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Expectativa exagerada

José María Calleja

En plena canícula, con una buena porción de españoles yendo o viniendo, y con la inmensa mayoría con la cabeza sanamente instalada en otras cosas, Rajoy irá al Congreso a no citar al hombre al que daba apoyo y cariño, al que ascendió a tesorero de su partido por ser decente, al que aseguraba que hacía todo lo que podía por él y le pedía que resistiera, que así se gana.

Ha tenido que ser un periodista rumano el que sacara a Rajoy el anuncio de su asistencia al Congreso cuya fecha ha concretado luego un periódico español en disputadísima exclusiva.

Con la asistencia al Congreso en día esdrújulo, Rajoy se ahorra una rueda de prensa fin de curso, minada de preguntas, y se permite empaquetar en una misma intervención las denuncias a la herencia recibida desde los tiempos de la II República –con un lapsus de cuarenta años perpetrados por su paisano–, los silencios del nombre del ahora criminal, las luces al final de no se qué túnel y el no hay otra política económica posible; todo ello espolvoreado con alusiones al sentido común y a que las cosas son como son. Un ejercicio reiterado, sobado, cansino, que si en invierno aburre, en verano agota.

Da igual que se haya dicho por parte del PP, y de sus palmeros mediáticos, que la asistencia al Congreso de Rajoy sería una forma de reconocer que la agenda se la hacía un preso común, no reconocerán que ir ahora es ceder al chantaje de un recién inaugurado delincuente. Ni la coherencia ni la memoria es el fuerte de Mariano y los suyos.

No deja de resultar excesivo que por no cumplir en su momento con un deber democrático –que obliga a Rajoy , como cargo público, a rendir cuentas, nunca mejor dicho–, hayamos estado y estemos ahora en una fase de intriga, de incertidumbre, de expectativa desmesurada ante la comparecencia del todavía presidente del Gobierno.

Por no haber sido capaz Rajoy de reconocer a tiempo la evidente connivencia con su tesorero, ahora tenemos que interpretar sus silencios, analizar sus cejas más o menos enarcadas, sus balbuceos y tenemos que estar pendientes de cómo calla lo que no dice, de cada palabra que pronuncia, sobre todo si empieza por B mayúscula. No solo es que no se merezca tanto es, sobre todo, que no nos lo merecemos los ciudadanos, así estemos de vacaciones, en paro o trabajando. No es de recibo tanta atención ante tanta mediocridad.

Mientras, se sigue perpetrando el recorte en derechos adquiridos, en avances sociales, en políticas de igualdad. Ahora, para someterse a un tratamiento de reproducción asistida habrá que formar parte de una pareja heterosexual, con su hombre y su mujer, su padre y su madre, como dios y su brazo en la tierra española, Rouco, nos mandan. Nada de mujer sin pareja, o de mujer emparejada con otra mujer, aquí solo vale el matrimonio de hombre y mujer, fuera del cual no hay salvación.

Las universidades públicas avanzan, a pasos agigantados, hacía un estatus famélico y los estudiantes que quieran estudiar, tanto en ellas como en la FP, deberán hipotecarse, esa forma tan española de estar en la vida.

Seguimos perdiendo derechos conquistados durante años, seguimos perdiendo calidad de vida, seguimos perdiendo bienestar y hundiéndonos, más y más, en la penuria, y encima tenemos que estar pendientes de si Mariano Rajoy calla, habla o se emplasma.

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