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Alguien tiene que pagar la guerra

Una mujer ucraniana recibe entrenamiento con armas, en las afueras de Leópolis al oeste de Ucrania, 7 de marzo de 2022.

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“Cuanto más dura un conflicto bélico, más muertes, más división, más dolor. Ucrania tiene derecho a defenderse. Pero jalear la guerra sin mencionar los riesgos de la misma sería ocultar parte de la realidad”. Olga Rodríguez. “Jalear la guerra”. 9/3/2022

Acababa de comenzar la guerra sobre Ucrania invadida por las tropas de Putin. La indignación impregnaba de furor bélico a gran parte de las sociedades y las llamadas a la reflexión eran rechazadas incluso con insultos. Situar los orígenes del conflicto –sin justificar en lo más mínimo el ataque armado ruso- y advertir de sus consecuencias parecía una abominación. Algunos, muchos, aún siguen en ese punto aunque hay signos claros de que el llamado Occidente empieza a dar por concluida la campaña, fuera de los gestos ostentosos, y que solo quedará la factura por pagar. Con créditos a largo plazo e hipotecas insoportables. Ucrania como principal afectada, en vidas y destrucción, pero la onda expansiva ha llegado ya a buena parte del resto del mundo. Y es imprescindible conocer bien las pautas con las que funciona el tinglado para al menos no llamarse a engaño. Alguien tenía que pagar la guerra y se pusieron a la tarea aplicando la experiencia acumulada.

Ellos siempre ganan. Ellos siempre aprenden. Los mercados han regresado a nuestras vidas. Nunca se fueron, pero cuando las cosas se complican para todos, dan un toque de atención y el mundo se cuadra. No olvidemos que estas crisis suelen venir con la deuda y la prima de riesgo bajo el brazo y el aumento del precio del dinero que prestar. La Reserva Federal de EEUU acaba de acordar la mayor subida de los tipos en 28 años.

Todo tiene ese sabor a Déjà vu, a ya vivido. Solo que ellos aprenden cada vez y perfeccionan el sistema. Y parece diferente y lo es en cierto modo.

En 2008 la culpa absoluta fue de “los mercados”. Se les fue la mano en el casino financiero y se derrumbó el castillo de naipes que suele decirse. Nos contaron aquel cuento tan bonito de que iban a refundar el capitalismo y nos facturaron el coste completo sin operar ni el menor cambio. Recortaron drásticamente en prestaciones y servicios públicos.

Para 2010 ya tenían seleccionados a los principales pagadores. En Europa, los países de economías más débiles: Grecia, Portugal y España. Situémonos en el 12 de mayo de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunció en el Congreso los recortes que exigía Bruselas, y la Troika al completo, y Merkel … y Obama. El presidente español contó lo acordado con Estados Unidos. Era necesario que España adoptara “acciones decididas como parte del esfuerzo europeo para fortalecer su economía y devolver la confianza a los mercados”.

Volvemos a estar en crisis. Tras una pandemia dura, se desata una guerra. El editorial de El País este jueves aludía a lo mismo: los mercados. “La reacción de los mercados a las vagas promesas de la semana pasada de Christine Lagarde ha sido agresiva, sobre todo desde sus segmentos más especulativos. No logró convencer a los inversores de su firmeza, y los mercados se han cebado con la parte más débil de la ecuación, los bonos del Sur”. 

Lo dicho, los mercados han elevado el tono para marcar su poder ante una nueva y descomunal crisis, provocada fundamentalmente por la guerra sobre Ucrania. Las guerras hay que pagarlas, lo hemos dicho ya cien veces. Unos ganan hasta capitales inmensos, la mayoría pierde. En vidas y en el dinero que costea el bienestar.

En 2010, España contó con los puyazos que aquí y en Bruselas le daba Mariano Rajoy. Cuando el dirigente popular llegó al Gobierno lo hizo con una despiadada tijera, mucho más afilada que la del presidente Zapatero. Ahora empieza a ocurrir lo mismo, solo que la oposición no es solo Feijóo, sino Ayuso, la ultraderecha oficial, y sus ejércitos mediáticos en estado de desenfreno. Porque la crisis de la deuda y el aumento de la prima de riesgo, no son culpa del Gobierno, ni siquiera de España. Sino de lo que supone la guerra con el aumento de la inflación, la escasez de suministros y materias primas, entre otros factores. Del desequilibrio de la Unión Europea como fondo. Añadamos, sí, el peso del rescate bancario que aún colea y que también firmó Rajoy.

Aprendimos que los mercados no son entes misteriosos, ni siquiera un puesto de venta en alguna calle, por supuesto, tienen nombres y apellidos. España cuenta con un plantel de ellos bien sonoros. Las energéticas son mercados y han incrementado su fuerza, hacen lo que les viene en gana. Italia, Gran Bretaña y Bélgica preparan un impuesto extraordinario a estas empresas, a niveles altos: el 25%. Francia también lo anunció antes de las elecciones. En España “aviva tensiones” entre las ministras del Gobierno.

