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La baza Illa

Salvador Illa

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¿Y qué les digo yo ahora de la candidatura de Illa? Para valorar el gesto hay que oscilar entre primar la idea que uno pueda tener de una lucha monolítica, continua y persistente contra el mayor reto de nuestras vidas o considerar la importancia que puede tener su figura para conseguir un nuevo marco político en Catalunya. 

No sé, hace un año nos hubiera parecido que la idea que se respira en algunos sectores de que Illa es el catalán llamado a darle un impuso al PSC en los nuevos comicios, que se podría transformar en un apoyo a un gobierno de izquierdas que alejara el eje independentista de la Generalitat, era todo un logro. Ahora que nos apabullan más los nuevos repuntes de contagios, la necesidad de implementar una complicada estrategia de vacunación y de concluir este reto, el análisis que hagan dependerá de qué les parezca más importante. 

Analizar la figura política de Salvador Illa puede parecerles en verdad aburrido. Llegó al Ministerio de Sanidad como resultas de la movida catalana -y de la necesidad de contar con alguien del PSC en el Gobierno aunque fuera de relleno- y se irá de la cartera por necesidades propias de la movida catalana y de los resultados que las encuestas dan para los comicios de febrero. Lo del coronavirus le pilló sin avisar y lo cierto es que lo bandeó con la calma que parece propia del filósofo, con el tono racional y bajo, con la precisa ausencia de virulencia política, para conseguir que pensáramos que no había sido ni mala cosa que fuera este tipo al que le cayera de rebote un ministerio que rechazaba Podemos por bajo de perfil. Ahora que se va, a lo mejor tenemos que pensar que no era tan importante que fuera precisamente él quien estuviera, puesto que no importa relevarlo justo en este momento en el que iniciamos la más difícil maniobra sanitaria de la historia de la humanidad. 

Una crisis de gobierno central hecha exclusivamente para mejorar una candidatura en Catalunya y una crisis en el principal ministerio para el manejo de la pandemia. Eso sólo nos muestra que la cuestión catalana ha quedado orillada exclusivamente por mor del puto bicho y que se considera que este es el momento, como les decía, para hacer variar el eje de independentismo-constitucionalismo al eje izquierda-derecha de nuevo. Para ese viaje, además de la victoria de ERC se necesita una remontada de votos del PSC que con Iceta ya era difícil conseguir. Iceta ha sido el esforzado militante que ha mantenido la bandera socialista en pie, a veces con dificultad, contra viento y marea y en los momentos más duros pero hubiera sido la única cara “vieja” que se presentara a estos comicios. Illa nunca ha abandonado del todo la política catalana y es uno de los mejor valorados en los sondeos del CEO, que es el CIS catalán. Una especie de “deseado” para muchos sectores del socialismo y también de aquellos que no son indepes pero que no pueden sufrir la arrogancia centralista de los partidos de la derecha. Para esos sectores pragmáticos que quieren interlocución con Madrid, ¿quién mejor que un hombre del presidente?

Son estos sectores de la sociedad catalana los que ven en Illa a un resucitador porque es catalanista, es moderado, es pactista y puede dar un impulso al voto progresista no indepe. Iceta, dicen con ternura, nunca fue más que un buen segundo y parece que tras el fiasco de la presidencia del Senado será finalmente recompensado con Administración Territorial, un Ministerio que deviene de nuevo simbólico en manos del PSC. 

Es, desde luego, una decisión electoral de los socialistas que ha sido impulsada directamente por Sánchez pero es difícil también aquí lanzarse a la crítica convulsa del cortoplacismo porque no es cortoplacista pensar que ese “reencuentro” entre Catalunya y Madrid del que hablaba el martes Sánchez pasa, sin duda, por un cambio de la pesada aritmética de la política catalana. 

La gestión de la pandemia hizo también pasar el cáliz del Ministerio de Sanidad a los gobiernos autonómicos y eso, por mucho que lo critique el PP cuando no sabe ya qué criticar, tuvo que ver con la irresistible presión que estos hicieron, a la cabeza con exceso los suyos. Así que ahora lo que queda por delante es una tarea de coordinación que parece va a recaer en la ministra Darias, que ya lleva semanas preparándose para ello y participando en todas las reuniones de coordinación Interterritorial que se han llevado a cabo para la gestión de la pandemia. 

Hasta donde se ve serán los movimientos justos para conseguir los objetivos marcados: colocar un buen candidato a la Generalitat, mantener la continuidad de la coordinación en Sanidad y, probablemente, premiar definitivamente al soldado Iceta y mantener la idea inicial de que simbólicamente Administración Territorial lo ocupara el PSC. 

¿Y esto a los ciudadanos qué nos trae? En líneas generales puede que tranquilidad. Acabar con el virus, vía vacunación, y remansar las aguas catalanas con otra dinámica política emanada de las urnas y con unos indultos que llegarán tras las elecciones será decisivo para poder centrar las energías en ese esfuerzo conjunto de futuro que estamos llamados a hacer con los fondos europeos. 

Al menos puede decirse que el gobierno de Sánchez está intentando explorar vías para salir del laberinto catalán. A otros sólo se les ocurrió que los antidisturbios y las querellas y las banderas y el a por ellos, incluso que el uso torticero de los medios policiales del Estado, eran las mejores vías para traer las aguas a su cauce. Explorar un camino no represivo y más político bien vale un cambio en un ministerio. Por mucho que esto, no lo duden, les levante ampollas a los independentistas, sobre todo a algunos. 

¿Y qué les digo yo pues de la candidatura de Illa? 

Que les deseo que 2021 apacigüe nuestras mayores cuitas y nos permita dedicarnos a lo que de verdad importa. Yo creo que lo de Illa va precisamente en esa línea. 

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