Qué bello es vivir

La película es un clásico del cine americano. Según consta en la wiki, la que más veces se ha emitido en las televisiones de todo el mundo durante las fechas navideñas. Dirigida por Frank Capra, protagonizada por James Stewart. En la misma se relata cómo, días antes de la Nochebuena, a una persona que está a punto de suicidarse le salva un ángel y, después, toda la vecindad le ayuda a superar el bache. ¿Quién no he hecho un pucherito viendo esta película?

Se ha abierto el proceso electoral para los comicios del 20 de diciembre. Que se hayan convocado unas elecciones generales el último domingo antes de Nochebuena es algo inédito. No había ocurrido en los once anteriores procesos electorales a Cortes que se han dado después de la restauración democrática. La pregunta del millón es saber si esta circunstancia influirá, de algún modo, en el comportamiento electoral. Son muchos los expertos en comunicación política que opinan que se ablandará el corazón del elector y éste no será tan duro a la hora de castigar a sus tradicionales opciones por los errores cometidos. El espíritu de la Navidad bajará la indignación social antes determinadas prácticas políticas, opinan.

Dicen que Stalin se mofaba de la democracia porque entendía que dependía del ánimo con el que los electores iban ese día a votar. Poco más se puede esperar de un autócrata. No obstante, el comportamiento de ir a votar y de optar por uno u otro partido, en última instancia, es una decisión personal. Por lo tanto, en el comportamiento electoral individual entran muchos factores: identidad política, utilidad personal y social, atracción de liderazgos, propuestas programáticas, rechazo a otras opciones, fidelidad a las siglas... y estado de ánimo.

El contexto social también tiene su influencia. No es lo mismo votar en un clima de paro masivo que de pleno empleo. O votar después de una atentado cruento como el de Atocha.

En esta ocasión, la coincidencia electoral con las navidades puede tener una cierta influencia. Los profesionales de la sicología y siquiatría son conscientes de que en esa época del año, en las navidades, la mayoría de las personas se muestran más optimistas, más positivas. Cierto es que también suele haber casos de depresión por las emotivas fechas.

Más allá de las hipótesis sicologistas, lo que es evidente es que en plena campaña navideña tendremos la campaña electoral. Dos campañas que compartirán espacios mediáticos. Dado el ingente número de recursos financieros de la campaña publicitaria de Navidad, ésta eclipsará, en cierta medida, la campaña electoral.

El espíritu de la Navidad correrá paralela a la campaña electoral. El turrón ya está en los supermercados. A partir de estas fechas, empezará una escalada publicitaria en torno a la Navidad. Una publicidad muy tradicional basada en la bondad, el amor, la fraternidad, la amistad, la familia...

Los estrategas electorales harán bien de tener en cuenta esta circunstancia. Sin pasarse y sin obligar a los candidatos a colocarse gorritos de navidad cantando el We wish you a Merry Christmas. No obstante, será oportuno intentar acoplarse al momento en que se está. Por ejemplo, puede ser recomendable potenciar el relato, el storytelling, como recurso sencillo y personal para entrar en comunicación con el elector. También procurar no ser aguafiestas. Cuando los mensajes navideños de amor nos bombardean, no es conveniente introducir mensajes políticos agresivos o negativos. Por ejemplo, no veo el recurso al doberman como herramienta electoral.

En definitiva, entramos en dos campañas que no tienen mucho que ver (Navidad, elecciones) pero que por su coincidencia en el tiempo puede contaminarse. Y si se produce esta influencia será más bien en el comportamiento electoral. No así en el comportamiento navideño.