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Prueba del Alfa Romeo Giulia Veloce: viajero infatigable

Alfa Romeo Giulia Veloce.

Pedro Urteaga

Cegados por el brillo de los SUV, muchos conductores han olvidado el placer que proporcionaba viajar en una buena berlina. Numerosos fabricantes han abandonado el segmento debido a la decreciente aceptación de este tipo de vehículos, pero algunos de los que resisten los han transportado a niveles nunca vistos en lo que a confort de marcha, prestaciones, eficiencia y sofisticación de toda índole se refiere.

La italiana Alfa Romeo es uno de esos supervivientes del segmento D clásico y responsable de un modelo, el Giulia, que atesora todo lo dicho en altísimas dosis, añadiendo además el extra de un diseño italiano sumamente atractivo -al menos para nuestro gusto-, el picante de una extraordinaria deportividad y un refinamiento premium como guinda del pastel.

Al igual que le sucede a toda berlina, o sedán, el modelo de Alfa presenta dos inconvenientes clásicos. El primero es un acceso y salida del habitáculo más incómodos de lo que ahora se acostumbra, sobre todo para las personas de cierta edad, debido a la baja altura del coche, la misma razón por la que la visibilidad al volante y la posición de dominio tampoco son las de un SUV. El Giulia es más bajito si cabe que la mayoría, y el radio de giro tampoco es su fuerte, por lo que hay estar atentos a bordillos, badenes y similares.

El segundo inconveniente no es otro que el maletero, que, si bien cubica unos notables 480 litros, dista mucho de tener unas formas regulares, y la boca de carga es estrecha, lo que dificulta especialmente introducir objetos voluminosos. Con paciencia y haciendo uso de bultos pequeños y maleables, es posible sacar buen partido del compartimento.

Las plazas traseras son amplias y cómodas, pero mejor para dos que para tres pasajeros, pues el que ocupe la plaza central sufre el inconveniente -habitual en toda clase de coches de combustión, no solo en las berlinas- de un túnel de transmisión bastante abultado que le impedirá acomodar razonablemente los pies.

En el Giulia, las cosas van mejorando según el análisis se acerca al puesto de conducción. No en vano nos hallamos ante un coche de conductor, pensado para agasajar especialmente a quien se sienta al volante. Los asientos de la versión Veloce, deportivos, con tapicería de cuero y regulación eléctrica, son soberbios tanto por ergonomía como por la manera en que recogen el cuerpo, de tal manera que los desplazamientos largos se completan con el menor cansancio posible.

Ante los ojos del usuario se despliegan un volante de radio y anchura perfectas -de nuevo, al parecer de quien esto escribe- y en el que destacan el botón de arranque incrustado en el brazo central, como es tradición en Alfa Romeo, y las grandes levas que permiten cambiar de marcha de modo manual. Extendiendo la mirada un poco más allá encontramos el panel de instrumentos distribuido en dos relojes cónicos, los típicos cannocchiale de la marca milanesa.

Mejoras en el puesto de conducción

Se han mejorado en el Giulia el sistema multimedia, los mandos de control y la palanca de cambios, íntegramente tapizada en piel, elementos todos que ahora están en mejor sintonía con el precio, no precisamente asequible, del modelo. Con estos retoques, el acabado general gana muchos puntos y se sitúa, por aspecto y factura, a la altura de los mejores exponentes de la competencia.

La nueva pantalla central, de 8,8 pulgadas, es táctil, por lo que el sistema se puede manejar tanto directamente desde ella como desde los mandos de la consola. Los menús han sido reordenados para que la navegación sea más intuitiva (y lo es) y el tamaño útil del mapa, de más tamaño. La interfaz tiene estructura de widgets con el fin de poder personalizar los menús principales arrastrando los accesos directos.

Hemos conducido la versión del Giulia equipada con motor diésel 2.2 JTD de 210 caballos, cambio automático de ocho velocidades y tracción a las cuatro ruedas, en el mencionado acabado Veloce. Se trata de una combinación de factores perfecta para afrontar viajes de larga distancia por la gran cantidad de potencia disponible, la suavidad de la transmisión y la seguridad de la tracción total, máxime cuando ello se combina con un consumo de combustible muy moderado y la triple comodidad que procuran los asientos, el aislamiento de la rodadura y el silencio a bordo.

A un ritmo tranquilo por carretera y autovía hemos obtenido un gasto de combustible de 5 litros/100 km e incluso inferior; si se circula a velocidad más elevada el registro puede superar por poco los 6 litros/100 km, y el promedio con los correspondientes tramos en ciudad se sitúa por debajo de los 6,5 litros/100 km, datos destacables para un vehículo de 4,65 metros de longitud y más de 1.600 kilos de peso. 

La respuesta del Giulia merece el calificativo de brillante cuando se utiliza el modo deportivo de los tres disponibles en el selector (los otros son el Normal y el Advanced Efficiency, enfocado a mejorar los consumos). La aceleración de 0 a 100 km/h lleva solo 6,8 segundos y los adelantamientos se solventan con toda solvencia y seguridad, pero se aprecia un claro retardo cuando se eligen los dos programas, digamos, normales.

Ante todo, preciso

Siendo buenos el consumo, las prestaciones y la comodidad del Giulia, ninguna de estas virtudes puede compararse con las dos que mejor definen al modelo italiano. Una es la precisión de guiado, una auténtica delicia que, cuando se tiene, no deja de representar una variedad más del confort, ya que nada cansa más que pelearse con un coche para llevarlo por donde se pretende. La segunda, la calidad de un chasis que permite rápidos cambios de dirección y acompasa a la perfección que el vehículo se inscriba en las curvas del camino.

Sumadas ambas cualidades obtenemos un rendimiento extraordinario, deportivo pero confortable y refinado, sin duda el que cabe pedir a un modelo de Alfa Romeo y que lo convierte en gran compañero de viaje: un rutero infatigable, capaz de recorrer cerca de 1.000 kilómetros con un depósito (de 52 litros), y que a su vez evita la fatiga de los suyos.

Como suele suceder, el único pero viene por el lado del precio, que con las recientes subidas, generalizadas en el sector del automóvil, provocan que el Giulia más asequible, con motor diésel de 160 CV, parta de 43.550 euros. La versión que hemos probado nosotros sale por 50.795 euros.

Las más codiciadas variantes de gasolina cuestan 62.120 euros en el caso de la recién comercializada Strema, con motor de 280 CV, y 106.250 euros si uno tiene la posibilidad de hacerse con la Quadrifoglio, que utiliza un bestial propulsor de seis cilindros en V y 2.900 cc capaz de entregar 510 caballos.

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