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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Divide y vencerás

Antonio Ruiz Hernández

Murcia —

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Soy un demócrata convencido. La democracia, con sus luces, y por qué no decirlo, con sus sombras, es el sistema de gobierno que más capacidad tiene para garantizar la paz social. La sensación de la gente, a veces ilusoria, de que el funcionamiento de su comunidad de vecinos, su pueblo, su región o su país, también depende de su cuota de opinión y de su libertad para elegir a sus representantes, sirve para canalizar las muchas frustraciones que los errores de los dirigentes provocan entre un proceso electoral y el siguiente. “A ese no le voto más”, sentenciamos. Y con ello saboreamos la sensación de tener un cierto control sobre lo que sucede, evitando así la idea del golpe de Estado o el magnicidio, tan presente entre los descontentos de cualquier país con un gobierno no electo.

La realidad es que durante demasiado tiempo, en demasiados lugares, la participación ciudadana en las instituciones de gobierno se ha limitado exclusivamente a emitir un voto, normalmente cada cuatro años. Y después de esa “fiesta de la democracia” se ha gobernado de espaldas al elector.

En ese estado de cosas, no es de extrañar que a muchos les haya comenzado a resultar de poco consuelo vivir en una democracia así. Han nacido, como consecuencia, movimientos que hablan de volver a poner al pueblo, y no al dirigente, en el centro de la acción de gobierno. Todo muy bonito, muy entendible, pero tremendamente complejo. Hemos vivido con especial intensidad hace pocos días el referéndum convocado por el Gobierno griego, que pasó la palabra al pueblo para que pudiera tomar una importante decisión respecto a su futuro. Seguramente es loable que antes de poner una soga al cuello a tu gente, les preguntes si la quieren de esparto o de nylon, no digo yo que no, pero si empezamos a creer que la manera de gobernar es que el pueblo sea consultado cada vez que haya que tomar una iniciativa, considero que estaremos cayendo en un error.

Una vez electos los cargos directivos de cualquier entidad, estos, revestidos de la confianza de la mayoría, deben tener capacidad de decisión y autonomía si se quiere dar una respuesta rápida y ágil a las circunstancias que se presenten. Esto es especialmente importante en situaciones de crisis. En cualquier Estado moderno las situaciones de máxima emergencia las gestiona el ejército, entidad en que es la jerarquía, la cadena de mano, la que rige el funcionamiento, y en ningún caso se hacen asambleas y se vota para tomar tal o cual decisión.

Llegados a este punto de mis palabras, alguno habrá mirado varias veces hacia arriba tratando de comprobar que no se ha equivocado, y que esta no es la sección de política, sino el “Hablando en Grana”. No, no habéis cometido ningún error. En nuestro querido Real Murcia, en que un dictador ejerce con mano de hierro su “yo pago y yo mando”, también cabe hablar de democracia, y sus virtudes y limitaciones. Personalmente, tengo el orgullo de presidir una peña adherida a la célebre FEPEMUR (Federación de Peñas Murcianistas). Célebre por su capacidad, fuera de toda discusión, de liderar al murcianismo en estos últimos años llenos de circunstancias extremas. Pero también célebre por la hábil maniobra de Jesús Samper de colocarla en el disparadero en su rueda de prensa de hace pocos días.

El presidente del Real Murcia, como buen amo y señor, no debe estar contento dando cobijo en “su” estadio a quienes lo han caricaturizado, literalmente, como un cerdo. Los estandartes de “los tres cerditos” paseando por la Gran Vía hicieron mucho daño, y Samper, con sus famosos “tiempos”, la debía tener guardada. Expulsarlos de su sede le debe parecer demasiado impopular, así que al más puro estilo Mourinho con Casillas, Samper ha menospreciado la labor y el peso del movimiento peñista, y ha convertido la campaña de abonos más injusta de la historia en una pequeña guerra civil.

La FEPEMUR, que aún goza para sus peñistas de un precio especial en el abono, ha decidido responder con una campaña paralela pidiendo a la gente que se “aliste” en una peña, que aproveche el descuento, y que se sume a un fondo sur que promete ser, más aún, el corazón de NC. No pocos murcianistas han interpretado eso como una manera de poner el interés particular de la federación por encima del interés general del aficionado al Real Murcia. Esto es algo que no alcanzo a entender. No veo la polémica en que una federación trate de incrementar sus federados recordando a la gente las ventajas que tiene serlo. Lo más triste es que los palos a FEPEMUR no han venido solo desde otros lugares de la grada. Desde dentro de la propia federación ha habido también quien ha mostrado su malestar, e incluso, según publicó “Gol del Murcia”, alguna peña habría decidido abandonar la federación por, en sus propias palabras, no sentirse representada por las decisiones últimas de los dirigentes de la misma. El problema de la democracia, la representación y el descontento trasladado a la esfera murcianista.

Os puedo decir que hay cosas que se pueden hacer en un momento determinado desde la dirección de FEPEMUR con las que puedo no estar de acuerdo. Y no me conformo con votar a los cargos de la federación una vez cada cuatro años y no volver a participar. De hecho asisto a las asambleas y procuro manifestar mi opinión cuando se me pide, y a veces incluso aunque no se me pida. Pero no espero, ni esperaré nunca, que los directivos de FEPEMUR me consulten para tomar cada decisión. Y menos aún lo esperaré cuando en situaciones de crisis se requiera una rápida respuesta. Es más, les pido que sean el “ejército del murcianismo”, y que actúen de forma ágil, rápida y contundente. Después analizaremos errores y aciertos. Repartiremos elogios y críticas. Y llegado el momento las urnas también dictaran sentencia. Pero primero, responder.

Estamos en un país en el que a quien no se mueve le damos caña, y a quien sí lo hace, más todavía. No está bien visto tener iniciativa, y cuando alguien la tiene parecemos agazaparnos esperando a que se la pegue para hacer gala de uno de nuestros rasgos más característicos: el “yoyalodijismo”.

Con sus defectos, como es lógico, creo que nadie puede dudar de la dedicación de los dirigentes que están al frente de la FEPEMUR. Es muy sencillo criticar sus decisiones. Sin embargo hace pocos meses, cuando finalizaba su mandato, ninguno de sus críticos -ni siquiera los que ahora abandonan la federación- dio un paso al frente presentando una candidatura alternativa. Así, como único candidato, fue renovado Miguel Martínez como presidente.

Por mi parte, seguiré siendo crítico con su labor y la de sus compañeros de directiva, pero no dejaré de valorar la gran cantidad de su tiempo que dedican a que uno de los pilares fundamentales del murcianismo siga funcionando. Lo he dicho muchas veces, y lo repito ahora. Si algo ha cambiado sustancialmente en el movimiento social alrededor del Real Murcia en la última década lo ha hecho principalmente gracias la labor de FEPEMUR. Y si algo funciona en este club a día de hoy es su afición. A pesar de los mil pesares.

Vienen tiempos en los que toca sumar, estar más unidos que nunca. Ojalá el murcianismo sepa estar a la altura.

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