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Virus o vacuna. El peor gobierno en el peor momento

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado.

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El pasado viernes el Gobierno de Madrid dio una rueda de prensa en la que, entre otros muchos dislates, el vicepresidente, Ignacio Aguado, dijo que “los madrileños teníamos que elegir entre ser virus o vacuna”.

Tras meses sin rastreadores ni medidas eficaces de contención de los rebrotes, tras años denunciando el déficit de profesionales de Atención Primaria o el raquítico gasto en sanidad por habitante y tras semanas reclamando responsabilidad y recursos al Gobierno de la señora Ayuso, nos encontramos que el problema es un problema de libertad y responsabilidad individual porque los y las madrileñas hemos elegido ser virus frente a vacuna. La responsabilidad por la falta de rastreadores, sanitarios, protocolos, investigadores, laboratorios públicos, refuerzos en Atención Primaria y Salud Pública, ya tal, que diría aquel.

El epidemiólogo de la Universidad de Harvard, Miguel Hernán, ha intentado explicar cómo es posible que Madrid se haya convertido en la capital global de la Covid-19. Para ello, ha comparado la evolución de Nueva York, ciudad muy golpeada antes del verano, con la situación de Madrid, tristemente renombrada como epicentro de la pandemia en Europa.

La conclusión que Hernán ha encontrado es tan simple como obvia: las respuestas que se han dado en un caso y en otro han sido “significativamente diferentes en términos de rastreo de contactos, número de pruebas y velocidad de reapertura”. Las principales medidas que explican la disparidad entre un caso y otro son dos: los rastreadores y la celeridad en la apertura del interior de los bares y restaurantes. 

La gestión de Ayuso (y de Aguado) ha caminado en dirección opuesta a la de Nueva York, ya que han hecho todo lo posible por apurar una total apertura sin ni siquiera estar preparados para la fase 1 y, posteriormente, han sido incapaces de contratar ni a los rastreadores necesarios ni a los refuerzos en Atención Primaria y Salud Pública que la situación demandaba. Su gestión sanitaria se ha convertido también en un peligro económico, puesto que, hundiendo a la sanidad están hundiendo a la economía.

Me queda la duda de si la frase en la que Ayuso anuncia “si se hunde Madrid, se hunde España” es una amenaza, una profecía o ambas. No, no había que elegir entre economía o salud, había que priorizar. Pero priorizar la salud parece que no está dentro de los manuales del buen neoliberal, y mucho menos si de lo que estamos hablando es de la salud de los barrios populares castigados reiteradamente por las políticas de desigualdad, la falta de recursos sanitarios y, ahora, las medidas restrictivas segregatorias. 

Cuanto más evidente resulta que la gestión de Ayuso es un desastre, más se aferra a un negacionismo de la situación y más se encierra en un victimismo narcisista como vía de escape ante su incapacidad de hacerse con el volante de la situación. Tanto es así que, con tal de eludir su responsabilidad, incluso llega a culpar de los contagios a la gente que vive en los barrios del sur de Madrid por su “forma de vida” o porque “han incumplido las normas”, castigando y cargando sobre ellos la responsabilidad de sus fallidas recetas políticas y de su incomprensible inacción de gobierno.

Qué lástima que nadie en todos los años de gobierno del Partido Popular le haya dedicado ni un minuto de su vida política a conocer los Determinantes Sociales de la Salud (DSS) que hablan de las condiciones de vida -no de las formas de vida- y de la desigualdad como los principales factores que enferman a una sociedad. Se habrían podido ahorrar el injusto y bochornoso anuncio de los confinamientos selectivos y segregatorios y habrían podido elegir -ellos sí- entre virus o rastreadores y virus o sanitarios.

Ayuso no representa una anomalía ni tampoco una extravagancia en el Partido Popular, más bien es su fiel heredera y la expresión desnuda del espíritu que abandera el Partido Popular de Madrid. Ayuso mantiene el proyecto político centrado en ampliar la desigualdad, denigrar a los servicios públicos y blindar los negocios de las empresas amigas. Es el mismo proyecto de región que ha vaciado a la educación y la sanidad pública de recursos con la finalidad de promover la desafección de la población con los servicios públicos.

El mismo proyecto que se enorgullece del informe demoledor que presentó el relator de la ONU, Philip Alston, denunciando el denigrante estado de las políticas sociales y de vivienda de Madrid. La libertad de Ayuso solo le pertenece a quienes se la puedan pagar y quien no cuente con los medios y las condiciones que hacen posible su ejercicio, se verá privado de esa libertad. Una distopía liberal hecha realidad con el anuncio de los confinamientos selectivos. Así, la libertad se desvincula de la seguridad y se convierte cada vez más en un privilegio de unos pocos en lugar de ser un derecho garantizado para todas las personas.

En este contexto, el fanatismo ideológico de Díaz Ayuso insiste en aplicar una política fiscal injusta y desleal que segrega todavía más al pueblo de Madrid y que perjudica al resto de España. Anunciar rebajas fiscales regresivas, de las que se benefician sobre todo un 0,2% de los madrileños más ricos en plena pandemia, es la mejor manera de confesarnos que su único plan para Madrid es seguir asfixiando a los barrios populares, los servicios públicos y la sanidad. 

Mucho nos tememos que los más de 1.700 millones transferidos desde el Estado al Gobierno de la Comunidad de Madrid no han sido utilizados para contratar rastreadores, ni para aumentar las camas hospitalarias, ni para contratar personal sanitario y educativo, no. Tampoco para contener la pandemia donde más la estaban sufriendo. Los van a utilizar para mantener su oferta fiscal a los que más tienen aunque se colapsen los hospitales y los centros de salud.

La situación de Madrid es insostenible, ya nadie duda de eso, ni siquiera en su propio Gobierno. Ayuso debería dejar de ensañarse con Madrid, con nuestros sanitarios, profesores, familias, con nuestros mayores, nuestros hijos e hijas, con el metro, con el sur, con los inquilinos y con los más vulnerables; Ayuso debería tener un gesto con Madrid y marcharse. Pero eso no va a suceder, no va a dimitir -salvo que le hagan dimitir-, de ahí que nos encontremos en una situación donde sacar a Díaz Ayuso de la Puerta del Sol es un imperativo moral. En Madrid hace falta un Gobierno que haga frente a la situación y hoy no lo hay, porque lo que tenemos es un vacío de poder que nos pone a toda la población en peligro.

Ante este despropósito no podemos quedarnos de brazos cruzados y tenemos que agotar todas las vías, todos los mecanismos y todas las fórmulas a nuestro alcance para defendernos de este atropello y delirio que nos gobierna; si Ayuso niega la realidad, nosotros nos negamos a dejar Madrid a su suerte. Por eso, consideramos que es tan urgente como inevitable que la oposición tenga una hoja de ruta conjunta para que Ayuso pase a ser un capítulo lo más corto posible en la historia de Madrid.

La Mesa de Emergencia que proponemos desde Más Madrid, y que ya ha echado a andar, no es más que eso: una llamada a dejar de lado las diferencias y a priorizar la salud y el bienestar de los y las madrileñas. Es el inicio de un camino para que Madrid tenga un Gobierno a la altura de las circunstancias y deje de tener el peor Gobierno en el peor momento.

No se trata de elegir entre virus o vacuna sino entre Ayuso o Madrid.

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