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Sobre Afganistán: un área de silencio

Quan
20 de agosto de 2021 22:41 h

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La primera vez que escuché sobre la guerra en Afganistán fue en el colegio, estaba en primero o segundo de la ESO. Recuerdo que nuestra profesora nos contó por encima el tema de la guerra y las tan visibles manifestaciones del “No a la guerra”. Manifestaciones y descontento que fueron expresadas pero no escuchadas, los pueblos no querían guerra, pero guerra hubo de todas maneras. Recuerdo el miedo, el pensar ¿y si llega aquí? Miedos de una niña. Una niña que sabía que la guerra de Afganistán era grave, pero que escapaba de su control y de su completo entendimiento.

Han pasado 20 años y ya no estoy en el colegio. Afganistán vuelve a estar en manos de los talibanes. Está en todas las noticias, estamos viendo en directo la llegada al poder de un régimen que abiertamente tortura, viola, y mata, cuyos líderes son buscados como terroristas, pero ahora serán legítimos líderes (sea lo que sea que signifique legítimo en este caso). Quizás ahora el cuento de la criada no nos parece tanta ficción. ¿Derechos humanos, qué es eso?

En España, algunas personas han decidido movilizarse, por ejemplo, creando iniciativas para visibilizar y peticionar asilo para mujeres afganas, otras personas informan en base a una larga experiencia trabajando en Afganistán o con información histórica contrastada, también hay quién critica y denuncia desde la mejora primero de la situación de las mujeres migradas en España, hasta el que hay que salvar a todos los que quieran huir de Afganistán no centrándonos solo en las mujeres, o el absurdo del ¿dónde están las feministas?, hay quien ha pseudoprotestado quemando burkas en la calle (no comento esto porque como me muerda la lengua, me enveneno), y otros buscan clicks y dan lecciones a la gente con post tales como el “conflicto de Afganistán en 2 minutos” (realmente dudo mucho que la complejidad de todo esto pueda ser explicada en 2 minutos o 4 imágenes en Instagram), que si fue EEUU quien que formó a los talibanes, que si ahora Rusia o China van a tomar partido, que si esto con Trump no pasaría (ojo, no todas las lecciones son dadas por personas con formación en conflictos bélicos en general, ni en el conflicto de Afganistán en particular 🤷🏻‍♀️). Influencers que dicen “esto sí debería ser noticia, no la foto del yate de C. Tangana” o lo que todos hemos compartido: 29 cosas que no pueden hacer las mujeres afganas con los talibanes.

Quizás está bien llevar a la población de a pie información simplificada del conflicto en redes sociales. Educar, visibilizar, comentar, hacer ruido, ¡que todo el mundo sepa!, pero el que lo sepamos ¿hace que no lo dejemos pasar? Por otra parte, esta sobreexposición y repetición de la misma información sobresimplificada me deja un mal sabor en la boca. El sabor del click y el like fácil. 

Aun así, no puedo dejar de leer las noticias, ver los vídeos, los tuits, leer las opiniones, los stories, leo y leo, y duele. En el grupo del Whatsapp lo comentamos: qué pena, qué duro. Leemos y nos dolemos. También he compartido ese tipo de contenidos informativos en mis stories de Instagram, quizá porque me sentía mejor dando visibilidad, quizá porque esa niña que no entendió cuando le hablaron de la guerra en primero de la ESO, sentía que entendía más. Quizás porque leía y dolía sola, y quería leer y doler con alguien más. 

Siento que, pese a toda esta ingesta obsesiva de información, no creo que sepa más allá de lo extremadamente básico de este conflicto, es más, sería muy atrevido y denotaría falta de humildad por mi parte hablar de absolutamente nada sobre él. Mi voz, como muchas otras, en este caso, están mejor calladas, mostrando respeto, empatía y dolor por nuestros hermanos y hermanas afganos. No tengo nada que enseñar, pero sí mucho que sentir y mucho que aprender.

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