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Prueba del Toyota Camry, un híbrido de clase preferente

Toyota Camry.

Pedro Urteaga

El segmento de las berlinas se halla en franco retroceso en los últimos años después de un largo periodo en que eran básicamente el coche por excelencia, como demostraba la silueta de tres volúmenes que trazaba cualquier niño cuando se le pedía dibujar un coche. Sin embargo, persiste una serie de compradores y de usos que permite mantener con vida a este tipo de vehículos, particularmente los conductores de gustos más tradicionales, los servicios de VTC y las flotas, en las que un modelo como el nuevo Toyota Camry, de estilizada figura y casi 4,9 metros de longitud, puede incluso servir de lo que antaño llamábamos un vehículo de representación.

Si tenemos en cuenta la mecánica híbrida -ya de cuarta generación- embarcada en el Camry y su consiguiente distintivo Eco, estamos también ante un modelo que bien puede integrarse en flotas de organismos oficiales, en las que los requerimientos ambientales ganan cada vez más peso, y no hay muchas alternativas hoy en el mercado que puedan igualarse por tamaño y prestancia al híbrido de Toyota, dentro de la oferta generalista. El Ford Mondeo Hybrid que utilizan muchos cargos del actual Gobierno es tal vez el más parecido.

Dicho todo esto se entenderá mejor la afirmación de que el Camry Electric Hybrid -esta es su denominación comercial- es un coche que se disfruta más en las plazas traseras que sentándose al volante, aunque tampoco desmerece en este último aspecto. Con casi un metro de espacio para las piernas, los pasajeros posteriores disponen, en su versión más lujosa (Luxury), de tapicería de cuero, asientos reclinables, climatización independiente y cortinilla trasera eléctrica (las laterales se colocan a mano).

Además, pueden hacer uso de estas funciones desde un panel multifunción digital que les permite manejar también el equipo de audio, un JBL con nueve altavoces. A pesar de la línea descendente del techo, la altura no supone ningún problema salvo quizá para personas de gran estatura.

Un pequeño inconveniente de la terminación Luxury es que la capacidad del maletero pasa de 524 a 500 litros, precisamente por la instalación de respaldos reclinables en la segunda fila de asientos. No parece un gran hándicap para un tipo de coche cuya verdadera limitación se halla más bien en la estrechez de la boca de carga -no excesiva en el Camry- y en unas formas a veces irregulares, en este caso debido a la intrusión de los pasos de rueda.  

Esta variante especialmente equipada, a la venta por 38.000 euros, cuenta con el apuntado climatizador de tres zonas, cargador inalámbrico de móvil, sensores de aparcamiento, alerta de tráfico trasero y aviso de vehículos en el ángulo muerto. Por 32.300 euros está disponible el acabado Business, exclusivo para flotas, y por 32.500 euros el Advance, que ofrece llantas de aleación de 18 pulgadas, navegador, faros antiniebla delanteros led y climatizador independiente para conductor y acompañante.

Exhaustivo trabajo de insonorización

Las plazas delanteras y las traseras comparten el exhaustivo trabajo de insonorización realizado por Toyota para contener los ruidos de rodadura, aerodinámico y del motor, algo que se agradece de manera especial en desplazamientos largos que, de lo contrario, generan cansancio en los ocupantes y, sobre todo, en el conductor.

Todas las versiones incorporan el equipamiento de seguridad Toyota Safety Sense, que comprende sistema de precolisión con detector de peatones, control de velocidad activo, avisador de cambio involuntario de carril con asistente de dirección, reconocimiento de señales de tráfico y encendido automático de las luces de carretera.

El Camry está equipado con un sistema de propulsión de 218 caballos basado en un motor eléctrico de 88 kW y otro de gasolina de cuatro cilindros y 2,5 litros, este asociado a una transmisión de variación continua Shiftmatic que simula seis velocidades que solo pueden seleccionarse manualmente a través de la palanca de cambios, pues carece de levas en el volante.

Tampoco se ha instalado la ya habitual posición B de la palanca de cambios que, además de regenerar energía para la batería de 1,59 kWh, opera como freno motor. El conductor únicamente puede entretenerse con los tres programas disponibles (Eco, Normal y Sport), que cumplen con lo que se espera de ellos, en orden ascendente de brío en la respuesta del motor.

Usando todos ellos sin especial atención a la eficiencia, el Camry ha registrado en nuestro recorrido de pruebas un consumo sorprendentemente parco de 5,6 litros/100 km. Parte de esta virtud podemos atribuírsela al sistema de planeo Auto Glide Control, que le permite decelerar más lentamente de lo acostumbrado cuando nos aproximamos, por ejemplo, a un semáforo en rojo.

La aceleración de 0 a 100 km/h la completa en 8,3 segundos, lo que habla bien de su capacidad de realizar adelantamientos con seguridad. El Camry es además un vehículo aplomado, de pisada amplia y confortable para los pasajeros y un guiado que nos ha parecido más preciso que el de su primo de clase premium, el Lexus ES.

El interior muestra un aspecto más moderno y vistoso de lo que alguien podría esperar de un modelo de inspiración tan clásica. En este ámbito, los dominios del conductor se extienden a un panel de instrumentos de 7 pulgadas y una pantalla central táctil de 8“ que incluye el monitor de energía acostumbrado en los modelos híbridos. La versión Luxury completa el caudal de información con un head-up display de 10 pulgadas que siempre representa un plus no solo de refinamiento, sino también de seguridad al evitar que desviemos la vista de la carretera.

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