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Urbanistas y ciudadanos, contra la reforma sin árboles de la Puerta del Sol

Recreación del proyecto de reforma de la Puerta del Sol

Alberto Ortiz

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Un render de una plaza diáfana, con estructuras acristaladas, sin apenas esculturas ni árboles y, como únicas sombras, las que proyectan los bloques de edificios cuando el sol se pone por la tarde. El dibujo de cómo quedará la Puerta del Sol tras la reforma que se está desarrollando ya en el centro de Madrid ha relanzado un debate entre urbanistas, arquitectos y la opinión pública sobre cómo deben pensarse los espacios públicos. 

El dossier aportado por el estudio de José Ignacio Linazasoro y Ricardo Sánchez, los arquitectos que ha contratado el Ayuntamiento de Madrid para la remodelación del enclave, muestra fotografías de una explanada ya sin coches, pero también sin árboles, muy áspera a primera vista. La reforma fue anunciada a finales de febrero de este año, aunque el proyecto es bastante anterior: fue el ganador de un concurso convocado en 2014 por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). La delegada de Obras del Ayuntamiento de Madrid, Paloma García Romero (PP), detalló al presentar la iniciativa que las obras supondrán una inversión municipal de 10,7 millones de euros y durarán previsiblemente hasta la primavera de 2023, en plena campaña de las municipales.

Entre las actuaciones que los arquitectos pensaron para la plaza y que ya se están ejecutando predominan la peatonalización completa, la sustitución de la presente “ballena” que funciona como entrada a la estación de Cercanías de Renfe por una estructura transparente, el cambio de ubicación de la estatua ecuestre de Carlos III, la retirada de una de las dos fuentes que aún permanecen o la eliminación de los quioscos y el puesto de lotería. “Proponemos esencialmente recuperar el espacio que ahora está degradado y falto de sentido sin añadir nada sustancialmente nuevo que lo desvirtúe, sino eliminando todos los elementos que contribuyen a su degradación”, exponen los arquitectos en la memoria del proyecto inicial.

“Se trata de recuperar la plaza, que me parece fundamental. La recuperación de la plaza como espacio público y de encuentro”, defiende Sigfrido Herráez, decano del COAM, que cree que este punto, el de la peatonalización y limpieza del espacio, es más importante que el de la vegetación. “No es fácil rebatir la crítica de aquellos que defienden más espacios verdes o sombras, pero son cosas que se pueden resolver luego, con la implementación de jardineras. Técnicamente se puede hacer prácticamente casi cualquier cosa”, explica.

Durante la presentación de febrero, García Romero explicó, en la línea de lo que expone Herráez, que la intención principal de la reforma era la “reordenación” de un espacio que con los años se ha convertido en una suerte de expositorio de elementos históricos y ornamentales. Así, cuando concluya la reforma los quioscos habrán desaparecido, tampoco habrá terrazas o bares, pero al mismo tiempo apenas quedarán árboles y los bancos, según el proyecto mostrado, serán escasos. “Lo hemos intentado, pero la Comisión Local de Patrimonio no nos ha dejado. Lo vamos a incorporar en los aledaños. No se podía. Y, donde se podía, no nos han dejado”, justificó entonces sobre la colocación de plantas o árboles. 

“En el caso de la Puerta del Sol hay dos condicionantes”, expone el arquitecto José María Ezquiaga, presidente de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas (AETU). “En primer lugar, el subsuelo de la plaza está ocupadísimo por la infraestructura que hay debajo [el intercambiador de Metro y Renfe] y, en segundo, la plaza es en gran medida un punto de encuentro tanto de estancia como de circulación”, detalla, para apuntar que seguramente sean estas las razones que han llevado a los arquitectos a optar por despejarla. Sin embargo, considera que cualquier espacio de Madrid, sea de un tipo u otro, “debe contemplar la presencia de vegetación y la posibilidad de que puedan acceder los mayores”, es decir, “que tengan lugares donde detenerse, pararse unos instantes”. 

Linazasoro y Sánchez aluden al origen de la plaza en la descripción de la reforma que pensaron en 2014 –ahora la han actualizado con el diseño por ejemplo de un templete alternativo a la ballena–. En su web, hablaban de la Puerta del Sol inicial como “un espacio discreto, como toda la arquitectura de la época isabelina”. La primera reforma comenzó en 1847, con el objetivo de ampliar ese céntrico punto de la capital y facilitar el paso de personas y carruajes. Es decir, nació como un lugar de paso, y a pesar de las sucesivas reformas en las décadas posteriores ha mantenido esa condición. 

