La fuerza de las urnas o la de los acreedores
La negociación del nuevo Gobierno griego con el Eurogrupo está destapando algunos de los peores defectos de la Unión Europea. Por ejemplo, ese tan feo de poner en evidencia quién manda aquí, que es Alemania, of course, pero que hasta hace unos años se disimulaba con aquello de la comunidad de países que llegan a acuerdos por consenso.
Ahora el Ejecutivo de la señora Merkel no tiene complejo alguno en demostrar que son ellos los que marcan el paso, sin manifestar una pizca de piedad por el sufrimiento de tantos ciudadanos griegos a los que la austeridad suicida ha dejado en la miseria, ni demasiado respeto al resultado de las urnas.
“Lo siento por los griegos, han elegido un Gobierno que de momento se comporta de manera bastante irresponsable”, aseguró esta semana el ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, el mismo que reprochó a su homólogo heleno, Yanis Varoufakis, que hicieran promesas “con el dinero de otros”.
Schäuble pone de manifiesto no solo eso que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha denominado “pecado contra la dignidad de los griegos y los portugueses” sino que entabla un choque de legitimidades, la que emana del voto democrático de los ciudadanos griegos y la de los acreedores, que esgrimen la troika y la mayoría de los países de la UE. Parece un enfrentamiento muy desigual entre las urnas y el dinero, pero da la sensación de que de momento van ganando los que ponen la pasta.
La dicotomía se plantea, además, de manera engañosa. Porque se da a entender que Grecia no quiere apoquinar con su parte, aunque el Gobierno de Alexis Tsipras hace días que abandonó la idea de la quita de la deuda y no deja de proclamar su determinación de pagar hasta el último euro.
Siempre, claro, que las condiciones de los préstamos dejen de ahogar la economía del país y permitan un respiro para impulsar el crecimiento. Parece bastante lógico, salvo que la lógica que se esté siguiendo sea la del castigo a los derrochadores del sur y no la de buscar la manera de generar riqueza para que se pueda pagar lo que se debe.
De nada sirve tampoco que los gobernantes griegos aclaren que cumplirán el 70% de las condiciones que les han impuesto con el rescate, porque añaden que no harán más bajadas de pensiones ni más subidas del IVA de los medicamentos, medidas que también les exigen.
Ya se dijo también aquí, cuando en 2010 Zapatero se vio obligado a pegarle un hachazo al gasto social, que los mercados querían sangre, que los recortes tenían que doler, tenían que hacerles daño a los más débiles. Así se entiende que el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, dijera que el rescate griego era más punitivo que económico.
A lo mejor a los señores del norte les parece que cinco años de penitencia no es suficiente, pero ya va siendo hora de aflojar y de permitir que los países más castigados por la crisis tengan la oportunidad de recuperarse económica y socialmente.