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Campaña a la española

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo; el candidato a la Presidencia de la Xunta, Alfonso Rueda y el expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

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El día que Núñez Feijóo y Alfonso Rueda acordaron adelantar las elecciones gallegas al domingo después de carnaval seguramente tenían en la cabeza una campaña a la gallega: multitarea mientras las gallegas y los gallegos seguimos resolviendo nuestros marrones y sin expectativas efectivas de cambio; igual que se habían sucedido las campañas durante las mayorías absolutas de Feijóo. Prácticamente un día de romería, ocupado en pregonar las maldades del sanchismo, cantar la indignidad de la amnistía y apuntar las cesiones y privilegios para Catalunya. 

Pero la campaña, que ha superado su primer fin de semana, se ha ido convirtiendo en un dolor. Primero las dudas en torno al candidato, luego las bolazas y el fantasma del Prestige de las navidades pasadas, ahora la fortaleza que acreditan en todas las encuestas la candidata nacionalista Ana Pontón y el BNG, mientras el voto nacionalista que se había dispersado durante la era Feijóo vuelve a casa, han ido abriendo una expectativa real de cambio. Exactamente aquello que en el PP querían evitar por encima de todo.

Algunos malvados aseguran que, en realidad, la verdadera razón para no repetir la fórmula del éxito de la era Feijóo reside más en la inquietud respecto al tirón del sucesor candidato, Alfonso Rueda, el hombre sin glamour, como le definió el portavoz popular en el parlamento gallego a modo de halago. No es estrategia sino necesidad activar de nuevo la conexión con el líder maltratado en Madrid, pero añorado en su país; donde continúa siendo el “neno de aldea” que nunca perdió una elección. Pero se trata solo de rumores sin confirmar.

Miles de personas inundaron el domingo las calles de Compostela en defensa de una sanidad pública al límite de su resistencia, en una manifestación convocada antes de que se supiera la fecha de las elecciones, pero que, al PP, el partido que ya suma siete manifestaciones contra el gobierno de Sánchez desde el 23J, le parece puro electoralismo. La candidata nacionalista, Ana Pontón, supera con nitidez al candidato popular en valoración (5.77 vs 5,39) y en confianza (49,3% vs 42%). Siete de cada diez gallegos, incluidos seis de cada diez votantes populares, de esos que no llevan la bandera de España a los mítines para asombro de la prensa foránea, prefieren una campaña donde se les hable de los problemas de Galicia. Cuatro de cada diez gallegos declaran decidir su voto durante la campaña, según el preelectoral del CIS.  

Feijóo apostó por el adelanto electoral para competir con la ventaja de jugar en casa y apuntalar su relato de ganador en el campo en julio, injustamente privado de su victoria por maniobras en los despachos. Pero la cosa se ha ido complicando. No lo va a tener tan fácil como pensaba. Parece convencido de que una campaña a la española, hablando más de la amnistía que de la sanidad, o mencionando más a Catalunya que a Galicia o a Puigdemont que a Ana Pontón se lo va a arreglar. Seguramente tenga razón… o no.

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