El envío de las medidas del Gobierno a Europa por los fondos estructurales ha abierto la caja de los truenos por diversas cuestiones, aunque la más controvertida es la de los peajes. Este debate tiene su origen en una directiva europea que obliga gravámenes (peajes) al transporte pesado (camiones) por el uso de infraestructuras (carreteras).
La medida llevaba coleando desde la aprobación de la directiva en 2011 y ha traído conflictos. En Alemania donde se impuso por igual a los camiones que a los turismos hubo de retirarse a estos últimos porque el pago, realizado a través de una viñeta, se compensaba para los ciudadanos alemanes mediante una rebaja en el impuesto de circulación. Una situación que fue denunciada por la vecina Austria por vulnerar el derecho a la libertad de circulación lo que obligó a Alemania a retirarla tras una sentencia del TJUE.
La patronal del transporte lleva una década resistiéndose en España a la introducción de la directiva europea. El trafico de mercancías por carretera alcanza el 90% en España. Una huelga conllevaría el bloqueo del país. Situación velada que ha conllevado los diversos informes, desde el PP hasta el PSOE, a reducir el impacto en las empresas a través de la translación del mismo a la población con la excusa de un efecto indirecto claro sobre la inflación. En definitiva, los gobiernos españoles tienen más miedo a los lobbies que a los ciudadanos y son incapaces de escalar las medidas para lograr una aceptación general de políticas verdes necesarias.
El peaje conllevará un traslado del transporte por carretera hacia el ferrocarril. Para hacerlo, hemos de seguir invirtiendo en los corredores de mercancías. En ellos hemos de tener en cuenta tiempos de viaje, capacidades de carga, frecuencias, periodicidades, pero sobre todo costes que disminuyen cuanto menor son las pendientes. Esto obliga a repensar la estructura de la malla ferroviaria, hemos de abogar por una mejora de la red convencional: electrificación y desdoble, haciendo interoperable esta con la red en ancho estándar. Necesitamos que las licitaciones de nuevo material consientan la circulación por diferentes anchos y electrificaciones. Además, el transporte de viajeros debe cambiar de perspectiva y asentar una adecuada compatibilidad entre cercanías, medias distancias y largas, a través de la idea de candencia y frecuencia.
Nuestras autovías se han construido en parte con apoyo de los fondos estructurales europeos y son usadas tanto por los nacionales como por una gran cantidad de turistas y personas de paso, a los que el gobierno busca cobrar, pero no puede hacerlo sin un acuerdo que incluya a los nacionales y este será uno de los temas de debate en la introducción de los peajes, el otro es que el futuro está a la vuelta de la esquina.
La reducción de los consumos de combustible fósil con el desarrollo de los motores híbridos y completamente eléctricos se traduce en una pérdida de ingresos. Sin embargo, el alto precio actual de estos coches hace que cualquier recargo al precio de los combustibles para compensar las pérdidas repercutirá en las rentas más bajas y en los transportes de mercancías con los consiguientes problemas. Una situación que ya se experimentó en Francia con la revuelta de los chalecos amarillos ante la subida de carburantes.
Andar hacia un mundo más verde implica también pensar en los modelos de transición, no se puede inaugurar un debate sobre la introducción de los peajes sin planear una adecuada planificación de la malla ferroviaria y su desarrollo para conectar los diversos puntos del país; sin plantear los problemas; sin vislumbrar las soluciones y sobre todo empezando por las empresas, ya vendrán los ciudadanos más tarde.
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