Es por nuestro bien
Esta semana, el capitalismo nos ha vuelto a demostrar que es una herramienta indispensable para crear riqueza, para crear empleo y para asegurar el Estado del Bienestar. El caso de Telefónica es un caso práctico de libro, un ejemplo perfecto.
Telefónica, si bien muchos no lo recordamos, fue una empresa propiedad del Estado casi en su totalidad.
Telefónica era nuestra, de todos. Nuestra como lo fue la Tabacalera o Iberia… o un ejemplo más reciente: fue nuestra como lo fue la Sanidad. Pero, como todo lo público, era una fuente de riqueza mal aprovechada y minada de vagos y enchufados hasta que, por nuestro bien, se privatizó.
Por supuesto, siempre habrá alguien que niegue la mayor.
En 1999, Rodrigo Rato, siendo ministro de Economía del Gobierno de Aznar, completó la privatización que había comenzado el Gobierno socialista cuatro años antes. Porque el PSOE y el PP son partidos políticos clarísimamente opuestos durante campañas electorales, pero cuando de privatizar se trata, saben confabularse y trabajar juntos como un solo e imparable engranaje perfecto capaz de todo, una vez gobiernan.
Fue una vez privatizada Telefónica cuando Rato indujo la nominación de César Alierta como su presidente, nominación posteriormente ratificada por José María Aznar.
¿Por qué Alierta? Sólo tenemos que escucharlo para saber que los motivos sobraban:
Hoy, algunos años después, Alierta completa el círculo perfecto que es el capitalismo y continúa creando empleo y riquezas, en concreto esta vez para Rodrigo Rato, al que ha fichado por 100.000 euros para que trabaje de asesor en nuestra exempresa.
El capitalismo no sólo crea empleo y riquezas, también sabe perdonar y dar segundas oportunidades. Atrás quedaron ya el lejano caso Bankia y la correspondiente imputación del mismo Rodrigo Rato, que declaró hace ya... buf, qué te digo yo... hace ya como dos semanas.
No cualquier sistema permitiría a alguien que no ha dejado de equivocarse (ya sea queriendo o sin querer) seguir en la cúpula directiva de una y otra gran empresa. No cualquier sistema ni cualquier país. Pero España es un caldo de cultivo perfecto para que un sistema como el capitalismo campe a sus anchas.
Por supuesto no es la primera vez, ya hemos visto durante años cómo la privatización de una empresa pública crea empleo y oportunidades para gente que se equivoca. Telefónica con Zaplana, Urdangarin y, ahora Rato, es sólo la punta del iceberg.
Bien es cierto que no todo el mundo lo entenderá así. Siempre habrá desahuciados, desempleados y funcionarios sin paga extra (entre otros grupúsculos llenos de rencor) que no vean más que lo negativo.
De hecho, en todas las redes sociales corre esta noticia, en la que se habla de los 40.000 millones de pesetas (eso en euros es ná y menos, pero la gente es así de quisquillosa) que se repartieron los directivos de Telefónica con su privatización.
Pero ya se les pasará, como siempre. Porque si bien es cierto que este país está lleno de protestones, en los últimos años hemos demostrado que sabemos olvidar y que da igual cuántos palos recibamos, siempre confiamos en que todo es cuestión de tiempo y que la solución está en esperar a que todo pase. Y, tal y como caemos, nos volvemos a levantar para el siguiente palo.
Porque por mucho que digan, no hay que cambiar el sistema, sólo tenemos que confiar en quienes nos gobiernan y, como bien dijo nuestro monarca, “seguir remando”. Así, y sólo así, es como #saldremos.