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Pamplona, 40 años adelantando el Carnaval a la Nochevieja

Unos jóvenes disfrazados durante la Nochevieja de 2019 de Pamplona

Andoni Amadoz

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La gente que fue joven durante los ochenta se acordará, porque sigue en el imaginario popular de toda una generación, de cuando una Nochevieja apareció un caballo por lo Viejo de Pamplona. Lo montaba un vaquero apuesto, dispuesto a perseguir a todos los indios que se atrevieran a salir por Jarauta, por Navarrería o por Calderería. Le debió de costar mucho trabajo, quizá cejara en su empeño, porque más o menos la mitad de quienes habitaron las calles aquella noche eran indios. La otra mitad, una mezcla de vaqueros, sheriffs y mujeres de la pradera. El caballo entró a varios bares, todavía se desconoce cómo, y estuvo de fiesta igual que todos esos jóvenes que no dudaron en montarse a lomos del animal, en una Nochevieja inolvidable que terminó por sentar las bases de una incipiente tradición que hoy nadie pone en duda.

Por aquel entonces eran los propios bares del Casco Viejo de Pamplona los que determinaban la temática de cada Nochevieja. “También marcaban el ritmo las peñas de la ciudad”, relata Sonia Barcos, que pertenece a la segunda generación que regenta la tienda de disfraces ‘La Golosina’ desde hace más de 50 años. “Empezaron algunas cuadrillas”, rememora Barcos, “y poco a poco se fue haciendo más popular”. Por aquel entonces no era común ni que la gente se disfrazara ni que hubiera tiendas de disfraces al uso, o sea que en la tienda familiar de Barcos comenzaron a alquilar los disfraces: “Nuestra madre, que era modista, confeccionaba todo tipo de disfraces, y como la gente no tenía, venían a nuestra tienda a alquilarlos según lo que marcaba cada peña”. Con el paso de los años la temática para la última noche del año se fue haciendo más libre, hasta la Nochevieja que se celebra a día de hoy, donde cada cuadrilla decide por cuenta propia el disfraz que quiere llevar. Sin embargo, durante aquellos primeros años, la temática venía marcada, en parte, porque el hecho de disfrazarse durante el 31 de diciembre fue una decisión totalmente fortuita y que tuvo su precursor durante la Nochevieja del 82, por culpa de un festival que organizó una radio pirata en el frontón Labrit.

‘Nochevientos en el Paraíso’. Así se llamó el festival que Radio Paraíso organizó para el 31 de diciembre de 1982 en el Labrit. Lo anunciaron ese mismo día en Diario de Navarra, a página entera impar, en donde desmenuzaban un programa que comenzaba ya a las siete de la tarde, y se alargaba hasta las siete de la mañana. Desde el comienzo de la velada y hasta las nueve de la noche, desde la radio pirata plantearon un ‘Gran festival infantil’, que “por sólo veinte duritos” o 100 pesetas (unos 60 céntimos al cambio de 2002), daba la opción de disfrutar de las actuaciones del payaso Beri, el mago Jamalan-Druki o la banda ‘Joselu Anayak’. La noche continuaría con un circo con regalos y juguetes, para llegar a la medianoche y dar paso al momento álgido de la noche: tras dar las campanadas en directo, en el mismo frontón, y donde se iba a dar un “increíble” regalo –un vídeo Sanyo valorado en 100.000 pesetas–, daría comienzo el cotillón que “Pamplona esperaba”, hasta, por lo menos las cuatro de la madrugada. El cartel reza que se iban a dar concursos diferentes cada media hora, con diez premios que iban desde dos viajes a Canarias, otros dos a Baleares, un órgano de ritmos o una radio-cassete para los ganadores de tres categorías diferentes de concursos: de baile, de “modelazos”, a las personas más elegantes, y de disfraces. Ahí se sembró la primera semilla que dio fruto a las Nocheviejas que ahora se celebran en Pamplona.