Lo útil ahora es conocer el camino previsible que suele seguir esto. Recordarán que la prima de riesgo es el punto diferencial de la deuda alemana con la de otros países y es lo que hace incrementar o disminuir su cuantía: lo que pagan de más o de menos los inversores con respecto a Alemania, establecida como economía más fiable.

En el derrumbe financiero que partió de Estados Unidos (Lehman Brothers, allí donde era jefazo por cierto nuestro Luis de Guindos) fue un auténtico jubileo. En agosto de 2011, cuando los mercados “castigan” sin cesar a Europa, nos encontramos con una brutal elevación de sus primas. Los bonos griegos se disparaban a 1.256 puntos. Las primas de riesgo irlandesa y portuguesa a casi 900 puntos. La española a 400 puntos. Los inversores obtuvieron ganancias desorbitadas con esta presión especulativa. Hasta el 18,5% con la griega, un 6% con la nuestra. ¿Hay país que se recupere así? Ha de pagar más por lo mismo, desviando dinero de inversión y servicios. Y facilitando grandes ganancias, cada vez más, a quienes les “ayudan”. Tal como escribí en el libro La energía liberada (Aguilar, 2011).

Zapatero estaba sustentado en el Gobierno por casi 11 millones de votos y no pudo hacer nada frente al envite, porque eso era. En julio de 2012, gobernando ya Mariano Rajoy, la prima de riesgo de España bate todos los récords y se sitúa en 610 puntos y el Ibex se desploma, cae casi 6 puntos y se queda en 6.246. Mario Draghi, entonces presidente del BCE, y ahora muy apreciado jefe de gobierno en Italia, decide arreglarlo -“Haré todo lo necesario para proteger el euro”- y lo hizo: compró deuda y la bajada de la prima de riesgo fue inmediata. Qué suerte tuvimos aquel día con Draghi y Rajoy.  

"Ucrania debe defenderse si queremos la paz. Y Ucrania elegirá la paz que quiere". La que quiera, dentro de lo que pueda que no es mucho. Y todos lo sabían de antemano.

El Banco Central Europeo actual, con Christine Lagarde al mando ahora, anuncia que seguirá apoyando la compra de la deuda periférica. Pero la lectura mediática que juega en clave electoral de la derecha ya abre portadas con la palabra auxilio. A España e Italia, dice. Italia. Su presidente, Mario Draghi estuvo este jueves con Macron, Scholz, y Iohannis  (Italia, Francia, Alemania y Rumanía) en Kiev. Mostraron a Zelenski apoyo y ánimos, esos que sirven para meter a Ucrania en la UE y titular “Estaremos con vosotros hasta la victoria” pero Draghi le dijo algo más, como contaba la crónica de ElDiario.es. En sutil letra pequeña, precisó: “Queremos que cesen las atrocidades. Queremos paz. Pero Ucrania debe defenderse si queremos la paz. Y Ucrania elegirá la paz que quiere”. La que quiera, dentro de lo que pueda que no es mucho. Y todos lo sabían de antemano.

Va en la línea de lo que advertía ya hace casi un mes el editorial especial de The New York Times: la inflación tiene un coste electoral y es una ilusión pensar que Ucrania ganará la guerra. Si encima añaden crisis de deuda, subida de tipos y de prima de riesgo, el desorbitado gasto en armamento, que las sanciones a Rusia lo son para buena parte del mundo, el asunto se pone aún más arduo. De algún lado ha de salir el dinero y de nuevo pasan la factura a los ciudadanos. En este caso puede ir aún más allá de un apretarse el cinturón. Mucho más allá. Y no solo se trata de un coste electoral, lo es en irritación, probables brotes de violencia y confusión de ideas. Al punto de ponerse una soga al cuello votando involución. Mientras, el mundo sufre unas convulsiones de las que la mayoría no es consciente. Es como si se abordara un terremoto devastador con las armas y uniformes de los Tercios de Flandes que tanto gustan a la derecha ultra española.

La guerra de Ucrania ha producido ya un vuelco trascendental en unas pocas semanas. “Ha desmantelado desde las relaciones comerciales hasta las culturales y políticas. El discurso ecologista, las vindicaciones democráticas, la seguridad jurídica, la bandera de los derechos humanos, las excusas para no afrontar una mayor inversión en sanidad, la defensa del libre mercado, se derrumban ante los intereses de los tambores de guerra”. Es lo que mantiene otro columnista de elDiario.es, Pascual Serrano, en su libro “Prohibido dudar” (Akal, 2022). Dudar de las versiones oficiales se impone como necesidad, siquiera por higiene mental.

La ONU advertía hace unos días que casi 400.000 niños somalíes podrían morir de hambre debido a los elevados precios de los alimentos. El cereal les cuesta el doble. La OCDE volvía a extender la receta neoliberal clásica: reducir el gasto público en España, apretar el cinturón y el gaznate si es preciso a los ciudadanos. Es el coste de la guerra sobre Ucrania. Y las pérdidas y ganancias van por barrios. EEUU se ha convertido en nuestro primer proveedor de gas y petróleo. Siempre es igual. Ahora con bombas. Hay quien no pierde nunca. Otros, mucho. Todo. Algunos arrastran a los demás al precipicio.

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