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Botellona contra España

Varias personas se manifiestan contra los indultos en Colón.

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Eso parecía. Una macrobotellona o quedada calurosa para repetidores entre latas y bombón helado. Contra todas las maneras de sentir España que no sean la suya, y más contra un no sentir España, tan constitucional como lo primero.

No ha sido un movimiento nuevo ni espontáneo. Ha sido un fragmento del movimiento, de la revolución pendiente de Girón que vuelve, que asoma entre la trasnochada derecha y poco adaptada a los tiempos democráticos que, ahora que hay un Gobierno que no les gusta y enrabieta, da la cara.

A los convocantes, vicarios despechados con aires de sociedad civil, y a los mandantes de verdad les daba vértigo que los descubriera la simbología espontánea a manera de proclamas y banderas preconstitucionales –eso decían algunos medios mientras suelen calificar de ilegal a la republicana–, que pudiera surgir como así fue. La plaza de Colón tenía andares, olores y colores de Plaza de Oriente y también la nostalgia perdida del Valle de los Caídos.

De la foto de Colón II, Colón eterno, huían los líderes y lideresa de la derecha cobardita mientras la ultraderecha sin complejos sacaba pecho y se pavoneaba dueña de la función. Un espectáculo hasta cómico; era curioso observar los círculos de protección fotográfica, no fuera que pareciera que Pablo Casado e Inés Arrimadas estuvieran allí con sus socios, con la extrema derecha, la que los sustenta en gobiernos locales y regionales. La extrema derecha que actúa aquí y allá como burbuja para garantizar que la derecha gobierne.

De la foto de Colón II, Colón eterno, huían los líderes y lideresa de la derecha cobardita mientras la ultraderecha sin complejos sacaba pecho y se pavoneaba dueña de la función

No hay nada nuevo en la Colonada, si acaso un revival de los cuarenta y siguientes, un capítulo de 'Cuéntame' pero de humor. Si no fuera porque pocas horas antes la izquierda en su conjunto –como también la derecha democrática en toda Europa– clamaba en París contra la extrema derecha, al mismo tiempo que la derecha de Casado y Arrimadas arropaban en Madrid a la extrema derecha anticonstitucional.

Se puede estar contra los indultos, se puede discrepar; es un acto político del Gobierno. Pero lo ocurrido en el derechómetro ha sido una expresión de nostalgia alcanforada de tiempos preconstitucionales con mucho aditamento directamente franquista.

La derecha se jibariza a sí misma. Los electores catalanes –antes los vascos– les han dicho hace muy poco que su idea de España no la comparten o incluso que tienen otra idea sin España. Y sin embargo, la apolillada expresión de la sociedad civil que el PP lanza por delante, líderes de mil fracasos agitadores, insiste en que su idea y la de los españoles de bien, de los que se apropian, es la única posible. No se inmutan por el hecho de que la ciudadanía no les vote ni en sus pueblos ni que sus apuestas políticas se derrumben. Ser agitador españolista se ha convertida en una profesión, en una misión al estilo cebrianista que tiene buena remuneración y se premia en medios de comunicación y cenáculos del poder más profundo.

Pero no nos llevemos a engaño, quizá la afluencia de disidentes o adherentes al viejo régimen haya sido menor en Colón, pero el movimiento excede los límites urbanos de la plaza. Hay mucho militante de lo mismo agazapado detrás de sus vergüenzas que, sin embargo, aparece de manera insistente en televisiones, mesas redondas, simposios y columnas de opinión.

La derecha se jibariza a sí misma. Los electores catalanes –antes los vascos– les han dicho hace muy poco que su idea de España no la comparten o incluso que tienen otra idea sin España

Lo importante para ellos es que España no avance en otra línea y, si para ello hay que poner en cuestión los propios cimientos de su viabilidad, no les importa España. Unidad y solo unidad; Catalunya o Euskadi les sobran en tanto que intérpretes de una visión distinta que puede ser contagiosa.

Quizá no valoren que España, su España, estaría incompleta sin su diversidad, sin las maneras plurales de ver las cosas. Hoy la excusa son los indultos, antes fue el Estatut, otra vez fue el catalán o la ikurriña. Catalunya o Euskadi para dividir, para ganar votos mesetarios. Les sobra el diálogo y el entendimiento, les sobra la democracia, la modernidad.

Su España es la imperial, una, grande y libre.

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