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Notas sobre mi estancia en Cuba (II): sanidad, educación y modelo social

La Habana / José Enrique Ruiz Saura

José Enrique Ruiz Saura

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En mi anterior publicación, hablé de cuestiones tales como la labor que hace el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, la gozada de poder andar por cualquier calle de La Habana sin temer en absoluto por mi seguridad, su apuesta por la cultura y el deporte, o el regreso de la prostitución. Pero dejándolo aquí, el relato se quedaría muy cojo. No en vano, faltarían muchos aspectos esenciales si no hablamos del sistema de salud y de educación pública de Cuba, así como de cuestiones tan importantes como sus servicios sociales y el empleo en, como se suele decir allí, “la mayor de las Antillas”.

Con respecto al sistema sanitario y educativo de la isla, tuve la oportunidad de conocerlo a partir de la referencia de muchos cubanos que se prestaron hablar sobre los mismos, como por ejemplo, Daniela (una guía que nos enseñó La Habana), Oswaldo (un cuentapropista que nos paseó en un precioso coche descapotable de los años 50), Froilán (un veterano escritor cubano que conocimos y nos invitó a cenar a su casa familiar habanera, no pudiendo ser mejor anfitrión) o Iván (el hijo de éste). Pues bien, en la inmensa mayoría de ocasiones, al foráneo se le explica con orgullo que, tanto la educación como la sanidad, son plenamente gratuitas y universales en Cuba, algo por lo que destaca entre los países de su entorno.

En el caso de la educación, el sistema cubano cubre a partir de los 5 años y hasta la educación universitaria. A menudo, la gente con la que hablaba se sorprendía de que en España hubiera que pagar matrículas universitarias y libros de texto en el resto de niveles educativos. Para los niños de edades más tempranas, el país se dota de alrededor de 1.130 “círculos infantiles”, que son centros que prestan servicios de guardería y enseñanza preescolar cuyas tarifas están subsidiadas por el Estado. A ello ha de añadirse la existencia generalizada de instituciones educativas específicas para atender al alumnado con discapacidad o problemas de adaptación. Froilán, una persona de profundas convicciones castristas, me contó que, tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, el Estado llevó a cabo un proceso de alfabetización generalizada en todo el país. Incluso, se llegó a llevar maestros a las zonas más rurales y de selva de la isla para que toda la población supiera, al menos, leer y escribir.

La sanidad también comprende una cartera de servicios gratuitos más completa que la nuestra. Cuando hablaba con varios cubanos y cubanas para explicarles que los servicios de odontología no están cubiertos en España y les comentaba de las muchas personas afectadas por la estafa de iDental en nuestro país, no se lo podían creer. En lo que respecta a la atención a mayores y personas discapacitadas, en todo el país están implantados de forma general servicios de ayuda domiciliaria y de cuidado durante el día en aquellos casos en que sea necesario. Asimismo, para las personas de avanzada edad en la isla se crearon los denominados “círculos de abuelos”, que posibilitan la realización de actividades físicas comunitarias (suelen realizar ejercicios grupales en parques) y ponen en marcha programas de desarrollo intelectual y cultural para ellas. Quizás, todo ello esté estrechamente relacionado con el hecho de que, en Cuba, la esperanza de vida al nacer es de 80 años(según datos del Banco Mundial), estando por encima del resto de países de su entorno, como por ejemplo EE.UU. (79 años), México (77 años) o Argentina (77 años).

Hilando con todo lo anterior, pasaré a comentar aspectos que pude conocer con respecto el sistema de asistencia social en la isla. En cuanto a la alimentación, todas las familias reciben del Estado a precios simbólicos lo que se conoce como la “canasta básica” de alimentos, que incluye productos como arroz, pollo, huevos, azúcar o aceite. Todo ello, sin perjuicio de poder comprar en la red estatal de tiendas más cantidad de estos u otros productos. Además, todos los niños cubanos tienen derecho a recibir un litro diario de leche hasta cumplir la edad de 7 años.

Sin embargo, la percepción que me traje de mi estancia en la isla es que, al cubano medio, la “canasta básica” no le satisface plenamente porque le gustaría contuviera una cantidad mayor de alimentos. Asimismo, en determinadas épocas, el suministro de determinados productos alimenticios se ve dificultado por los efectos del bloqueo económico de EE.UU., al cual ya nos hemos referido con anterioridad. Antonio, un murciano que lleva 8 años trabajando en la dirección de la empresa municipal de aguas de La Habana, me corroboró esta cuestión. Pese a ello, tiene previsto seguir viviendo en Cuba durante los próximos años.

Hago una breve digresión para decir que el bloqueo económico deja ver sus efectos incluso en el estado de los edificios y las infraestructuras, pues son muchos los que, a lo largo de La Habana, muestran un cierto deterioro en su conservación a raíz de la falta de pintura y otros materiales de construcción. En ocasiones, el estado de algunas viviendas o edificios puede llegar a ser ruinoso. Todo ello, sin pasar por alto que los relativamente frecuentes huracanes y tifones que suelen sacudir a menudo todas las islas caribeñas, sin duda dificultan la adecuada conservación de las infraestructuras del conjunto de estos países.

 

Refiriéndome ahora al trabajo y a la inserción laboral, he de señalar que el nivel de empleo es muy alto. Ello es debido a que cada cubano tiene garantizado el derecho a que el Estado le asigne un empleo adecuado según su perfil profesional. De hecho, además de ser un derecho, el trabajo forma parte de las obligaciones de cada ciudadano con respecto a su país. Como muestra, el ejemplo de Georgina, una de las guías turísticas con los que tuve la oportunidad de coincidir, quien nos explicó que, tras estudiar en la escuela de idiomas de su ciudad, fue a la oficina pública de empleo y, en base a su formación académica, le ofrecieron su actual puesto de trabajo en la empresa estatal Cubatur. También nos contaron de otros de personas que, teniendo un nivel formativo mucho más básico, se les asignan empleos comunitarios de limpieza pública viaria y similares.

El resultado de lo que vengo señalando en párrafos anteriores, es decir, de la alta inserción laboral y del modelo de asistencia social integral, conduce a otro de los aspectos sorprendentes de lo que pude ver en Cuba: la ausencia de indigencia. No puede decirse que se observe un estado de opulencia generalizado, pero tampoco pude ver vagabundos en las calles de las ciudades en las que estuve, ni siquiera en el extrarradio, es decir, nada de sinhogarismo en los lugares en que estuve. Algo así es impensable hoy día en cualquier otro lugar del Caribe, y no digamos en los barrios más marginales de Norteamérica. Y qué decir de nuestro propio país: a finales de 2018, Cáritas cifraba en 40.000 el número de personas sin un techo en el que cobijarse en España.

Como contrapunto, existe en general un descontento con el nivel salarial. Al cubano mediole gustaría cobrar más. Ésa es sin duda una de las quejas que más se repiten cuando conversas en profundidad con la gente. Suele ser motivo de descontento la falta de poder adquisitivo para acceder a determinados elementos de consumo, como ropa de una determinada marca o artilugios tecnológicos.

En consonancia con ello, hace unas semanas, el presidente Díaz-Canel anunció una subida generalizada de salarios en el sector público. Estaremos atentos a la evolución de esta realidad en los próximos años.

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