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La alimentación, de problema a solución

Una imagen de la huerta valenciana

Daniel López García

Biólogo y doctor en Agroecología, coordinador técnico de la Red de Ciudades por la Agroecología —

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El sistema alimentario se ha situado en el centro del debate sobre la respuesta social a la pandemia COVID-19. La posibilidad de una zoonosis como origen, la mayor mortalidad en personas con dietas inadecuadas, el incremento en la demanda en ayuda alimentaria, la dificultad de proveer de dietas adecuadas a familias vulnerables. El papel que confieren las instituciones internacionales a la alimentación sostenible y saludable abre un nuevo horizonte.

En la gestión de la pandemia COVID-19, la provisión de alimentos y su calidad ha saltado al centro del debate local e internacional. Algunos sectores se han apresurado a decir que nuestros sistemas alimentarios han resultado exitosos, otros matizan esta afirmación. Se ha multiplicado el número de personas demandantes de ayuda alimentaria, el descenso del gasto alimentario familiar indica un peligroso empeoramiento de la dieta que nos hace más vulnerables en una situación de rebrote y este sistema alimentario ha promovido a lo largo del estado de alarma que, mientras los precios que percibían las personas agricultoras se reducían, los que pagan las y los consumidores se elevaban.

Es impresionante la bolsa de nuevas personas demandantes de ayuda alimentaria, en países como el Reino Unido las familias en situación de privación alimentaria se han multiplicado por cuatro durante las semanas de emergencia; entidades como Cáritas señalan que la demanda de asistencia en España se ha triplicado en las grandes ciudades; y las redes ciudadanas autoorganizadas para abastecer de alimentos se han multiplicado, cubriendo los huecos que deja un sistema de asistencia pública completamente desbordado. El sistema alimentario global no ofrece seguridad alimentaria para los grupos sociales empobrecidos.

Hay otros lados del problema. Numerosas voces hablan de un descenso en el gasto alimentario familiar en estas semanas que va de la mano de un empeoramiento de la dieta, falta de acceso a alimentos frescos y mayor consumo de procesados, algo totalmente en contra de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las malas dietas causan enfermedades relacionadas con la mala alimentación, que le cuesta al sistema sanitario español casi 2.000 millones de euros al año. Esta mala alimentación nos ha hecho más vulnerables al coronavirus y nos deja en peores condiciones de afrontar posibles rebrotes. El sistema alimentario global no ha asegurado alimentación de calidad, saludable, y sostenible; y mucho menos para los grupos sociales vulnerables.

Además, un sistema alimentario en buen estado no puede suponer una reducción constante de los ingresos de las pequeñas y medianas explotaciones agrarias (la inmensa mayoría). El sistema alimentario globalizado, mediante el desigual reparto de valor en la cadena alimentaria, fuerza al sector agrario a manejos agresivos. La inequidad en el reparto de riqueza está en el origen de desertificación y pérdidas de suelo fértil por erosión; o en la contaminación de acuíferos por nitratos o pesticidas. También, y por el mismo reparto desigual de la riqueza en la cadena alimentaria, las mujeres y los jóvenes huyen de la actividad agraria y abandonan nuestro medio rural; se fuerza a la sobreexplotación de la fuerza de trabajo jornalera, mayormente extranjera y a veces en condiciones infrahumanas; y se expone a las mujeres trabajadoras en el sector agrario a situaciones intolerables de abuso. El sistema alimentario actual no permite avanzar hacia la justicia y equidad sociales, más bien al contrario.

La alimentación sostenible y saludable: un objetivo global

La OMS lleva alertando desde 2009 de la incidencia sanitaria de las dietas basadas en alimentos procesados, comida basura o lo que denominan “calorías vacías”, que sitúan entre las principales causas de muerte por enfermedades no transmisibles, con especial incidencia en grupos sociales empobrecidos. La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones Unidas lleva desde 2014 impulsando la agroecología como la mejor forma de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el sistema agroalimentario, y de realizar el Derecho a la Alimentación de toda la población mundial. El Pacto de Milán sobre Políticas Alimentarias Urbanas (2015), con 25 ciudades españolas firmantes, ha situado a las ciudades en la primera línea en el impulso de sistemas alimentarios sostenibles, saludables y justos

