El sábado por la mañana, desde temprano, las furgonetas de la Policía Nacional y un perro rastreador de explosivos rodearon el hotel Siete Coronas de Murcia, donde iba a tener lugar la Intermunicipal del PP con presencia de importantes miembros del partido, así como de concejales y alcaldes llegados de diferentes puntos del país. Mientras los operarios terminaban de montar los salones para la celebración de las ponencias y los periodistas ocupaban la sala de prensa con cables y cámaras, sonaba por los altavoces música soul y blues. Sólo el cambio de música por la sintonía del PP, versionada para piano con el tempo de 'Carros de fuego', junto al remolino de fotógrafos a las puertas del hotel, anunciaron la llegada de la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, y el comienzo de la jornada.
No lo tenían fácil los populares en esta ocasión, tras una semana de agitación motivada por el escándalo de las 'tarjetas black', el auto del juez Ruz al respecto de la caja B del partido y la imputación de Ángel Acebes. Y no podían imaginar que al comienzo de la semana siguiente, la réplica del terremoto iba a tener similar magnitud que el seísmo que acababan de vivir.
En los primeros momentos hubo muchos reencuentros, besos, abrazos y saludos. Y en las primeras intervenciones también hubo numerosas referencias a España. “Somos los únicos que no hablamos mal de España”, se dijo. Tanto se habló de España, que poco después el alcalde de Murcia sufrió un desliz y pronunció el famoso y antiguo “España va bien”, para luego corregir sobre la marcha y añadir que “España va en la buena dirección”.
En la mayoría de los discursos que siguieron a la inauguración se repitió el mismo esquema: alabanza a la belleza de la ciudad anfritiona, al buen tiempo y a la gestión del Partido Popular. Hubo reafirmación, se mostró orgullo y se trató de elevar la moral de la tropa: “Sois el batallón de infantería”, dijo el ministro Montoro a los concejales y alcaldes de su partido, aunque más tarde añadió con sorna que “lo importante es que ésto vaya bien, y va bien porque los ayuntamientos me tienen siempre presente”. “Siempre estoy presente en sus oraciones”, sentenció Montoro con su particular tono de voz, arrancando las risas de sus compañeros.
No todos tuvieron arrestos de militar de infantería, pero sí los tuvo la alcaldesa de Cartagena cuando, con tono enérgico, se definió a sí misma como “un animal político” y reivindicó su labor frente a la de los técnicos y especialistas: “Yo quiero hacer ésto, decídme cómo lo tengo que hacer sin aumentar el déficit”, dijo Barreiro, tratando de reproducir una conversación cotidiana con los técnicos de su ayuntamiento. La misma energía demostró Rita Barberá para criticar a la prensa por sacar en grandes titulares los casos de corrupción, y en titulares más pequeños los logros de la gestión popular.
En la Intermunicipal del PP hubo reconocimiento al trabajo de los alcaldes y concejales, y más teniendo en cuenta las condiciones en las que lo desarrollan: “Tenemos que escuchar quejas, vecinos que te salen cuando menos te lo esperas porque saben todo lo que haces y dónde te tomas el café”, lamentó la alcaldesa de Logroño.
Los juegos de palabras de Manuel Cobo con los mareos y las mareas, la afirmación de Cospedal de que su partido estaba tan escandalizado como todos por los casos de corrupción, la regañina de Montoro y Barberá hacia la prensa o el calificativo de Peter Pan que Valcárcel dedicó a Pablo Iglesias, junto con las críticas al PSOE y a su secretario general, fueron alguna de las pocas referencias ajenas a la exposición de los logros del PP en su gestión municipal. También se salieron de ese contexto las advertencias de Arenas para que las mesas redondas del sábado acabaran a las seis menos cinco de la tarde.
Tal y como vaticinó Arenas, la sesión de tarde acabó con puntualidad, y después la actividad se trasladó a un salón del hotel donde se proyectaba el Real Madrid-Barcelona. Sólo permanecieron de pie el ministro Montoro y un corro de periodistas atendiendo a las explicaciones del responsable de Hacienda, que quiso transmitir con más detalle los anuncios relatados poco antes en materia de financiación de las administraciones autonómicas y locales.
Para la última jornada quedaron los discursos de Arenas, Valcárcel, Garre y el presidente Mariano Rajoy, todos poniendo el acento en la gestión económica, elevando de otra vez la moral y reafirmando el orgullo de recibir buenos datos de la EPA, del Banco de España y del test de estrés efectuado por Europa al sistema financiero, aunque todo ello no ocupe grandes titulares en los medios. Y los medios resoplaron en la sala de prensa al ver cómo el presidente, durante su discurso, pasó muy rápidamente por el asunto de la corrupción y se centró después en el referéndum catalán.
Al final la sintonía del PP, los abrazos de despedida y los operarios desmontando paneles y escenarios. Los focos apagados y los salones del hotel Siete Coronas vacíos. Nadie se esperaba que al día siguiente de la Intermunicipal, una operación llamada Púnica iba a ser el segundo terremoto en tan corto plazo de tiempo.
