado puede ser el Paso de las Termópilas por el que hacer esta conexión”, asegura, citando a los comerciantes como auténticos espartanos capaces de atraer ambos mundos, hoy bastante distantes, con su oferta alimentaria.

A falta de identificar al Leónidas que liderará esta gesta, García Viejo enumerar las fortalezas del ejército: “Tenemos un gran valor que aportar: comercio tradicional, un producto que no te lo encuentras en ningún sitio más y una experiencia diferente de lo que ofrece el supermercado. Además, el barrio está en efervescencia y hay pocas calles en Madrid que tengan tanta gente en la calle como Bravo Murillo. Es una calle que le planta cara a la Gran Vía y le gana. Toda esa gente necesita un proyecto, y el proyecto necesita atraer a toda esa gente”.

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