La incomodidad necesaria del 8M
Durante muchos años, nos han hecho creer que los varones debían dedicarse al trabajo productivo, al espacio público, a las fábricas, a gestionar gobiernos, a traer dinero a casa... Y mientras, a nosotras nos tocaba ocupar el espacio doméstico, las tareas del hogar y los cuidados familiares, el espacio privado era nuestro espacio de decisión. No es extraño, por tanto, que las mujeres cuidemos más que los hombres. Los datos demuestran que dedicamos más horas que los varones a las responsabilidades de nuestros hogares, tanto la limpieza como el cuidado de pequeños dependientes y enfermas. Un trabajo invisible que hemos realizado a lo largo de la historia. Sin embargo, ha sido el feminismo el que ha hecho que esto vaya cambiando a lo largo de la historia, provocando que muchas mujeres se negasen a que su mayor ámbito de decisión fuese el color de las cortinas de su salón.
Hubo mujeres como Concepción Arenal que rompieron barreras para que nosotras pudiésemos estudiar. Otras como Clara Campoamor, lucharon porque decidiésemos también en las urnas o consiguieron que fuésemos dueñas de nuestras propias decisiones, como la abogada María Telo. Más complicado lo tuvieron mujeres como Ángela Davis o Rosa Parks, referentes de la lucha por los derechos civiles, quienes a su condición de género debían sumar otras formas de opresión como el racismo, la xenofobia o la homofobia.
A pesar de que fueron criticadas, insultadas por su entorno e incluso perseguidas, hicieron valer lo que ellas creían justo y, a día de hoy, que las mujeres estudiemos, seamos libres para decidir, gocemos de plenos derechos o votemos, no solo se considera normal, sino que forma parte del sentido común. No se lo pusieron fácil, pero ellas siguieron el camino del cambio.
Las estrategias del movimiento feminista han sido muchas y muy diferentes: autoinculpaciones, libros, manifestaciones, huelgas de sexo, etc. Todas ellas para romper las normas legales y también sociales que hacían que mujeres y hombres fuésemos tratados de forma diferente. El resultado: han provocado avances sociales, han roto barreras culturales y han logrado sociedades más igualitarias y más democráticas.
El machismo se adapta y se reinventa cada día para amoldarse a la sociedad actual y, por ello, es imprescindible renovar las estrategias del feminismo. Así, en 2018, la estrategia elegida ha sido una huelga de las mujeres de todo el planeta. Una huelga feminista, que no se limita a una huelga laboral, sino que va más allá, a una huelga de cuidados, estudiantil y de consumo. Se trata de visibilizar todo aquel trabajo invisible que ha pasado desapercibido.
Quienes queremos cambiar los moldes sociales, los hábitos discriminatorios, las costumbres machistas y las leyes injustas, sabemos que seremos criticadas, cuestionadas, no solo por quienes se oponen a los cambios, sino también por quienes dicen ser nuestros aliados. Cambiar las cosas nunca ha sido fácil ni ha estado exento de piedras en el camino.
Como dice el lema feminista, “lo personal es político”, por eso para hacer cambios políticos enormes, debemos empezar por nuestras casas, por nuestros hogares, nuestros empleos,... Cambiaremos esta sociedad cuando en los hogares no haya mujeres maltratadas ni asesinadas, las empresas tengan más de la mitad de directivas, cobremos lo mismo en cada centro de trabajo, cuando los cuidados sean una responsabilidad social y no una responsabilidad de las mujeres de cada familia y cuando ninguna ley se atreva a obligarnos a ser madres.
La #HuelgaFeminista8M también va de esto. De removerlo todo. De poner a nuestra sociedad en una situación de reflexión sobre el papel que cada cual quiere jugar en este proceso de cambio. Porque si nosotras paramos, todo se para. Pero habrá un día en que todas, al levantar la vista, veamos una sociedad donde los varones tengan el mismo permiso parental cuando nazcan nuestros bebés, las mujeres no seremos señaladas como culpables de que nos violen por llevar ropa provocativa, los hombres cuiden las mismas horas que nosotras y donde no sea necesario convocar huelgas feministas.