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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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`Nabos y chirivías´: la Inquisión en Murcia

José Perelló

Cuando niño, escuché a unos viejos labradores de Corvera hablar de la Inquisición. Rondaría los diez años, allá por los sesenta. Aún no había ni luz eléctrica ni aparatos de radio en muchos lugares de esa pedanía como Las Casicas, Los García, Los Urreas…. Aquellos hombres, me consta, apenas sabían leer. Algunos años después comprendí que no se trataba de bagaje cultural sino de habla oídas de sus mayores. Y ciertamente se referían a la Inquisición de Murcia, una de las más activas y fieles a la Corona católica española. Los abuelos de aquellos vecinos de mi abuelo, la conocieron y la temieron.

¿Hay una conjura de silencio? Curiosamente en el índice de la `Historia de la Región de Murcia´ (1) la entrada para Inquisición es: nada. Como si en Murcia no hubiese habido una sucesión de celosos tribunales encargados de herejes y judaizantes hasta el siglo XVIII, y de liberales y masones en el XIX.

La Inquisición en Murcia fue creada por expreso de la reina Isabel la Católica en el momento de su visita a Murcia en 1488. Lo hizo diez años después de su creación en Castilla por la bula del papa Sixto IV. El tribunal se asentó en el antiguo alcázar, edificado en época de Enrique III, sede actual del Colegio de Arquitectos de Murcia. Ese fue su primer emplazamiento, pero tuvo dos más.

Desde 1492, cuando se levantó el primer cadalso frente a la catedral, el Santo Oficio no dejó de trabajar hasta que fuera abolido en 1812 por las Cortes de Cádiz.

La vuelta en 1814 de Fernando VII fue acogida en Murcia como en el resto de España: con entusiasmo. El pueblo había derrotado a los franceses, y le devolvía el trono con la Constitución más avanzada de la época.

Pero las intenciones del “Deseado” eran muy poco constitucionales. En efecto, nada más poner pie en España, el Borbón se apresuró a reinstaurar el absolutismo y con él, el Santo Oficio abolido en 1812 por las Cortes de Cádiz. Ahora tocaba perseguir a masones y liberales, es decir, a los elementos ilustrados y constitucionalistas que amenazaban a la monarquía absoluta.

De 1814 hasta 1820, la Inquisición se muestra muy activa. Sometía a continua vigilancia a cualquiera señalado como liberal y, en especial, a los oficiales de Marina que habían viajado a Francia. Sin duda, el cosmopolitismo marinero fue una de las razones de que Cartagena se mostrase siempre más afín al liberalismo que la capital del reino. Pío Baroja, en `Juan Van Halen, el oficial aventurero´, dice: “En aquella época Murcia era una de las capitales menos adelantadas; estaba dominada por el poder clerical y por una nobleza ignorante […] El edificio de la Inquisición había padecido mucho en la guerra de la Independencia, pero los facciosos consiguieron hacer otro edificio mucho mayor que el antiguo, a pesar de la enorme miseria reinante en el país”.

Este antiguo edificio aún existe. Está en Alcantarilla y se conoce como casa de Las Cayitas, nombre que se le da por las últimas propietarias del edificio, que lo habitaron entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, Doña Caya Arias Castellanos, y después su hija Doña Caya López Arias. Está ubicada en la calle Cartagena y fue construida en el siglo XVIII, albergando durante largo tiempo el Tribunal Comarcal de La Inquisición.

En la fachada principal vemos el escudo con los símbolos de su heráldica: la cruz, flanqueada por la espada y el laurel. Actualmente es la Biblioteca Municipal. Las mazmorras están en el sótano y sus ventanitas quedan justo a la altura de los ojos. Alzar la vista hacia el exterior desde ellas, imaginando tiempos pasados, puede llegar a ser estremecedor.

La presencia del clero y sus prácticas en la vida cotidiana era total, incluso en sus aspectos más festivos y mundanos. Prosigue Baroja: “Se hacía en Murcia entonces otra procesión, el rosario de la aurora. Salía todos los domingos un poco antes de las doce de la noche. Los curas y el pueblo recorrían las calles con gran alboroto y se emborrachaban en todas las tabernas que encontraban al paso. Nuestra Señora de la Aurora era la que hacía el gasto de estas saturnales, porque los vagos que la acompañaban le robaban los cepillos de las ofrendas”.

En el Trienio Liberal (1820-1823) se suprime de nuevo el Tribunal del Santo Oficio. `Negros´ y `apostólicos´, o sea liberales y absolutistas, inauguraron la saga de `las dos Españas´.

Las ciudades toman partido y los partidos se enfrentan durante todo el siglo. Liberales son Cartagena, Caravaca, Cehegín, Bullas, Mula, Alhama, Fortuna, Abanilla, Yecla, Mazarrón y Blanca. Tienden al absolutismo Molina, Orihuela y Archena. Más indefinidas son Totana, Alcantarilla, Cieza, Beniel, Jumilla, Moratalla, Murcia y Lorca. Es en la ciudad del sol, muy proclive a motines y algaradas, donde los liberales son llamados `nabos´ y los serviles `chirivías´. Son lorquinos los liberales José Montalbán y Tomás Benítez. Ambos embarcaron con Torrijos en Gibraltar en 1831 y fueron fusilados con él.

El mayor éxito político de la Inquisición de Murcia del XIX fue su colaboración al fracaso de la conjura de Torrijos y Van Halen. Estos activistas liberales conspiraron en Murcia y Cartagena, con salidas y encuentros en Alicante y Andalucía; y conocieron las mazmorras de la Inquisición murciana.

Derribado el gobierno liberal, ahorcado Riego en Madrid, se inicia en toda España un periodo de gran represión. En Murcia, el corregidor Garfias inaugura la `década ominosa´ (1823-1833), instalando dos cadalsos permanentes en la plaza de la Merced: horca y garrote. Curiosamente fue Jaime Alfonso el Barbudo, el mítico bandolero, el que estrenó la horca, aunque había servido con su partida y con mucho arrojo a la causa absolutista. Las Juntas de Purificación vigilaban y denunciaban a la Inquisición a cualquier sospechoso de liberal. Y al modo inquisitorial, los bienes de los liberales denunciados al Santo Oficio eran confiscados.

Quien controla el pasado, controla el futuro. Por eso es importante no olvidar como el rey felón, Fernando VII de Borbón, usó al clero católico como policía política. Y qué policía.

La actividad de la Inquisición de Murcia, muy fuerte en los siglos XVIII y XIX, está oculta, muerta y sepultada, lejos de la vista del ciudadano. Convendría abrir las ventanas de celdas y calabozos, desempolvar documentos, dejar que el sol deseque el moho del olvido y enfrentarnos cara a cara a un tenebroso pasado que no hay que olvidar para que nunca renazca.

(1) Ediciones Mediterráneo, 1980 Conde Roche 5 MURCIA

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