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Ayudas a la conducción que te facilitan la vida o te la complican

El coche eléctrico de Nissan, el Leaf, uno de los más avanzados en seguridad activa.

Pedro Urteaga

Ninguna persona medianamente sensata se atrevería a poner en entredicho la ganancia en comodidad y, sobre todo, en seguridad que suponen las ayudas a la conducción, las más avanzadas de las cuales son conocidas como ADAS por las siglas en inglés de Advanded Driver Assistance Systems. La Dirección General de Tráfico estima que, si todos los automóviles que circulan por España llevaran instalados estos dispositivos, se evitarían 51.000 accidentes, 10.500 muertes y 60.000 heridos graves en el periodo comprendido entre 2020 y 2030.

La valoración que hacen los usuarios de los ADAS no es, sin embargo, tan positiva como cabría esperar. En general, elogian y adoptan con naturalidad aquellos sistemas que mejoran inequívocamente la seguridad, como el de frenada de emergencia, pero tienden a rechazar los que pecan de intrusivos y los que les resultan molestos. Entre estos últimos se llevan la palma las alertas de mantenimiento y centrado en el carril, que en algunos modelos llegan a mover de forma brusca el volante.

Según una encuesta reciente de J. D. Power, el 23% de los propietarios de vehículos nuevos considera que estas tecnologías son molestas, y el 61% de este grupo asegura haberlas desactivado por completo. El estudio también señala que un 21%, a pesar de no encontrarlas fastidiosas, había decidido igualmente suprimirlas.

Vamos a detallar a continuación algunos de los asistentes de conducción más extendidos y a evaluar cuáles son más ventajosos y cuáles, por el contrario, suelen irritar al usuario. Esto último sucede, a nuestro parecer, por tres razones principales: bien el sistema no está calibrado de manera adecuada, bien interfiere demasiado en la acción del conductor, bien simplemente no sirve de mucho y, más que facilitar la vida, la complica. Comenzaremos por el que concita la mayor aprobación:

Sistema de frenada de emergencia. Obligatorio ya en todos los coches nuevos que se venden en Europa, detecta situaciones de frenada de emergencia, asegura que en ellas la fuerza de frenado sea la máxima posible e, idealmente, evita la colisión con el vehículo situado delante, además del atropello de peatones o ciclistas. Actúa en conjunción con el ABS y el control de estabilidad y suele encender automáticamente los intermitentes de emergencia. Salvo en los casos en que se confunde por algún motivo desconocido e inicia el procedimiento cuando no toca, este asistente proporciona un beneficio de seguridad muy superior a las posibles molestias. Tal vez conviene desconectarlo si se practica conducción off road, donde el entorno puede inducir a errores de interpretación.

Ayuda al aparcamiento. He aquí un sistema que sobre el papel parece magnífico pero que, dependiendo la calibración de los sensores, puede acabar entorpeciendo más que facilitando la maniobra. Numerosos estudios, además de la experiencia más elemental, nos dicen que un exceso de estímulos (sonoros, visuales y de cualquier otra índole) tiene el efecto de bloquear la capacidad del cerebro para procesar información. El problema en este caso lo provoca la sobrecarga de advertencias visuales y pitidos que, en la mayoría de los casos, son exagerados con respecto a la cercanía de los obstáculos (las marcas suelen ser conservadoras en esta cuestión). Como en la fábula de Pedro y el lobo, un conductor saturado de señales de todo tipo ya no escucha nada y hasta puede golpearse con mayor facilidad que si estuviera aparcando a la vieja usanza.

Reconocimiento de señales de tráfico. Poco cabe reprochar a este dispositivo que realmente no tiene precio en un país como el nuestro donde los cambios en el límite de velocidad parecen, si no arbitrarios, inteligibles solo para el ingeniero de caminos que ha diseñado la carretera. Nada mejor para saber en todo momento a qué velocidad máxima podemos circular que un sistema como este que la muestra ante nuestros ojos en el panel de instrumentos o la pantalla del navegador. Como siempre, el problema surge cuando la cámara no distingue bien la señal o cuando ésta sencillamente se halla tapada por la vegetación, momento en el que podemos toparnos con un inoportuno radar.

Control de velocidad adaptativo. Muchos modelos incorporan ya este sistema que mantiene no solo la velocidad preestablecida, sino también la distancia -en la mayoría de los casos, regulable en varias posiciones- con el vehículo que nos precede. Posibles fallos aparte, la prueba del algodón llega cuando tenemos que adelantar, ya que de la rapidez con que el coche vea que cambiamos de carril y de la suavidad o brusquedad con que recobre la velocidad fijada depende que resulte incómodo y que no irrumpamos en el carril izquierdo circulando demasiado despacio, con el riesgo que esto conlleva. Algunos fabricantes llegan a vincular el funcionamiento del dispositivo a la información suministrada por el lector de señales, que, en caso de fallar, puede provocar un frenazo inesperado en plena autopista.

Alerta de cambio involuntario de carril. Para evitar salidas de la vía, causadas en su mayoría por distracciones, se han desarrollado estos ingenios que interpretan cuándo un vehículo va a abandonar el carril sin que el conductor lo desee (puesto que no ha puesto el intermitente) y lo avisan del hecho mediante señales acústicas y visuales. Lo que menos gusta en general a los usuarios son los añadidos a esta función: vibración del volante en el lado por el que el vehículo parece escaparse y hasta movimiento automático del volante en la dirección opuesta para evitar la salida del carril.

Asistencia de mantenimiento en el carril. Es una evolución del sistema anterior y lo que hace es girar la dirección para mantener el coche dentro del carril cuando este comienza a desviarse y amenaza con cruzar una línea horizontal sin que el conductor haya accionado el intermitente. Esto no significa que puedas desentenderte de todo (y menos que sueltes el volante), pero puede salvarte la vida si das una cabezada. Hay que tener presente que no funciona en curvas cerradas ni con líneas medio borradas en la carretera ni cuando el sol deslumbra a la cámara. Más que incómodo, puede ser enojoso porque nos muestra que con mucha frecuencia tocamos las líneas de la carretera aunque no estemos distraídos.

Alerta de tráfico cruzado trasero. Otra de esas ideas felices que, en función de lo conservador que sea el sistema, puede provocarte un susto de lo más desagradable. En principio, este equipamiento avisa de la presencia de uno o más vehículos que se acercan a nuestra posición mientras maniobramos hacia atrás, y puede detener por completo el coche para evitar un impacto. Una vez más, ocurre a menudo que la brusquedad con que frena no es proporcional ni a la proximidad de ese otro coche ni a la velocidad (baja) a la que estamos realizando la maniobra. Como en una frenada de emergencia a destiempo, la sensación resultante es de desconcierto ante lo que ha sucedido sin ninguna justificación.

Luces largas automáticas. Quién no soñaba hace unos años con poder circular de noche por una carretera secundaria sin preocuparse de poner y quitar las largas cada vez que nos cruzábamos con otro vehículo. El artilugio que se encarga de ello existe ya hace tiempo, solo que no siempre funciona como debería. Regido por el principio (muy loable) de no deslumbrar a nadie, cuando viajamos en autopista tiende a apagar las largas por sorpresa a la más mínima duda, aunque si la vía está despejada cumple bien su cometido. En carreteras reviradas suele confundir los reflectantes de los guardarraíles con faros que se acercan, con lo que apaga las luces (que por algo se llaman, hablando con propiedad, de carretera) cuando más las necesitamos: a la entrada de las curvas.

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