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La factura de una decisión equivocada

Pedro Sánchez ante su decisión. EFE

Rosa María Artal

En todas las decisiones trascendentes hay que valorar los antecedentes y las consecuencias. Ninguna persona responsable se limita a reacciones viscerales sin tenerlos en cuenta. Pedro Sánchez, el candidato a la presidencia del Gobierno, volvió a dar un puntapié al pariente pobre que nunca aceptó a su mesa. La cadena de desprecios, tras vetarle -como él mismo no hubiera aceptado de nadie-, culminó este jueves con el rechazo a la última propuesta de Pablo Iglesias para la formación de gobierno en apenas minutos y ratificada este viernes por la portavoz... en funciones de partido. Los corifeos pueden vestirlo de seda y verosimilitud, pero no tiene soporte alguno si de lo que se trata es de formar un Ejecutivo progresista, tal como pidió la mayoría de los votantes.

¿Tenía otros planes Pedro Sánchez? ¿En qué día y a qué hora dados sus cambios de opinión? Los que por cierto se reparten por las hemerotecas y nunca ha explicado. El caso es que el PSOE no dispone de votos suficientes para gobernar, le faltan muy pocos y los que puede obtener no los quiere. Y se empieza a ver con buenos ojos, los corifeos también, una alianza entre PSOE y PP para después de las nuevas elecciones. El mismo PP al que echó la moción de censura por su insoportable corrupción. ¿Cabe más? En serio, ¿cabe más?

No se fían de Unidas Podemos, dicen, pero se fían del PP de Casado y sus máster y carreras exprés. De Ayuso y su gobierno de la provocación, del insultante reto a la cordura, escaparate orgulloso de la impunidad. El PP de Cayetana Álvarez de Toledo y todo lo que huela a ultra, trampa e involución. El PP con los peores resultados de toda su trayectoria vendría en un paquete con Ciudadanos y lo que quede de Vox. Con la ideología de Vox, que ha sacado del armario el corazón ultraderechista de esta derecha. Con un Albert Rivera que quiere emular el “Minority Report” de Spielberg para encarcelar a quién él decida, “sin esperar a que se cometan los delitos”: el sueño dorado de todo dictadorzuelo.

¿Es ése el proyecto de Pedro Sánchez? ¿Es lo que ven bien la CEOE y los bancos acreedores? ¿Qué pasa con las esperanzas y los derechos de la sociedad? Una sociedad que, en sus sectores decentes, está harta de corrupción y engaños.

El bipartidismo se ha hundido, cien veces hay que repetirlo porque las pruebas son concluyentes. Y se ha hundido por sus errores: sobre todo por el error de la socialdemocracia que se plegó al capitalismo, con apenas unos brochazos de políticas sociales distintivas. Si ése es el contexto profundo, los matices nos llevan a lo sucedido en otros países. Todas las complicidades y aún indefiniciones se han pagado. Bajón histórico en Alemania de ambos partidos, en particular los socialdemócratas. Barridos estos en Francia o en Italia. Por primera vez, no suman mayoría en el parlamento europeo.

El caso de Italia es el más citado en estos momentos. El Movimiento Cinco estrellas y el Partido Democrático formaron gobierno para echar al ultradererechista Salvini en tiempo récord. Dicen. Y no es exacto. Hay una historia detrás. Muy ilustrativa. Matteo Renzi era el Pedro Sánchez anterior. Adorado por la socialdemocracia europea –aunque él es más conservador- accedió a la presidencia de Italia en 2014, a los 39 años. La Revista Fortune le consideró la tercera persona más influyente del mundo menor de 40. Renzi, sin embargo, se empeñó en firmar un pacto, conocido como “pacto del Nazareno” entre su partido, el PD, y Forza Italia de Berlusconi. Nada menos. El fin era transformar el Senado y, sobre todo, practicar una reforma a la ley electoral italiana, dirigida fundamentalmente a poner trabas al M5S.

Renzi fracasó, se fue a negro su gobierno y su carrera en 2016. Y propició que 5 Estrellas pactara con Matteo Salvini en la que sería la proyección más espectacular que puede tener un neofascista desde el Ministerio del Interior. M5S y PD han superado este escollo, sin Renzi, y han formado gobierno. Pero Salvini está ahí, a manifestación diaria brazo en alto, y directo a conseguir el Gobierno. Renzi, echando valores fuera, sigue en sus trece: “Frente a la esquizofrenia vulgar de Salvini, el Cavaliere es un hombre tranquilizador de las instituciones”, acaba de decir.

Porque ¿qué viene después? ¿Qué viene después de los pactos entre derecha e izquierda nominales, después, sobre todo de defraudar a la ciudadanía? Lo estamos viendo en el crecimiento de la ultraderecha, de los neofascismos y fascismos netos, el racismo y la xenofobia de los ataques a los derechos a los colectivos vulnerables incluidas las mujeres que somos la mitad de la población.

Los píopíos de las gradas creen estar disputando un partido de fútbol pero esto es la vida y nos jugamos nuestro futuro. No es posible una irresponsabilidad del calibre de la que se avecina convocando nuevas elecciones por no llegar a un acuerdo fácil de gobierno.

La mayoría absoluta no se va a producir. Más aún, la indignación de los votantes progresistas puede dar resultados inesperados a los estrategas de la demoscopia. La figura de Pedro Sánchez queda muy dañada en ese sector de la izquierda, y el otro no es que precisamente le aprecie. Es asombroso cómo Sánchez ha dilapidado la leyenda de su coraje frente al aparato del PSOE que le ejecutó y la formación de un gobierno que se presumía ejemplar por su composición. Varios de sus integrantes se han quemado en la gestión de cuanto concierte a las fallidas negociaciones.

Lo peor es el convencimiento de que las puertas giratorias se abren oportunas, cuando lo hacen, que tampoco es siempre, y que la factura abultada y dolorosa la paga la sociedad.

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