“Es verdad que hay algunas plazas que son singulares y que no han contemplado en la mayor parte de su historia arbolado, como la Puerta del Sol o la Plaza de España, aunque esta última hubo un momento en el siglo XIX en el que lo tuvo. ¿Por qué? Porque era un espacio que gracias a no estar arbolado era ideal para hacer espectáculos públicos, desde los actos de la Inquisición hasta corridas de toros”, repasa Ezquiaga, que considera sin embargo que las “plazas duras corresponden al pasado”. “Nuestra visión contemporánea de la ciudad es de plazas blandas, donde la naturaleza cobra el protagonismo y no hay tantos espacios minerales y asfaltados, sino más permeables, vegetales, que permiten que la ciudad respire” dice. En cualquier caso, añade, la práctica y el uso darán finalmente la pauta de “si es conveniente o no mejorar las condiciones de estancia”.

Herráez, del COAM, también deja abierta la puerta a posibles modificaciones en el futuro para atajar problemas como la falta de sombras: “En Sol es difícil sembrar con una raíz vertical, pero sí se pueden construir mallas vegetales. Hay buenos ejemplos de sitios donde metiendo un metro de tierra sobre macetas puedes colocar árboles con seriedad”. Sin embargo, considera que seguramente no es tanto una cuestión “técnica” como de “decisión”.

Esa decisión, en opinión de Blanca Valdivia, socia del Col·lectiu Punt 6, una cooperativa de arquitectas que buscan “deconstruir y repensar los espacios domésticos, comunitarios y públicos”, pasa por mantener la Puerta del Sol como un espacio con un uso “simbólico” destinado a la ordenación del tráfico peatonal “para que la gente pueda seguir consumiendo”. “A nosotras nos parece que Sol es un desastre ya desde la última reforma que se hizo en la que desaparecieron los bancos, con la excusa de que no hubiese botellón”, comenta. Para Valdivia, natural de Móstoles aunque ahora vive en Barcelona, la Puerta del Sol no es un espacio de “estancia”, que te invite a quedarte, como no lo es tampoco el perímetro. “¿A cuántos metros te tienes que ir de la Puerta del Sol para poder encontrar un lugar en el que poder sentarte sin consumir y relacionarte con otras personas”, se pregunta. 

Ezquiaga coincide con Valdivia en este punto cuando señala que ni la plaza ni sus alrededores están pensados, por ejemplo, para que las personas mayores puedan pasear y caminar. “Pensando en un concepto de solidaridad con los mayores, debiera haber bancos por todo Madrid, también en la Puerta del Sol. Si no hay bancos, una persona mayor no puede recorrer más que unos metros. Es una pena”, lamenta este arquitecto, que entiende que seguramente son los comerciantes quienes no quieren bancos porque consideran que traen a un tipo de usuario que no les interesa. “Madrid es una ciudad de mayores, debemos pensar en los espacios grandes y pequeños desde ese punto de vista”, insiste. 

“Existe esta tendencia de priorización del espacio público como espacio mercantilizado donde se priorizan los usos productivos y vinculados al beneficio económico del capital y no del encuentro, los cuidados, la protección del medio ambiente”, añade Valdivia. Según su visión, en un momento de crisis climática como este, con olas de calor como la que azota estos días la ciudad, cada vez más recurrentes, “no tiene ningún tipo de sentido hacer una plaza totalmente pavimentada que absorba el calor”.

Ezquiaga propone ejemplos como la transformación de Madrid Río, con una gran presencia de arbolado, la recuperación del entorno acuático y la creación de diferentes lugares de esparcimiento con fuentes, carriles bici o parques infantiles. “Globalmente, Madrid es una ciudad muy bien arbolada, con árboles de alineación en grandes cantidades, pocas ciudades europeas tienen esa cantidad de árboles”, dice. 

En el caso de Sol, opone Valdivia, que piensa que no hay decisiones de urbanismo o arquitectura neutras, la reforma tiene impactos directos en el uso. “Podemos pensar en los impactos diferentes que tendría, por ejemplo, la colocación de un suelo más permeable, con más vegetación, bancos, baños públicos, fuentes, rincones infantiles. Sería un lugar que los vecinos y la ciudadanía podrían utilizar y que además favorecería la salud física y mental”, dice. Por último, se pregunta si era necesario volver a intervenir Sol y no destinar esos recursos a mejorar los espacios públicos de zonas del sur de Madrid como Villaverde, Carabanchel o Vallecas. “¿Es esta obra realmente lo que más necesitan los madrileños?”, cuestiona.

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