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2022, el año que tampoco hicimos la revolución pero no fue tan malo

Cientos de miles de personas en la manifestacion "Madrid se levanta por la sanidad publica", el 13 de noviembre

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Cada año por estas fechas, cuando toca hacer balance de los 12 meses últimos, me viene siempre a la cabeza el título de una novela tan imprescindible como poco leída, publicada en 2005: El año que tampoco hicimos la Revolución. Firmada por un anónimo Colectivo Todoazen y editada en el sello Caballo de Troya, se presentaba como una “novela de misterio” que pretendía responder a “la pregunta del millón: ¿cómo puede ser que en un año en que los beneficios empresariales se acercaron al 25% y los salarios apenas crecieron un 3% no haya explotado la revolución social?”

La “novela” era en realidad una recopilación de recortes de prensa, noticias económicas, políticas, sociales y culturales, “ordenadas para construir un sentido”. Y desde entonces imagino cada año una actualización, sustituyendo las noticias de entonces por otras del año en cuestión, para acabar resultando en la misma pregunta: “¿cómo es posible…?” Este 2022 sin ir más lejos, en que ha sido especialmente sangrante la oposición entre beneficios crecientes y sueldos menguantes por la inflación. Pero no, este año tampoco hicimos la revolución.

Vale, no hubo revolución, pero sí hicimos algunas cosas buenas. A la hora de hacer resumen y balance del 2022, las palabras habituales son guerra, inflación, crisis energética, ola de calor, incendios, tragedia de Melilla, ultraderecha en Italia (y en Castilla y León), asesinato de mujeres… Sin negar todo eso (y otras que ya olvidamos pero tan malas o peores, como la nueva decepción en la cumbre del clima), 2022 también ha tenido sus cositas buenas. Incluso muy buenas. No revolucionarias, pero sí suficientes para hacernos la vida mejor, darnos algo de esperanza en lo venidero, y cerrar el año con un sabor de boca no tan amargo. Acompáñenme en este repasito por el lado bueno de 2022, que hoy tengo el día Mister Wonderful.

Para empezar, no ha habido apocalipsis. No lo quiero decir muy alto, que todavía le quedan unas horas al año, pero hemos salido vivos. Ni apocalipsis nuclear (que rondó la conversación pública en varios momentos), ni apocalipsis económico en el caso español. Solo por esto ya habrá quien descorche el cava, pero esperen, que hay mucho más.

Por el lado oficial, tanto legislativo como gubernamental, no seré yo quien les haga la campaña electoral venidera, pero lo cierto es que ha sido un año en que dio gusto leer el BOE algunas semanas. Con todos los reparos que queramos ponerles, siendo seguramente mejorables, pero hemos tenido reforma laboral (por primera vez a favor de los trabajadores), aprobada en el último minuto del 2021 pero vigente este año y que está dejando la temporalidad en mínimos históricos. Además, leyes de libertad sexual, de familias, de las personas trans, de memoria democrática, de reforma del aborto.., y medidas anticrisis, subidas del SMI y de las pensiones no contributivas. Y una muy importante, por justicia histórica: más derechos laborales para las trabajadoras del hogar. Ya digo, pónganles todas las pegas que quieran, pero no ha estado mal la agenda social.

Las mejores noticias no llegaron de ningún gobierno, sino de nuestra gente. Ha sido un año de importantes huelgas, en pleno conflicto por no perder más poder adquisitivo. Y lo mejor: huelgas exitosas. Son muchos los colectivos de trabajadores que han conseguido este año sus reivindicaciones (salariales mayormente) mediante la lucha sindical. ¿Hacer huelga no sirve para nada? Pregúntenselo a las y los trabajadores de Aena, Renfe, el Metal en varias provincias, Inditex en la Coruña, la recogida de basuras de Reus, el control de accesos en Mercabilbao, las empresas estibadoras del puerto de Barcelona, la limpieza de edificios y locales en Cataluña, la limpieza del gobierno vasco, las árbitras de la Liga Femenina... Huelgas desconvocadas tras lograr subidas salariales y desbloqueos de convenios.

