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Catalunya no debe ser Eslovenia

Quim Torra, president de Catalunya

Ruth Toledano

Soy de las que defienden el derecho a decidir de los pueblos, el derecho a su autodeterminación e incluso el derecho a la independencia si ese es su deseo y esa su elección. La historia es cambiante. Me identifico más con el internacionalismo que con la unidad nacional. Soy de las que creen que solo el pueblo catalán debe decidir su futuro y que no hay que preguntar por ello al resto de los pueblos del Estado español, como no se pregunta a la familia si puedes divorciarte o no. Puedes.

Soy de las que consideran que los políticos presos son presos políticos, que haber encarcelado a los catalanes es un gravísimo abuso de los poderes del Estado y que mantenerlos en la cárcel un año y pico después es propio de un sistema autoritario contrario a la más simple concepción de las ideas de democracia y estado de Derecho. Una vergüenza infinita.

Soy de las que piensan en los presos políticos en términos personales, en sus vidas diarias y sus sentimientos cotidianos, en sus familias, en los bebés que no han visto crecer. Soy de las que se indignaron con el discurso abroncador a Catalunya de un jefe del Estado que no ha sido elegido por el pueblo español sino impuesto en herencia por el golpista Franco. De las que se han ofendido también con su discurso de aniversario de la Constitución, en el que se refirió a la “voluntad de resolver los conflictos y las discrepancias a través del diálogo, respetando las leyes y los derechos de los demás, sin imposiciones ni exclusiones”, obviando que la única vía de diálogo con Catalunya ha sido en realidad un brevísimo y zafio monólogo: “¡A por ellos!”.

Soy de las que se han emocionado oyendo a los catalanes pronunciar la palabra república. Porque soy republicana. Soy de las que tienen muchos y muy queridos amigos catalanes. Pero muchos y muy queridos, no como el homófobo que dice que tiene un amigo gay. Amigos independentistas y no independentistas, catalanistas, soberanistas, federalistas, que me han ayudado a comprender el procés. Al menos, a respetarlo.

Soy de las que piensan que la derecha y la ultraderecha española -que el mismísimo Aznar está reconociendo que son lo mismo aunque él lo llame “centro derecha”- necesitaban recuperar el terreno perdido con el simpar esfuerzo de su corrupción y decidieron que les vendría muy bien que Catalunya fuera la nueva ETA.

Soy de las que lloraron viendo cómo sus esbirros uniformados apaleaban a los catalanes –pacíficos, indefensos, de toda edad y condición– como se apalea a los ciudadanos en los peores estados represivos. Soy de las que piensan que el artículo 155 es la zancadilla de un chulo que goza viéndote en el suelo antes de patearte. Soy de las que admiraron, antes, durante y después de la violencia de Estado, la capacidad del pueblo catalán para mantener la calma ante la provocación y seguir luchando sin métodos violentos por sus objetivos políticos, los comparta yo o no. En última instancia, no es de mi incumbencia.

Dicho todo lo cual, soy de las que piensan que el president Torra está haciendo un flaco favor a las legítimas aspiraciones del pueblo catalán. No estoy hablando de poner la otra mejilla (para cristianos, él, que se ha ido de ayuno a Montserrat), sino de recordar, una y otra vez, con el temple debido a su difícil cargo, que la vía elegida, marcada, mantenida, admirable del procés, era la vía pacífica.

Es complicado mantener la serenidad cuando están yendo a por ti, pero es su responsabilidad. En Eslovenia hubo una guerra, president Torra. Pero no una guerra como esta, sino una guerra con muertos. ¿Eso es lo que usted contempla? ¿Una guerra con muertos? ¿O quería usted decir Escocia y le bailaron la letras? ¿Un acto fallido? ¿Sabe el daño que pueden hacer sus palabras a su amado pueblo, president? Sin ironías, ¿sabe el daño que pueden hacer sus palabras al incipiente Consell per la República?

Palabras así contradicen el espíritu del proceso catalán, dan armas al fascismo catalanófobo de Vox (que no es sino el brazo armado –en sentido estricto, pues Abascal lleva pistola– del nacionalismo españolista) y dejan más solos, si cabe, a los presos políticos, en un momento de vulnerabilidad extrema como es una huelga de hambre en prisión.

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