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Gracias, Rocío

Rocío Carrasco, en un momento de la entrevista emitida en Telecinco.

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Confieso que escucho atentamente a Rocío Carrasco todas las semanas. Resulta fascinante poder escudriñar el alma humana. Es evidente que lo que mantiene atrapada a tanta gente frente al televisor es que quien habla lo hace a pecho descubierto y rebosando sufrimiento. Cuando uno cuenta su verdad, siempre conecta con el aliento de otro.

Eso también pasa en política. La gente suele sentirse atraída por los que hablan con sinceridad dejando traslucir su ánima. Les pasa a personajes trumpistas como Ayuso que se expresan sin complejos, aunque sea de manera grotesca, tal y como son. Estoy convencida de que ese es parte de su éxito. No importa que te suelte una parida como la de que en Madrid no te encuentras con los ex novios. Frente a la impostura, la circunspección y la diplomacia mal entendida que arrasa en la clase política, lo que muchos valoran es que ella se atreve a soltar lo primero que se le pasa por la cabeza. La autenticidad se valora de inmediato en un mundo político encorsetado por los argumentarios mediocres de los asesores de marketing político.

Rocío cuenta su historia, mejor dicho, cuenta cosas con las que muchos hombres y mujeres que hemos pasado la travesía en el desierto que supone un divorcio nos podemos sentir identificados. Cuántas amigas he conocido que se encuentran muy satisfechas porque sus hijos odian a su padre porque se han sentido abandonados o traicionados, cuando la única abandonada, o traicionada, fue solo ella. Cuántos amigos han aprovechado que sus hijos les amaban para poder insultar a diestro y siniestro a su madre a sabiendas de que los niños no eran capaces de tomar partido por uno de los dos porque los querían a ambos. Violencia vicaria lo llaman en la serie documental. Asco.

Lo que tantos hemos vivido en carne propia resulta que tiene un nombre que parece eclesiástico y que sin embargo tiene connotaciones demoniacas. Porque endemoniado es utilizar a los hijos para vengarse de tu ex pareja. No solo porque conseguir retirarle el afecto de sus hijos a un ser humano es una de las formas más crueles de maltrato que puedan existir. Sino porque los hijos son las principales víctimas de estas situaciones dantescas. En muchas ocasiones, por contentar a uno de los progenitores, retiran su afecto al contrario y se quedan sin padre, o sin madre. Peor aún. Tienen padre y madre, pero deben asumir que vivirán como si uno de los dos hubiera muerto. Cuando niños tan pequeños, con admirable valentía, consiguen sobreponerse a la frustración del que ejerce el chantaje emocional, aun así, tienen que convivir con presiones inenarrables que trastornan su entorno afectivo. El daño que se causa a los menores queriendo perjudicar a la anterior pareja es inconmensurable.

Y sin embargo, a veces, existen puntos de inflexión que hacen que las cosas cambien a mejor. Este documental podría serlo. Pongo por ejemplo el caso de Ana Obregón, que tras una larga batalla judicial consiguió que se obligara a los medios de comunicación a proteger la imagen de los menores pixelando su cara. La historia de la hija de Rocío Jurado ha puesto sobre la mesa una cuestión sobre la que nunca se había hablado y quizás se pudiera considerar intervenir. Cuando un progenitor insulta y mal habla públicamente del otro, el perjuicio no es solo para el miembro de la pareja que ve denigrada su imagen pública, sino también para los hijos de ambos. ¿O no se han visto perjudicados los hijos de Rocío Carrasco por la campaña de difamación sobre su madre?

La legislación española ha sufrido distintas modificaciones, como la que hemos comentado previamente de la imagen de los menores, que han ido incrementando progresivamente su protección en distintos ámbitos. No podemos intervenir en el ámbito privado, en donde las personas pueden hacer más daño. Si en su propia casa quieren amargar la vida de sus hijos con tal de atormentar a sus antiguas parejas, poco podemos hacer. Pero sí que podríamos actuar en defensa de los menores para impedir que fuera legal denigrar públicamente en medios o redes sociales la imagen del otro progenitor. No podemos fiarlo todo a que la ex pareja se defienda. En muchas ocasiones no lo puede hacer, y en otras, la justicia considera un interés prevalente la libertad de expresión frente a posibles daños contra el honor y la intimidad.

De ahí la importancia de que cuando existan hijos, actuaciones indignas de ese tipo se puedan impedir de oficio por el daño que provocan a los menores. Ahí dejo la sugerencia. Si yo fuera Rocío, y me quedaran fuerzas, quizás dedicaría el resto de mis esfuerzos a ello.

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