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Cuidado con el dinero fácil

Un fajo de billetes de 500 euros. EFE

Economistas Sin Fronteras

Eva Pardo —

Todos hemos visto la proliferación en los últimos meses de empresas que ponen a nuestra disposición dinero fácil para comprar lo que queramos. Un dinero tan necesario para las compras navideñas o las rebajas que conseguiremos simplemente con una llamada telefónica o rellenando un sencillo formulario en una web. Y todo de forma inmediata, sin preguntas, sin nóminas ni avales e incluso, en algunos casos, con la oferta de obtener el primer crédito sin intereses. Vamos, a primera vista, todo un chollo.

Sin embargo, estudios como el publicado recientemente por ADICAE sobre Publicidad, condiciones y prácticas de comercialización de los minipréstamos y créditos rápidos muestran unos datos un poco menos idílicos. Según este informe, los intereses pagados pueden oscilar entre el 15% y el 39% del importe solicitado pero su TAE puede alcanzar el 2.000% o, incluso, el 7.896%. La TAE, es decir, la Tasa Anual Equivalente, nos indica el coste de un producto financiero incluyendo el interés que tenemos que pagar, así como los gastos y comisiones. Esta tasa es muy importante ya que nos permite homogeneizar las condiciones de los diferentes productos financieros para que podamos compararlos entre sí independientemente del plazo o de la cantidad.

El impacto que la contratación compulsiva de este tipo de productos tiene sobre la salud financiera de las familias exige que en su comercialización se informe de manera clara y transparente sobre sus condiciones y del riesgo de que afecten negativamente a nuestra economía personal. Sobre todo, en un producto financiero como éste al que, por sus características (cantidades pequeñas, ausencia de garantías e inmediatez), recurren personas que, en muchos casos, ya poseen un alto nivel de sobreendeudamiento y no pueden acceder a otro tipo de financiación.

Lamentablemente, cada vez hay más personas con ese perfil en nuestro país como consecuencia de la crisis económica con la que llevamos conviviendo ya varios años y, para ellas, recurrir a soluciones rápidas como la de estos micropréstamos lo único que hace es empeorar todavía más sus finanzas y, consecuentemente, sus condiciones de vida y acceso a productos y servicios básicos.

Es importante diferenciar este tipo de créditos rápidos o micropréstamos de los microcréditos. Pese a que algunas compañías los anuncian como microcréditos, en realidad no lo son. Los microcréditos proporcionan pequeñas cantidades de dinero para la financiación de actividades productivas que permitan generar fuentes de ingresos para las personas que recurren a ellos; se otorgan después de un análisis detallado de la situación de la persona que solicita el préstamo y del proyecto a financiar. Sin embargo, los micropréstamos o créditos rápidos (sobre los que se centra este post) son cantidades pequeñas de dinero destinadas al consumo que se conceden de forma inmediata a tipos de interés mucho más elevados de los que ofrecen otros productos financieros.

Por eso es necesario que la regulación de este tipo de productos se adapte para defender los intereses de los consumidores. También es preciso establecer acciones eficaces para aumentar y fortalecer la cultura financiera de la sociedad; algo que se repite hasta la saciedad en diversos foros pero que todavía no se ha conseguido pese a las consecuencias tan graves que ha tenido la comercialización masiva de las participaciones preferentes o préstamos hipotecarios con condiciones abusivas.

Sólo para empezar y como un primer paso: si productos como el alcohol o el tabaco informan de forma visible en su publicidad de los efectos nocivos que su consumo supone para la salud humana, ¿la publicidad de este tipo de créditos rápidos no debería, con mucho más motivo, informar claramente del riesgo y de los impactos negativos derivados de su contratación?

Este artículo refleja la opinión y es responsabilidad de su autora. Economistas sin Fronteras no necesariamente coincide con su contenido.

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