“Para mí es una de las mejores noches del año, porque puedes ser otra persona, disfrazarte de algún personaje que haya llamado la atención durante el año”, dice Miguel, un joven de Pamplona que lleva ya varios años saliendo de fiesta durante la última noche del año. Se ha disfrazado de todo tipo de personajes, desde Manuela Carmena y sus famosas magdalenas, “mucha gente me preguntó a ver si iba vestido de abuela”, confiesa entre risas, hasta extraterrestre, disfraz que eligió para festejar la última Nochevieja antes de la pandemia. Este año volverá a las calles de Pamplona, aunque teme que haya mucha más gente de la habitual, “y eso que antes ya éramos demasiados”, reconoce. ¿El disfraz? “Este año se me ha echado el tiempo encima, o sea que tendré que tirar con lo que tenga por casa”. A Miren, otra joven de Zizur Mayor, pero que festeja la Nochevieja en Pamplona, le pasa algo parecido, aunque ya tiene, más o menos, una idea del disfraz que ensamblará tras comprarse unas gafas de mentira en un comercio del Casco Viejo de la ciudad: irá de alta ejecutiva, con traje de sastre, botas de tacón y un cuaderno donde apuntar lo que vaya sucediendo durante la noche.

Este año se cumplen cuarenta años desde que Pamplona comenzará a disfrazarse de forma más masiva, ya durante la década de los setenta en el barrio de la Txantrea hubo quien salía de fiesta con “atuendos festivos y cómicos”, cuenta el historiador Jabier Mangado, pero no fue una tendencia generalizada hasta aquella fiesta en el Labrit. Hoy, sin embargo, la tónica general es muy distinta, y sólo persiste la tradición de disfrazarse. Ya no hay ni fiestas ni festivales, y la gente que sale por Pamplona es mucho más abundante que la que salía hace cuarenta años. Ahora también se sale por discotecas, aunque la mayoría de los jóvenes suelen preferir ir por bares, como es el caso tanto de Miguel como de Miren. Ambos dos confiesan no haber salido “nunca” a una discoteca durante la noche del 31. “Para un día así, más festivo y especial, prefiero ir por bares, la verdad, porque te juntas con más conocidos y el ambiente es mucho más divertido”, aclara Miren.

Las tiendas de disfraces hacen su agosto particular

Lo más parecido a los carnavales de Pamplona es la Nochevieja que se celebra en la ciudad. Por eso, así como en otros lugares las tiendas de disfraces viven su momento álgido a partir de enero y tirando hacia mediados de febrero, cuando se celebran los carnavales en la gran mayoría del país, las tiendas de disfraces de Pamplona viven, en gran medida, por y para el 31 de diciembre. Koldo Nava, de la tienda de disfraces ‘La Máscara’, cuenta que los disfraces y complementos que los vecinos compran para la última noche del año les suponen “más o menos la mitad” de la facturación de todo el año. Por detrás quedan otras fechas que cada vez son más populares como Halloween o los propios carnavales de los pueblos, “que suelen venir a comprar a Pamplona”. En ‘La Golosina’ los disfraces para la Nochevieja también suponen una facturación importante, pero desde la pandemia confiesan estar más resentidos: “Estamos tristones. Quizá sea que íbamos con las expectativas muy altas de otros años”. Están vendiendo, sí, pero menos que otros años.

La temática suele variar año tras año, ahora que cada cual decide qué disfraz ponerse, y así como otros años sí que ha habido un disfraz que se repetía con cada cuadrilla, entre las que destaca el disfraz inspirado en la serie ‘La casa de papel’, que fue el atuendo estrella para la última Nochevieja que se celebró, allá por 2019, este año tanto Barcos como Nava confiesan no estar vendiendo un disfraz repetido. “Alguno ha venido pidiendo a ver si teníamos algo de Isabel II”, comenta Nava, “pero nada en particular, estamos vendiendo un poco de todo”. Barcos coincide en la foto para esta Nochevieja: “No tenemos ningún disfraz estrella este año, simplemente estamos vendiendo los disfraces básicos, de toda la vida, como los de piratas, por ejemplo, pero reinventados y adaptados a los gustos actuales”.

Sea como sea, con disfraz estrella o sin él, lo cierto es que la Nochevieja de Pamplona cumple esta noche 40 años. Desgraciadamente, no existen ni fotos de aquel ‘Nochevientos en el Paraíso’ ni de las primeras Nocheviejas en que la gente decidió empezar a disfrazarse, sin la menor intención de sentar modas. Lo único que queda, después de cuarenta años, es un legado que Radio Paraíso cedió a Pamplona de manera totalmente desinteresada, como si supiera que, a fin de cuentas, sus días estaban contados, hasta su clausura policial en marzo de 1983, como si supiera que, organizando un evento memorable, el espíritu que los impulsó a montar aquella primera radio pirata se quedara para siempre pululando por lo Viejo de Pamplona, aunque fuera tan sólo una noche al año.

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