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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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El lujo de aprender

Un aula / EFE

José Miguel Vilar-Bou

Hace poco más de un siglo, todo aquel que osase enseñar a escribir o a leer en España estaba jugándose ir a la cárcel. Porque la enseñanza era coto privado de la Iglesia. Los republicanos, comunistas y anarquistas de entonces, convencidos de que la educación era la clave para sacar al pueblo español del embrutecimiento, el sometimiento y la ignorancia, enseñaban a labradores que aprendían de noche, tras la interminable y durísima jornada de trabajo, los rudimentos de la escritura. Lo hacían en reuniones clandestinas, perseguidas por la Autoridad. Hacía falta pasión. ¡Tanto se valoraba el aprender!

Cuento esta anécdota para que tomemos conciencia de la importancia de la educación. Del lujo que es ser, como somos, la generación mejor formada que ha existido jamás en este país.

Y de paso para dimensionar una vez más la tragedia que supone el deterioro de la educación pública. No es un hecho accidental, justificado por la crisis: al poder siempre le vendrá bien una sociedad masificada, acéfala, acrítica y sin cultura.

Recientemente tuve la oportunidad de visitar un centro de reeducación de menores. Fui a ofrecer unas charlas a los adolescentes internos. No tuve tiempo de conocerlos bien. Pero sí me fui con la inequívoca impresión de que cualquiera de nosotros, de no haber tenido oportunidades, de no haber tenido quien nos aconsejara y corrigiera, podíamos haber llegado a estar exactamente en el mismo sitio en que están esos muchachos. ¿Cuál es el único antídoto contra eso? La educación.

Otra cosa que no pude evitar pensar es que, en efecto, estos adolescentes cometieron un error, y lo están pagando con la privación de la libertad. Y se les considera lo más bajo de la sociedad.

Sin embargo, ¿qué pasa con la legión de ladrones con corbata que coleccionamos en este país? Están ahí arriba. Se les habla de usted. Dios y ayuda cuesta que se los meta en la cárcel, si es que se consigue. Eso por no hablar de la ingenua posibilidad de que devolviesen lo que han robado. A mis ojos, estos señores tan dignos, tan apegados a las apariencias, siempre con las palabras “honestidad” o “ética” en la boca, son muchísimo peores que los muchachos a los que conocí en el centro de menores.

Estos chavales no han tenido oportunidades. O han nacido en un entorno nada favorable. Pero… ¿Los altos cargos, consejeros de cajas y demás que lo han tenido todo? Como dijo Gandhi, en el mundo hay suficiente para todos, pero no para la avaricia humana.

Y aquí enlazo con el principio. La educación es lo que diferencia una sociedad fuerte de una sociedad perdida, maleable y enferma. Es un trabajo difícil. Que sólo da frutos lentamente y a largo plazo. Es una labor que se debe hacer en cada casa, en cada colegio, en cada calle. Y el Estado la debe garantizar. Esto que digo ha sido repetido tantas veces últimamente que suena a obviedad, lo sé. Pero conviene mirar el problema a los ojos. No infravalorar las terribles consecuencias que podría tener en el futuro.

Nelson Mandela dijo que cada generación tiene una misión. Con toda probabilidad la de la nuestra sea impedir que se desmantele la democracia. Evitar que los individuos queden por completo indefensos ante un agresivo e inhumano mundo económico que cada vez recuerda más al draconiano siglo XIX. Luchar para que no se deterioren las conquistas de las generaciones del pasado, que tantas vidas costaron. No podemos permitir que nos devuelvan a la época en que aprender a leer o a escribir era un crimen. O un lujo.

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