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Análisis - Sánchez, ¿acicate o lastre para Illa? Por Neus Tomàs

Demasiada discreción

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el debate de investidura.

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Sobre todo, no te mientas a ti mismo

Fiódor Dostoyevski

Parto de la base de que el PSOE no ha pactado ni dentro ni fuera nada que no pudiera legítimamente pactar o que no pueda ser pactado. Es al plantificarme en esa casilla de salida cuando me empieza a encocorar y a parecer fuera de lugar todo el tejemaneje en torno a las reuniones de Ginebra con Puigdemont y Junts para negociar los puntos recogidos en el documento político que ya se hiciera público: referéndum, superación de los déficits y limitaciones del autogobierno, reconocimiento nacional de Cataluña, financiación y derivadas de la judicialización del conflicto. Eso es lo que se suscribió en el documento de diferencias, y las diferencias que se plasmaron son las relacionadas con la negociación y no otras. Por poner un ejemplo, creo que tampoco están muy de acuerdo en lo de Israel y en otras tantas cosas económicas, pero eso no aparece en el documento político porque de eso no se va a negociar. 

Lo cierto es que hemos ido avanzando diversas fechas para esa primera reunión en Suiza que se tenía que celebrar sí o sí en noviembre, y no es que estuviéramos mal informados, sino que se han ido aplazando, cambiando, liando, por problemas de agenda reales o ficticios o por tirar balones fuera. De ahí que Junts y Puigdemont tengan un enorme recelo hacia las intenciones de los socialistas y es que ellos no ignoran que aquí en Madrid los mensajes que manda el partido en el Gobierno restan importancia y dan largas sobre la famosa mesa y los famosos verificadores. “Asumen que cada cierto tiempo Junts hará ruido”, dicen. El mensaje cruzado enviado por Puigdemont en el acto de la prestigiosa revista Político sólo muestra la carta en la bocamanga que nunca ha dejado de tener. Feijóo le ha echado un capote con esa especie de salida digna: yo no gobernaré apoyado por esta peña, pero lo que quieren los de Junts es recordar que la posibilidad está ahí y que nunca han dejado de barajarla en caso de incumplimiento. Ni esa ni otras, como podrían ser las defecciones en la votación de leyes como el tope de gasto o los propios presupuestos. 

De hecho, la vía entre Junts y el PNV es ahora mucho más fluida de lo que parece. No sólo en reuniones formales sino en comidas discretas, encuentros y en el ánimo de algunos empresarios para que no olviden de dónde vienen y a dónde van. La remoción de Urkullu deja un obstáculo menos para esta entente del soberanismo conservador. No olvidemos el cabreo que el aún lehendakari pilló el día de la DUI, por incumplimiento de su mediación, ni la declaración que después hizo en el Tribunal Supremo en el juicio del procés. Todo esto alimentaba un resquemor que se va limando. El eje ERC-Bildu-Podemos competirá con el eje Junts-PNV y, como verán, toditos son a la par socios de Sánchez.

Conviene no faltar a la palabra dada, sobre todo porque no has prometido nada que no puedas dar. ¿A qué tanto 'secreto y discreto' en torno a esa mesa en Suiza? ¿Cuándo la discreción deviene discrecionalidad? No sé hasta que punto pueden tratarse a hurtadillas en el extranjero y no con un mediador –que ya verán que al final es lo de menos– sino con la garantía y la verificación de dos entidades de mucho mayor calado que se han aceptado por ambas partes. Al parecer ha habido también mucha tela que cortar entre ambas formaciones sobre si se hacían públicos o no. Algunos dijeron que era mejor la discreción sobre estos “entes” para que no se les molestara o presionara... Ya les digo yo, por lo que sé, que no se trata de poderes que puedan ser incomodados fácilmente. Discreción y secreto pueden ser complicados de mantener si de lo que hablas es algo que afecta no sólo al ámbito de dos partidos sino al de todo un país. 

Es de gente honesta respetar los tratos. Y, si no podemos dudar de que los socialistas han pactado nada indebido ni tienen de qué arrepentirse ni van a negociar nada que no se pueda negociar, ¿por qué la negación y el secreto y ese afán por sacudirse el polvo de un negocio que no parece interesarles una vez obtenida la investidura? Ahí asoma, como un muñeco de guiñol, Puigdemont y susurra la advertencia: “que si tú fallas, yo me libero de compromiso y te empitono”. Creen los socialistas que esto no será así pero yo no me confiaría. 

Más allá de cómo acabe, reivindico el derecho a no tener que andar a oscuras en esta cuestión. Como periodista que ha aceptado conocer datos en off the récord me muerdo la lengua y la pluma, pero también exijo que no se pretenda mantener en la opacidad un compromiso que es bastante más que un fleco de una negociación superada. Al final se sabrá y, digo yo, si va a ser motivo de escándalo, cuanto antes se pase el trago, mejor. Y es que, créanme, más allá del mediador que se sabrá, las otras dos patas del procedimiento de intermediación sí que provocarán una jarana política, porque elevan a otro nivel lo que se va a hablar fuera de nuestras fronteras por dos partidos representados en el Congreso. 

Así que sugiero que de una vez levanten el telón, porque la opacidad no es compatible con la rectitud y la democracia. Digan claramente lo que han aceptado. Queremos conocer el nombre del verificador y de los dos entes –y les llamo entes para no incumplir mi promesa– que van a acompañar este proceso. Esta semana se pactará el calendario de encuentros, uno al mes, que comenzarán en enero y que quedará cerrado para que ni negociadores ni facilitadores tengan problemas con las agendas. ¿Va a seguir el partido en el Gobierno jugando al ratón y al gato con sus compromisos y con la ciudadanía? Da la impresión de que es lo que intentan. No va a ser posible. Hay gente que tiene datos y deberían saber ya que es imposible que, en un momento u otro, en una tensión o en otra, alguien no reciba permiso para filtrar lo que se oculta. 

Parto de la base de que ni se ha pactado nada indebido ni hay nada malo en la negociación que se va a desarrollar. Por eso me van a permitir que critique lo de la “discreción y el secreto”, porque es anómalo tratar en estas condiciones cuestiones que afectan a millones de personas. 

La discreción es una virtud y la discrecionalidad, un vicio del poderoso. Seamos aristotélicos y busquemos ese virtuoso término medio compatible con la democracia. Gracias. 

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