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Un año electoralmente hobessiano

Vox llena Vistalegre con el objetivo de ganar escaños en las próximas elecciones

Javier Pérez Royo

Vox dice a gritos lo que una parte muy importante del PP, la que ganó el Congreso extraordinario que llevó a Pablo Casado a la presidencia, piensa, dice en privado e incluso se atreve a insinuar sibilinamente en público. La valoración de Pablo Casado del mitin de Vistalegre, subrayando sobre todo las coincidencias, es lo suficientemente elocuente.

En el primer semestre de 2019 se producirá la definitiva salida de Gran Bretaña de la Unión Europea a finales de marzo y, casi sin solución de continuidad, las elecciones al Parlamento Europeo, que son las más generales, en la medida en que participan todos los ciudadanos en un cuerpo electoral único. En España dichas elecciones generales europeas coincidirán con las municipales, que son también generales, en la medida en que participan todos los ciudadanos españoles, aunque divididos en miles de cuerpos electorales distintos. Y con las elecciones en 14 de las 17 Comunidades Autónomas.

¿Se puede mantener en tales circunstancias la separación entre la VOZ y el ALTAVOZ? ¿Cuánto tiempo se puede mantener el PP diciendo sotto voce lo que Vox va gritando por todas las esquinas? ¿Podrá mantener su credibilidad como opción política si no dice de manera inequívoca lo que le gustaría decir, pero no se atreve a hacerlo? ¿Podrá competir con Vox ante un electorado que, previsiblemente, se va a ir polarizando a marchas forzadas?

Ocho meses son pocos o muchos según la perspectiva de análisis que se privilegie. Mi impresión es que en 2019 van a ser muchos. Vox ya ha alcanzado “visibilidad”, que es lo más difícil de conseguir para poder empezar a competir electoralmente. Una vez que se alcanza visibilidad, el potencial de crecimiento se acelera. Podemos y Ciudadanos son un buen ejemplo. Y la penetrabilidad en el sistema electoral de las elecciones europeas, municipales y autonómicas es mayor que en las elecciones al Congreso de los Diputados y el Senado. El número de escaños es muy superior en las elecciones europeas, en las municipales y en las autonómicas, que en las llamadas elecciones generales, y, en consecuencia, es necesario un porcentaje más reducido del voto para obtener un escaño.

Esto es algo que los ciudadanos lo saben. Y los que no lo saben, lo van a aprender en estos ocho meses. Los ciudadanos españoles están aprendiendo a aprender muy deprisa. Van a aprender que su “libertad real” en el ejercicio del derecho de sufragio es mayor, que su voto por un partido que no sea alguno de los dos mayores, no tiene por qué ser, como ha sido en el pasado, un voto inútil.

En el terreno de la izquierda no parece que nos vayamos a enfrentar con grandes sorpresas. El voto de izquierda va a estar dividido, pero de una manera previsible. No hay nada que en este momento permita prever que el PSOE o Podemos tengan que hacer ajustes de calado en el discurso con el que se van a presentar ante los ciudadanos en los próximos meses en cualquiera de las elecciones. Ni en el discurso político y social, ni en el territorial.

Pero en el terreno de la derecha resulta difícil anticipar cómo van a conseguir hacer oír su voz el PP y Ciudadanos con el ALTAVOZ de Vox atronando por todo el territorio del Estado en todas las direcciones imaginables. Y con interferencias europeas (Salvini, Le Pen, Orban...), que es imposible por el momento saber qué impacto pueden tener en los votantes españoles, pero que pueden hacer más visibles e incluso respetables a una opción extrema como Vox e incomodar al mismo tiempo de manera notable al PP y Ciudadanos.

El monopolio de la derecha del que ha gozado el PP desde 1991 se ha acabado. Gracias a ese monopolio en España se ha impuesto la ficción de que no había “extrema derecha”. La pérdida del monopolio nos va a hacer ver no solo que existe, sino que en el futuro inmediato es la que va a  marcar el paso, al que la derecha tendrá que ajustarse.

2019 va a ser un año electoralmente hobbesiano.

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