En mayo la Comisión Europea (CE) presentó sus esperadas estrategias “Farm to Fork Strategy -Para un sistema alimentario justo, saludable y amistoso con el medio ambiente”“y la ”EU Biodiversity Strategy 2030“. Estos documentos se sitúan en el centro de las propuestas del llamado Pacto Verde Europeo (The European Green Deal) y definen también cómo habría de ser la aplicación de la Política Agraria Común (PAC) de la UE post-2020 (que hasta el momento se lleva un 40% del presupuesto europeo). Ambos documentos abren importantes oportunidades, dentro, para el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles, saludables y justos, resaltando el papel de la agroecología, la agricultura ecológica y los sistemas alimentarios locales. La CE se ha comprometido a aumentar la superficie de cultivo ecológico a un 25% del total de la superficie agraria útil en Europea (lo que supondría triplicar la cifra actual) y ha anunciado un plan de acción para el fomento de la producción y el consumo ecológicos que se transponga a las normativas de los estados miembro: habilitando la reducción de impuestos a la venta de alimentos vegetales ecológicos frescos; con un nuevo marco para el etiquetado de los alimentos que considere criterios nutricionales, ambientales o sociales; estableciendo restricciones en la promoción de alimentos ricos en azúcar, grasas y sal; concretando en una reducción del 50% en el uso de pesticidas, fertilizantes y antibióticos; marcando objetivos para la sostenibilidad en la pesca y creando una nueva normativa que facilite la compra pública alimentaria ”verde“ con criterios de sostenibilidad en municipios y regiones. Algo que trabajaremos insistentemente desde la Red de Ciudades por la Agroegología.

Los sistemas alimentarios locales han de ser sistemas estratégicos de abastecimiento

No podemos perder la oportunidad de reconstruir nuestras economías. Los millones de euros que hoy se presupuestan deben tener una clara visión de equidad social y de la capacidad para poder afrontar con éxito eventos imprevistos en nuestras sociedades. Deben prevenir y adaptarse al cambio climático y a nuevas zoonosis, a través de ecosistemas vivos y biodiversos. Deben generar empleo en base a producciones socialmente útiles y que no supongan 'falsas soluciones' que generan crecimiento en el PIB destruyendo nuestro medio ambiente. En este sentido, la producción, distribución y consumo de alimentos sostenibles, a través de dietas equilibradas, de temporada y locales serán un elemento clave.

La pandemia ha mostrado que los sistemas alimentarios locales han de ser considerados sistemas estratégicos de abastecimiento urbano, como los de agua o energía. Las redes de producción y distribución locales y sostenibles, orientadas a la producción agroecológica, basadas en el trabajo digno fortalecen las economías locales, fijan población en nuestros territorios, y aseguran la provisión de alimentos frescos, que según la OMS deben constituir la base de la dieta. Los objetivos de asegurar el acceso a alimentos suficientes han de vincularse a dietas de alta calidad accesibles para todos los grupos sociales, especialmente los más vulnerables.

La alimentación es una cuestión demasiado seria y demasiado importante. Los procesos y órganos de gobernanza participativa, en distintas escalas, deben permitir y facilitar la participación de toda la sociedad -especialmente la mayoritaria agricultura familiar y consumo- en lo que se produce, distribuye y se come. La aplicación de las Estrategias al territorio español habría de hacerse desde la colaboración entre distintos actores sociales y el debate entre las distintas escalas territoriales. En este sentido, las administraciones locales han demostrado ser pioneras en la promoción de sistemas alimentarios sostenibles y saludables. Algunos municipios rurales y urbanos han demostrado su compromiso con las comunidades locales Tanto éstas como la ciudadanía -y aldeanía- en general deben estar atentos en los siguientes meses en cómo se aplican estas Estrategias en la futura Política Agraria Común, que es quien pondrá el presupuesto. No podemos desaprovechar la oportunidad, especialmente en un momento en el que las situaciones de privación alimentaria se disparan y en el que los grupos sociales más vulnerables necesitan más que nunca una alimentación de calidad, sostenible y saludable.

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