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Esta vez los comunistas no nos salvarán

Trostyanets (Ucrania), 30/03/2022.- Vista de la letra 'Z', con la que actualmente se distingue a los efectivos del ejército ruso en un tanque ruso destruido por las tropas ucranianas en la ciudad de Trostyanets, en la región de Sumy en Ucrania.

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Se habla mucho de la actual situación a raíz de la invasión rusa en Ucrania comparándola con diversas cosas, pero en muchas ocasiones con la invasión nazi de Polonia y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, concretamente, comparando a Putin y su régimen con la camarilla de sicofantes del Berlín alucinado de los años 30 y su mesías Adolf.

Sin embargo, a mí personalmente hay una comparación que me parece mucho más importante y, tal vez, interesante. Y es la de la terna de ideologías que competían a muerte en los años 30 y que, por resumir, eran, por un lado, las democracias occidentales, inmersas en una crisis devastadora tras el crack del 29, así como continuas inestabilidades políticas y gobiernos corruptos y en decadencia, la Unión Soviética, enzarzada en una purga interminable interior por Stalin, a la vez que se armaba e industrializaba aceleradamente preparándose para la tormenta que estaba por venir, y un eje que, esencialmente, era Alemania, ya que Italia nunca fue más que un estorbo para ella, y Japón un lejano simpatizante con una agenda propia.

En esencia se podía plantear como democracias debilitadas más o menos liberales, autocracias rampantes lideradas por Alemania y con una rabiosa retórica nacionalista y depuracionista de “traidores internos”, además de excesos raciales sin límite, y un comunismo implacable ideológicamente aún frágil, pero en consolidación.

A posteriori, dada la profunda aversión de Adolf al comunismo y su objetivo declarado de destruir la Unión Soviética como espacio vital para el Reich, aun no siendo este dictador muy diferente del soviético en muchos aspectos, la inevitable guerra se convirtió en una alianza contranatura entre las democracias capitalistas y el comunismo más represivo para derrotar al cabo austriaco.

Hasta ahí la Historia. Y ahora el presente, y la comparación que me interesa, aunque a estas alturas creo que ya está claro por dónde va a ir el resto de este artículo.

Una vez más tenemos un conjunto de democracias liberales capitalistas, esta vez más unidas entre sí, a través de sistemas de alianzas como la UE o la OTAN, pero en realidad, divididas, con unos Estados Unidos al borde de la fractura civil (por no usar una palabra más fuerte), como se vio con el asalto al Capitolio, o países del Este europeo que sólo se muestran unidos con la UE ante un enemigo común, por puro estupor ante la doctrina del shock, y sólo mientras éste no pase; después, ya veremos. Y todos esos países a su vez corrompidos desde dentro por el apoyo velado (o no tanto) de Moscú a los Amanecer Dorado, PEGIDA, Vox, y decenas más del mismo palo, financiados o, como mínimo, apoyados a través de campañas de desinformación y manipulación de la opinión pública, ya que en esta parte del mundo la opinión publica aún cuenta algo.

Por otro lado, tenemos a la autocracia, aunque, irónicamente, esta vez cae del lado de lo que fue el antiguo bloque soviético, y esta vez liderado por, cómo no, un halcón, y, por supuesto, rabiosamente nacionalista, además de revisionista. No sé si les recuerda a alguien de los años 30. Eso sí… no tiene aversión al comunismo, sino a las democracias occidentales: a Estados Unidos por ganarles la Guerra Fría en su día, y a Europa por ser una panda de débiles seguidistas que no merecen la libertad de que gozan. Ah, y con países llenos de “maricones” por todas partes y que se muestran abiertamente. ¡Qué escándalo!

Nos queda el tercer bloque. El insondable Dragón. El que es comunista, pero poquito, lo justo, vamos…, pero que, ciertamente, parece tener claro que, después de hacerle de fábrica barata a los crápulas insaciables de Occidente durante un par de décadas y acumular capital y tecnología, ahora le toca reclamar el lugar que como Señores Bajo el Cielo les corresponde.

La tríada está servida una vez más y, por tanto, el enfrentamiento se producirá de un modo u otro, como guerra fría, caliente o incineradora; eso ya se verá. Puede que Ucrania sea la Polonia de la Tercera Guerra Mundial o no, o que eso ocurra más tarde, o no se produzca de ese modo en este nuevo choque de bloques.

Pero hay una gran diferencia respecto a los años 30. Esta vez los bloques no democráticos no se odian entre sí ideológicamente porque la ideología se ha diluido a favor de otros principios rectores, más prosaicos y pragmáticos, y ello hace que, inevitablemente, esta vez nuestro bloque se encuentre sólo contra los otros dos. Si el Dragón está usando al Oso como ariete para resquebrajar los muros de Occidente o si su plan es distinto, no lo sé. Si se producirá un triple teatro bélico simultáneo de operaciones en Europa, el mar de la China Meridional y Corea o no, tampoco. Ni siquiera es especialmente relevante el modo o el cuándo, sino el qué. Y el qué es que la autocracia clásica y la autocracia colegiada esta vez van de la mano contra el Tío Sam, y Europa está en medio, y poco más podrá hacer que verlas venir.

Las cartas ya se han revelado. Los actores han ocupado su posición en el escenario y ahora toca vez qué clase de obra han concebido y qué formas de luchas de poder pondrán en juego, sabiendo lo fácil que es que todo se descontrole, incluso ante un error de cálculo involuntario, no digamos ya por una apuesta arriesgada o imprudente.

Lo único que sé con seguridad es que esta vez los comunistas no nos salvarán.

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