Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El ataque limitado de Israel a Irán rebaja el temor a una guerra total en Oriente Medio
El voto en Euskadi, municipio a municipio, desde 1980
Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Más razones que nunca para movilizarnos

Manifestación del pasado 1 de mayo en Madrid.

Luca Visentini

Secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos —

2

Por primera vez desde 1945, no habrá banderas rojas en las calles y plazas europeas el 1 de mayo. Sin embargo, el movimiento obrero tiene ahora más razones para movilizarse que en cualquier otro momento en tiempos de paz.

Cada día más médicos, enfermeros, conductores de autobús, cuidadores, empleados de alimentación y repartidores pierden la vida trabajando en primera línea durante esta crisis, en muchos casos por no contar con la protección necesaria.

España ha registrado 24.000 contagios por coronavirus entre el personal sanitario y en Italia son 16.950, de los que 151 han fallecido. En torno a una sexta parte del total de contagios confirmados en Polonia y Hungría corresponde a trabajadores sanitarios. En el Reino Unido, han fallecido ya más de 100 sanitarios, entre los que figuran celadores, limpiadores y un administrativo, además de enfermeros y médicos. Unos 8.000 sanitarios han dado positivo en los Países Bajos.

Entretanto, desde febrero, más de 40 millones de trabajadores han perdido su puesto de trabajo temporal o permanentemente. Los trabajadores son tanto los principales héroes como las principales víctimas del coronavirus.

Muchos trabajadores ven ahora cómo por fin se les muestra el respeto que merecen desde hace mucho tiempo. Pero siguen estando mal remunerados y sobreexpuestos al riesgo de contagio. El cambio en la actitud de la población hacia unos trabajos que antes se infravaloraban es visible y audible cada noche cuando la gente sale a aplaudir.

Aumenta la concienciación sobre la importancia de los sistemas sanitarios y el impacto de los recortes que han sufrido, pero persiste el riesgo de volver a la situación anterior cuando pase la emergencia. Esta crisis ha vuelto a poner la solidaridad, principio fundacional de nuestro movimiento sindical, en lo más alto de la agenda política y ha demostrado definitivamente que existe en nuestra sociedad.

La situación habría sido mucho peor tanto para los trabajadores que están en primera línea como para los que están confinados sin sindicatos que lucharan y consiguieran equipos de protección adecuados y unos ingresos garantizados.

Todos los países de Europa deberían contar en breve con planes gracias a los cuales los trabajadores sigan percibiendo unos ingresos sustitutorios adecuados mediante subsidios, con la condición de evitar los despidos definitivos.

Los gobiernos no han puesto miles de millones de euros en los bolsillos de la clase trabajadora por una especie de bondad innata, sino porque los sindicatos han defendido esas ayudas y las han negociado con ministros y empresarios. Esta crisis ha demostrado a una nueva generación el valor del sindicalismo y ha restablecido firmemente nuestro papel en la sociedad como fuerza número uno en la lucha por la equidad.

Ahora debemos asegurarnos de que los aplausos no vayan desapareciendo sin recompensar de verdad a quienes han arriesgado su vida –y por desgracia la han perdido en demasiados casos– y garantizar una vuelta al trabajo segura, con mejores sueldos y condiciones, a quienes se están quedando en casa. A escala europea esto significa cuatro cosas: un plan de recuperación sin precedentes para impulsar un modelo económico sostenible y la creación masiva de empleo de calidad, el apoyo a la negociación colectiva como mejor forma de lograr unos salarios justos, la prometida legislación sobre igualdad salarial y unas normas más estrictas en materia de salud y seguridad.

La Unión Europea ha dado muestras de haber aprendido la lección de la crisis financiera al poner en marcha una serie de medidas de emergencia valoradas en unos 540.000 millones de euros para ayudar a trabajadores, empresas y sistemas sanitarios con condiciones como privatizaciones o mayor austeridad. Con los trabajadores luchando por sobrevivir en estos momentos, las ayudas que les corresponden deben abonarse de inmediato.

En cuanto a la estrategia de salida y el plan de recuperación, la UE y los gobiernos nacionales deben hacer caso omiso a los intereses particulares de quienes piden un levantamiento prematuro de las medidas de seguridad, y trabajar con los sindicatos a través del diálogo social para garantizar un regreso al trabajo seguro.

Los sindicatos estarán en primera fila del debate para establecer esas políticas con el fin de que fomenten la salud y la seguridad en el trabajo, ofrezcan subidas salariales y transparencia salarial de género, una negociación colectiva reforzada y la protección adecuada para todos los trabajadores, además de garantizar el Pacto Verde, una fiscalidad justa y una transición digital socialmente equitativa. Debemos trabajar para consolidar este nuevo relato y evitar de este modo volver a un pasado de neoliberalismo ciego.

Sería una traición absoluta a la gente, a los héroes y a las víctimas, si volviéramos a las cosas tal y como estaban. Nuestro sistema ha generado dos grandes crisis mundiales en poco más de una década. La austeridad dejó los servicios públicos y sistemas de seguridad social europeos muy mal preparados para hacer frente a esta emergencia. De 2007 a 2011,el gasto público en sanidad por persona cayó un 28,9%.

El resultado: un 15% menos de camas de hospital en Francia desde 2.000 y 22.000 empleos menos en sanidad entre 2015 y 2017. Bélgica recortó 4.000 camas en el periodo 2010-2019, mientras que el número de camas en el Reino Unido se ha reducido a menos de la mitad en el transcurso de los últimos 30 años.

Mientras tanto, la mayoría de los Estados miembros de la UErecortó las prestaciones por enfermedad hasta en un 7% en los cinco años siguientes a la crisis financiera. Esto perjudicó a la sanidad pública al obligar a los empleados peor pagados a acudir a sus puestos de trabajo aun estando enfermos.

En Hungría, de 2005 a 2013, el número de personas beneficiarias de una baja por enfermedad descendió a la mitad, lo que redujo el número de días de baja por enfermedad en 17 millones durante ese periodo.

Ha llegado la hora de cambiar radicalmente el rumbo económico, político y social de Europa en beneficio de los trabajadores y del planeta que compartimos todos.

La única respuesta lógica a esta crisis debe serel plan de recuperación más ambicioso desde el final de la Segunda Guerra Mundial para hacer frente al desempleo y la pobreza, subir los salarios y mejorar las condiciones laborales, especialmente de los trabajadores precarios y con empleos atípicos, y reconstruir unos servicios públicos y unos sistemas de protección social más fuertes.

Además de conseguir unas remuneraciones y condiciones más justas y una mayor protección social para todos los trabajadores, debemos recuperar la producción industrial europea y crear millones de empleos altamente cualificados y de calidad en el marco del Pacto Verde.

Esta es una solución real para recobrar la soberanía tras los fracasos del capitalismo mundial, en lugar de culpar a los migrantes como la oportunista y populista extrema derecha. Ha quedado patente que las fronteras nacionales, más o menos altas o militarizadas, no frenan al virus; y los migrantes y trabajadores itinerantes han sido los más afectados. La experiencia ha dado la razón al mensaje central del Día Internacional de los Trabajadores: que los trabajadores de todas partes tienen los mismos retos y que la solidaridad es la única respuesta.

Etiquetas
stats