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Leila Nachawati, escritora y activista: “Son mujeres las que están saliendo a la calle a dar la batalla”

Leila Nachawati

Beatriz Gracia Arce

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¿Qué fue de la Primavera Árabe? Uno de los acontecimientos más importantes y transformadores de la historia del presente siglo ha ido mutando y ramificándose, las aspiraciones democratizadoras de hace una década se han ido convirtiendo, como en la Ucrania post-Maidan, en otras cosas, algunas esperanzadoras, otras -como el conflicto en Siria- terribles. Un libro, 'De Egipto a Siria (2011). El principio de una revolución humana' (Ruta Ediciones, 2021),  de Mamadou Ly y Dario Renzi, recoge un compendio de aportaciones cruciales para introducirnos en la complejidad del proceso. Charlamos con la escritora, experta en Oriente Medio, profesora universitaria de la UC3M y activista hispano-siria Leila Nachawati, autora del estudio introductorio.

El desarrollo de los acontecimientos en Afganistán nos invita, una vez más, a reflexionar sobre el devenir de los últimos veinte años en Oriente Próximo ¿Considera que lo ocurrido en Afganistán es el fin de una estrategia y el inicio de otra por parte de EE.UU.?

Lo ocurrido es una manera más honesta y brutal con respecto a la que ya llevan un tiempo desarrollando: la dejación de cualquier tipo de responsabilidad con las poblaciones locales. Ha habido un momento en el que tenían una inversión de energía, tiempo y recursos en la capital, Kabul. Pero en todo este tiempo, no han dejado de bombardear zonas rurales y de violar los derechos humanos, en una situación en la que los Estados Unidos se ha visto empantanado. Llevaba un tiempo queriendo salir y lo ha hecho de la peor manera, dejando a las poblaciones locales a su suerte. Para mí esto es problemático, sobre todo porque el mecanismo de la responsabilidad de proteger que tanto costó conquistar, se está dividiendo y se está perdiendo. Y además sienta un precedente no solo para los Estados Unidos sino para otros países, europeos y otros, que no consideran que tengan alguna responsabilidad en atender a las víctimas de conflictos que ellos mismos contribuyen a crear.

¿Qué horizonte se vislumbra para el país y la región, teniendo en cuenta otros conflictos?

Pues con la ola de aceptación de los talibanes, ningún horizonte que no sea oscuro para la población local y, en particular, para las mujeres, que son las que están dando la batalla en Afganistán contra los talibán.

Este año también nos invita a recordar cómo hace una década desde Túnez hasta Yemen se produjo el levantamiento de la población civil, ¿cree que es un proceso concluido o, por el contrario, sigue vivo?

Creo que podemos hablar de muchos flujos distintos. No es una cosa monolítica. El problema con el seguimiento que se hace desde los medios de comunicación y desde visiones que buscan la inmediatez, es de hablar en términos absolutos de victoria y de derrota, cuando se trata de flujos humanos en los que hay tensiones económicas, sociales, de derechos humanos, de género. Hay batallas que se están librando hoy, mientras hablamos, en países como Líbano o Irak. En Sudán hemos visto el tremendo ejemplo que ha dado la población local de luchar contra una de las dictaduras más enquistadas de la región y avanzar hacia un proceso que intenta ser más representativo para la gente común. Entonces hay muchos flujos que están ocurriendo y que no se corresponden con ese reduccionismo de primavera, otoño, invierno. La cuestión es que hay muchos intereses regionales y políticos y también locales que no permiten que las aspiraciones de vida digna de todos estos pueblos se vean satisfechas, ya sean por dictaduras locales como la de Siria o Egipto, ya sea por intereses regionales como los de Arabia Saudí o Irán –que contaminan todo con su discurso sectario-, ya sea por los intereses geopolíticos de potencias como Rusia o Estados Unidos. Digamos que no se permite que avancen procesos que eran muy prometedores en un lenguaje de emancipación de los pueblos de la región.

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El conflicto sirio es tal vez el paradigma de la evolución de las protestas civiles en una guerra civil internacionalizada ¿Qué papel puede jugar la realidad que se vive en Siria en el nuevo escenario que se abre en la región?

Siria es el fracaso del internacionalismo o la ausencia del internacionalismo, de la solidaridad internacional. Es un conflicto en el que una población local, después de sufrir torturas y represión durante décadas, salió a reivindicar derechos, justicia, dignidad y libertad, de una forma muy afirmativa y se ha enfrentado a la mayor brutalidad de la propia estructura local del régimen sirio. Y también a grupos extremistas, de todo color y pelaje, que han buscado aprovechar la situación de caos y que también se han alimentado desde intereses regionales y geopolíticos. Cada potencia ha movido sus fichas para dirigir la situación, en una dirección u otra, siempre a costa de la población local que quedó secuestrada por un lado por su propia dictadura y, por otro, por los enfrentamientos sectarios, principalmente con Irán a la cabeza, y por las luchas geopolíticas entre Rusia y Estados Unidos. 

¿Consideras que los feminismos pueden ser un elemento clave en la región como movimiento que puede acercar una posibilidad de cambio o de lucha ante el avance de posturas más radicales?

No sé si lo plantearía como feminismos, soy más de utilizar el singular, feminismo, pero planteado desde necesidades y contextos diferentes. Yo no sé si es lo mismo pero las mujeres han sido una vanguardia en la lucha por los derechos de todos y de todas. Cuando piensas en Afganistán, piensas en que ellas están luchando por el futuro de su país, de su pueblo y, de algún modo, de toda la humanidad porque hay mucho del futuro que nos jugamos todos como humanidad que se está perdiendo en Afganistán y son mujeres las que están saliendo, dando la cara, jugándose la vida y, en muchos casos, perdiéndola. Entonces son una vanguardia en muchos sentidos y desde luego en los procesos de reconciliación, en los procesos de justicia transicional, cuando termina una guerra, cuando termina un conflicto y llega otra etapa, sabemos porque nos lo dice la historia que las mujeres juegan un papel fundamental en reconstruir ese tejido social que todas esas guerras y fracturas han ido produciendo. Por eso el papel de las mujeres suele funcionar mejor como mediador a la hora de esos procesos de búsqueda de justicia.

Un ejemplo de esto es Family for freedom grupos de mujeres que básicamente piden cosas muy básicas como es saber si sus familiares están vivos o no, un mínimo de información y de defensa de derechos de las personas que están detenidas en esos campos de concentración que son las cárceles de Asad en Siria. Y son mujeres las que lo están llevando a cabo.

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