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En el pódium de la pobreza infantil

Pobreza infantil

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La reciente publicación de la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística nos vuelve a mostrar cómo la pobreza se está convirtiendo en parte de la foto fija de nuestro país. Es triste e indignante que nos hayamos acostumbrado a vivir con ella y que sigamos permitiéndolo.

Los datos son tremendos, empezando por el aumento de la población en situación de carencia material severa que, con la llegada de la pandemia, pasó del 4,7% al 7%, una cifra que no veíamos desde 2014. No son porcentajes o conceptos estadísticos. Son personas que no pueden pagar lo más básico, como el recibo de la luz o la lavadora; que no pueden permitirse comer carne, pescado o equivalentes dos veces por semana o que no pueden afrontar gastos imprevistos porque ya les cuesta llegar, y mucho, a los previstos cada mes. Y, entre ellos, más de 740.000 niños, niñas y adolescentes.

Si la economía familiar va mal, la infancia es a quien más le afecta. La Encuesta de Condiciones de Vida nos muestra que los niños y niñas se están consolidando como el grupo de edad más vulnerable. Hasta el año 2018, el riesgo de pobreza o exclusión en los menores de 18 años se estaba reduciendo. Muy poco a poco, muy lentamente, pero se reducía. Sin embargo, en 2019 empezó a aumentar de nuevo y la llegada de la COVID-19 no hizo más que empeorar la situación hasta llegar al 31,1%. Es decir, más de 2,4 millones de niños, niñas y adolescentes viven en familias con grandes dificultades económicas y con riesgo muy alto de que su acceso a los más básico sea cada vez más limitado. 

¿Qué entendemos por lo más básico? Pues, por ejemplo, poder acceder a una alimentación adecuada, indicador que también sigue subiendo. En España, más de 440.000 niños y niñas no pueden permitirse comer carne, pollo o pescado cada dos días. Otro ejemplo son las vacaciones. No es algo secundario, afecta a niños y niñas que, en muchos casos, viven en pisos sin luz natural, en zonas con problemas de contaminación y en entornos complejos. En este tipo de hogares viven muchos de los 2,6 millones de menores de 18 años que no pueden permitirse ir ni una semana de vacaciones al año. 

España es la cuarta economía de Europa, pero también somos “campeones” en pobreza infantil. En este triste ranking somos los terceros, solo superados por Rumanía y Bulgaria. En España gastamos poco en infancia y lo que gastamos no está enfocado a cubrir la pobreza de los niños, niñas y adolescentes. Medidas como el Ingreso Mínimo Vital son insuficientes para dar respuesta a los efectos de la COVID-19 en la situación de la infancia. 

Hay que tomar medidas urgentes para la erradicación de la pobreza infantil en nuestro país. La futura Ley de Diversidad Familiar se presenta como una oportunidad al incluir en su anteproyecto una prestación universal por hijo o hija a cargo, algo que desde Educo llevamos años reivindicando, ya que se ha demostrado que es una de las medidas más eficaces contra la pobreza. Una prestación de este tipo de 1.200 euros anuales tendría que ir acompañada de más gestos por parte de las diferentes administraciones. Para empezar, la inversión de políticas de infancia debería duplicarse hasta llegar al promedio del 2,2% del PIB de los países de la Unión Europea. La infancia, especialmente aquella más vulnerable que se esconde detrás de los porcentajes y los números de la Encuesta de Calidad de Vida del INE, tiene que convertirse en una prioridad para todos los gobiernos y a todos los niveles. Porque si no se actúa rápido y con eficacia, acabaremos siendo los campeones de Europa en pobreza infantil.

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