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El feminismo se rompe, se fractura, se divide, se agrieta, se desmoviliza, se acaba

Pancarta principal del 8M en Santander, una de las muchas ciudades donde las convocantes marcharon en una misma manifestación.

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El feminismo se rompe. El 8M exhibe la fractura feminista. La división del feminismo marca el 8M. El feminismo exhibe sus grietas. La división se traslada a la calle y desmoviliza el feminismo. La lucha feminista se quiebra. Un 8M fragmentado. Separadas por la pancarta. Los pedazos del 8M. El Gobierno divide el movimiento feminista. Así ha arruinado Irene Montero el feminismo. La ministra que se cargó el 8M. El funeral del 8M…

No sé si se han enterado de que el feminismo se ha roto, fracturado, dividido, agrietado, desmovilizado, acabado. ¿No se habían enterado? Será que no leyeron la prensa un día después del 8M. El párrafo anterior es un corta y pega con titulares de portadas, editoriales y columnas del 9 de marzo. Solo algunos, tenía más. Y me he limitado a la prensa escrita, que si incluyo las tertulias radiofónicas y televisivas de la mañana me quedo sin espacio.

¿No se habían enterado? No, yo tampoco si no me lo dicen todos esos periodistas y articulistas (hombres en su inmensa mayoría, por cierto). Me pasa que, como muchas y muchos de ustedes, fui a una de las manifestaciones con mis hijas y, sin querer yo mansplainear, tengo que decir que no me pareció que el feminismo se estuviera rompiendo, fracturando, dividiendo, agrietando, desmovilizando y acabando. Vi miles de personas llenando las calles, mujeres y hombres de todas las generaciones, muchísima gente joven, y más cánticos y lemas divertidos que insultos o llantos. Se comentaba lo del día antes en el Congreso, claro, y había pena o incomprensión de que en algunas capitales hubiese dos manifestaciones diferentes (ojo: en la mayoría de ciudades y pueblos fue unitaria, que no todo es Madrid).

El ambiente era festivo, reivindicativo e ilusionante. No parecía un funeral, ni tampoco las vísperas de una guerra civil feminista. Si alguien esperaba sangre, sepa que el único altercado lo provocaron militantes de Nuevas Generaciones del PP en Madrid. Sé de gente que fue a las dos manis allí donde hubo desdoble, y amigas que se separaron en dos marchas y quedaron al terminar, porque una cosa es la bronca partidista-mediática-preelectoral, y otra muy distinta las gentes que llevan tantos años saliendo juntas a la calle. También hubo colectivos que no quisieron pancarta propia para no incomodar a las suyas, que no tuvieran que elegir. Tan respetables quienes fueron a una como a otra allí donde hubo dos (que no fue en la mayoría de ciudades y pueblos, insisto). Y sin negar las diferencias, eran mucho más grandes y fuertes los puntos en común, los lemas calcados de una a otra marcha.

Pero leyendo la prensa del día siguiente, me he quedado preocupado de que el feminismo se haya roto, fracturado, dividido, agrietado, desmovilizado y acabado. Sería una tragedia que el feminismo dejase de luchar unido, sin fisuras, apretado, todas a una. Nunca ha pasado que una lucha emancipadora deje de ser unitaria, unificada, única, sin discrepancias, sin facciones. Sería la primera vez en la historia, ¿verdad? ¡Sería su muerte! No le ha pasado nunca al movimiento obrero, que desde sus inicios es uno e indivisible, y siglos después sigue teniendo una única visión, un solo programa, una coincidencia total en reivindicaciones y estrategias, una misma bandera, un único partido, un solo sindicato, una misma manifestación cada Primero de Mayo, ¿verdad? Tampoco le ha pasado a otras luchas sociales, lo mismo el ecologismo que el movimiento LGTBI o el antirracismo, por no hablar de los nacionalismos (ahí están el catalán o el vasco, sin una sola fisura interna). En todos los casos se conserva durante décadas y siglos la sagrada unidad, u-ni-dad, pues saben que la discrepancia interna o la pluralidad de organizaciones serían su final.

Por no pasarle, no le ha pasado ni al propio feminismo, que desde sus orígenes ha sido uno, firme, prietas las filas, todas a una, sin la mínima discrepancia en objetivos o formas de lucha hasta que llegó Irene Montero. Que hoy haya pluralidad y discrepancia (perdón: división, fractura, ruptura) en asuntos como la ley trans o la prostitución es insólito, lo nunca visto, una amenaza a su misma existencia, su funeral.

Ironías aparte, ¿saben quién sí está con las filas prietas, todos a una, con el mismo objetivo y estrategia, enfocados en un enemigo común? El machismo. La reacción antifeminista. La revancha machista. Ahí sí que están todos a una, como un solo hombre, nunca mejor dicho. Ayer jaleando la división, hoy proclamando la ruptura y mañana vaticinando la derrota, deseando descorchar, brindar y bailar sobre su tumba. Que esperen sentados, que hay feminismo para rato. Plural, discrepante, incluso fracturado si se diera el caso. Hay feminismo para muchos años, viendo lo fuertes que vienen las generaciones más jóvenes. Gracias, compañeras.

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