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Es hora de hacer frente a Vox

Santiago Abascal, líder de Vox

Violeta Assiego

Las ONG, movimientos sociales, feminismos, la Iglesia de base, las universidades públicas, los sindicatos, las corrientes ecuménicas, las entidades del tercer sector… deberían sentirse interpeladas a pedir al Partido Popular y a Ciudadanos que no pacten con Vox tras los resultados de las elecciones andaluzas. Presumen todas ellas, o al menos eso se desprende de sus idearios que difunden en sus web y redes sociales, de defender la diversidad, de velar por la universalidad de los derechos humanos y de incorporar la perspectiva de género en sus actividades y proyectos. 

Es a esa sociedad civil y a sus representantes, a quienes se sientan en los lustrosos despachos del Congreso de los Diputados, del Senado, de ayuntamientos e instituciones autonómicas a quien hago un llamamiento en nombre de las mujeres libres, de la clase currante, de la diversidad cultural, la racial, la étnica, la de género, la sexual y familiar; de los colectivos vulnerables cuyos derechos recoge, protege y garantiza nuestra Constitución en su Título I. Si el Partido Popular y Ciudadanos son realmente los partidos constitucionalistas que dicen ser, entenderán que los colectivos y quienes dicen defender sus intereses y derechos les insten a que no pacten con un partido que antepone valores anacrónicos tradicionales (que amenazan la vida e integridad de gran parte de la población que vive en España) por encima de los derechos humanos tachándolos de ideológicos, una vez de ideología de género y otras de comunismo. Se olvidan los de Vox de que lo de la libertad de expresión, la igualdad, la multiculturalidad, la diversidad familiar, los derechos de las mujeres, la aconfesionalidad del Estados y los acuerdos con los tratados de Derechos Humanos son derecho consolidado en la Democracia. 

Este es el momento de la verdad para esos departamentos de incidencia y advocacy de las grandes organizaciones y asociaciones, y para esos equipos de coordinación de las medianas y pequeñas. Para que den la cara y pongan voz a los titulares de derechos que atienden día a día en sus programas y de los que dan fe en sus memorias. Para que hagan presente a los migrantes (especialmente en situación irregular), a las personas LGTB, a los miembros de la diversidad cultural, racial y étnica de nuestro país (algunos en situaciones sociales y personales muy complicadas), a las mujeres y las niñas que sufren la violencia machista y patriarcal. Es la ocasión para que den fe de su compromiso con los colectivos más vulnerables y de forma directa y asertiva dibujen la línea roja que ningún partido político debe cruzar y tomen conciencia del papel que pueden jugar ante los acuerdos que se perfilan con un partido (Vox) muy minoritario. No hay que olvidar que ha sacado (en pleno declive del PP) algo más del 10% de los votos en unas elecciones en las que la participación ha sido la más baja desde 1990, ni el 56%. Basta de caer en el estado de shock al que nos llevan los medios y démonos cuenta de lo que realmente estamos hablando. Por un lado, de que menos del 10% del censo electoral ha votado a Vox, por otro de que una gran mayoría del voto progresista que se debería haber movilizado se ha quedado en casa y por otro, que la ultraderecha se ha independizado definitivamente del PP para tener su propia identidad nacional. 

“No deja de ser irónico que el único lugar donde Vox ha logrado ganar (3 puntos por delante del PP) haya sido en El Ejido. Posiblemente, el lugar de España que más vive de la mano de obra y el capital extranjero, incluido el europeo y donde, por todo ello, más confluencia de nacionalidades se dan, según su propio ayuntamiento entre agricultura, turismo y construcción extranjeros de más de 100 nacionalidades han pasado por allí. Todo esto no deja de ser irónico porque El Ejido no simboliza los efectos de la crisis económica sino más bien las consecuencias del reinado de la especulación y del enriquecimiento rápido a costa de la mano de obra extranjera que trabaja en dudosas condiciones en sus más de 30 millones de metros cuadrados de producción agrícola. Población que, obviamente, vive en los márgenes y no siempre, precisamente, disfrutando del acceso a derechos básicos como el de la salud que seguramente sí disfrutan, en cambio, los jubilados la Unión Europea y de Europa del este que disfrutan de su exclusiva urbanización Almerimar”.

La indefensión se aprende y para esta sensación de indefensión están jugando un papel clave los referentes sociales, no solo políticos, y bastante irresponsable algunos medios de comunicación. Precisamente, viendo como estos le han hecho la mitad de la campaña a Vox y cómo la izquierda política se tiene que recomponer para llevarnos a todas y todos a las urnas y lograr máximos de participación, es el tiempo de la sociedad civil. Pero desde la unidad de trabajar desde la pluralidad, sin hegemonías y con la interseccionalidad de que somos pura diversidad. La situación es lo suficientemente grave como para dejar de fijar fronteras y ponernos a trabajar codo a codo para fijar unos mínimos que debe cumplir un partido político, de lo contrario, no se le debería ofrecer ni respaldo ni apoyo desde la sociedad civil. 

Porque no sé si os habéis dado cuenta de que todas y todos somos parte de esos colectivos vulnerables que representamos para Vox ideologías que amenazan el futuro de la Humanidad blanca y tradicional. ¿Acaso creen las asociaciones y ONG que ha recibido estas semanas sus resoluciones de IRPF que seguirían recibiendo fondos públicos a proyectos que luchan por los derechos humanos y la igualdad real? ¿Acaso piensan desde Son Nuestros Hijos, fieles aliados de Ciudadanos, que su (mi) modelo de familia homoparental tiene algún futuro en el mundo de Vox? ¿Acaso creen las organizaciones que viajan a Europa a construir agendas sociales que tendría algún tipo de cabida ese trabajo con un partido anti-europeísta? ¿Acaso la Iglesia de base que tan buen y valiente trabajo está haciendo en la Frontera Sur estaría a salvo de amenazas y de criminalización? ¿Acaso nos creemos las feministas tan fuertes y poderosas como para nosotras solas hacer frente a esta situación? ¿Acaso no es momento de trabajar lo ecuménico, aunque no tengamos ninguna confesión? 

Si algo se puede aprender del movimiento anti-trump es que lo lidera la sociedad civil en toda su diversidad y sin excepción. Y esa, lamentablemente, puede ser una de las pocas salidas a quienes quieren pactar solo por ganar.

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