Entre todas ellas, dos emblemáticas y que deberían alegrarnos el año a toda la clase trabajadora: la del Metal en Cantabria, 20.000 personas en huelga durante 20 días hasta que la mediación del ministerio de Trabajo movió a la empresa a un acuerdo de subida salarial. Y la heroica huelga de las trabajadoras de limpieza del Guggenheim de Bilbao, que tras ¡nueve meses! de paros lograron una subida del 20% en sus sueldos y el fin de las jornadas parciales, que festejaron “con botellas de champán, fregonas al viento y bailando El vals del obrero”. Bravo por ellas.

Fuera de España todo es guerra, claro. Pero vimos a Lula derrotar al fascismo negacionista de Bolsonaro, y a Gustavo Petro convertirse en el primer presidente de izquierda en Colombia, marcando un prometedor giro continental. Ni el trumpismo en Estados Unidos, ni Le Pen en Francia, recordarán 2022 como un buen año. Y la lucha de las mujeres iraníes es de este año, pero apostamos que será aún más noticia en 2023.

Por el lado científico siempre caen unas cuantas buenas, al menos esperanzadoras: este año nos anunciaron una inmunoterapia que frena el cáncer de mama en el 75% de los casos, un fármaco oral que reduce la progresión de tumores también en mama, otro fármaco contra el Alzheimer, o el descubrimiento de las células que causan metástasis en el cáncer de colon. Habrá otras que se me escaparon, pero estas ya suenan bien. Algunas además por investigadores españoles. Añadan dos astronautas salidos de nuestra educación pública, y un poquito orgullosos sí podemos estar.

¿Qué más? Queipo fue echado de la Macarena, y allí estaba Paqui Maqueda para recordar a sus víctimas. Se reanudaron las exhumaciones en Cuelgamuros, y el juzgado impidió que los Franco se llevasen nada del Pazo de Meirás. También en materia de memoria, nuestro Peio H. Riaño nos está dejando una importante investigación sobre el saqueo franquista que acabará teniendo consecuencias.

Los sanitarios se movilizaron para defender la sanidad pública en varias comunidades, y en el caso de Madrid con huelgas y una histórica manifestación junto a la ciudadanía. Las plataformas de vivienda impidieron cientos de desahucios, porque sí, sigue habiendo desahucios. La Invisible de Málaga resiste, pese a los intentos de desalojo. Los amigos de La Marea consiguieron su ambicioso crowdfunding. La Audiencia de Barcelona archivó la querella de Jaume Roures contra el periodista Pere Rusiñol.

Estoy ya en la pedrea del sorteo, lo sé, pero es que si me pongo, no paro. Son muchas las buenas noticias de un año en el que, aunque ya ni nos acordemos, dejamos atrás lo peor de la pandemia, la mayoría de restricciones, y recuperamos todas las fiestas y celebraciones populares tras dos años de verlas suspendidas o reducidas.

En lo cultural, me apunto a la alegría por el buen momento del cine español, sobre todo las cineastas. Y me alegro especialmente por el éxito de En los márgenes, y de todo lo que hacen Juan Diego Botto y Olga Rodríguez, que se lo merecen. También se llevó Juan un Max a mejor actor, y me hicieron igual de feliz otros premios a gente que admiro y/o quiero: el Princesa de Asturias a Juan Mayorga, el Euskadi de Literatura a Edurne Portela, el Dulce Chacón a Jesús Carrasco, así como la reedición de Maquis de Alfons Cervera, o la serie sobre El hijo zurdo de Rosario Izquierdo, que son dos de los grandes.

Luego cada uno tiene sus motivos personales para recordar este año como no tan malo, incluso bueno. Mi mujer pasó cuatro revisiones oncológicas y salió todo bien. Mi hija mayor empezó en la universidad. Encontramos nueva casa. Gané un premio literario. Conocí a alguna gente que ya es imprescindible.

Así contado, no ha estado tan mal el año, ¿verdad? Y todo esto es a vuela pluma, con lo que recuerdo, que habrá mucho más. ¿Qué buenas noticias salváis vosotros en vuestro balance? ¿Podemos brindar por el año que acaba, aunque tampoco hayamos hecho la revolución, y saludar 2023 con menos desconfianza y algo más de esperanza? Salud y feliz año.

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